Me gustaría decir que no me importa y
he logrado olvidar cada una de sus expresiones. Sin embargo, camino
por la ciudad con la cabeza gacha, colocando bien las solapas mi
desastrosa chaqueta de cuero y metiendo mis manos en los jeans
deslavados. Mis botas, sucias por el barro de las lluvias de noches
atrás, marcan un paso lento pero firme. Estoy buscándolo. New York
parece una jungla, un lugar inhóspito y terrible, donde puedes
encontrar lo mejor y lo peor de éste mundo.
Cada paso me acercaba a su presencia,
la cual podía vislumbrar gracias a las imágenes de otros. Escuchaba
su voz con tono calmado y decadente, tan respetuoso como contenido,
mientras la música sonaba con una pasión desbordada. No podía
hundirme en sus ojos verdes, ni oler el perfume de sus cabellos, pero
daba gracias a mi escasa fuerza de voluntad por estar allí.
Siempre quería llamar a la puerta,
para que me invitaran a pasar. Deseaba quedarme junto a él aferrado
a su cuerpo, hundiendo mi rostro en su cuello y sentir la mirada
curiosa de los demás. Sin embargo, mi orgullo me impedía hacerlo.
Quería que él me buscara. Últimamente era yo quien se preocupaba
por encontrarlo. Desde aquel fatídico día, en el cual se expuso al
sol, me siento culpable de todo lo que le sucede. Aunque quizás soy
culpable de todo lo que ha vivido desde que lo atraje hasta a mí
hace siglos.
Louis siempre será mi maldición, la
cruz que llevaré a cuestas hasta el fin de mis días, pues jamás
podré liberarme de la estúpida necesidad de mantener salvajes
discusiones, profundas divagaciones e intensas miradas llenas de
silencio y verdad. Tal vez estoy teniendo un ataque de decencia en
estos pensamientos llenos de necesidad, los cuales destruyen
lentamente mi pose de aventurero lleno de confianza y que no necesita
a nadie para seguir en pie. Pero tengo un impulso irresistible hacia
él. Quizás sólo estoy obrando como me exigen mis circunstancias,
las cuales no son otras que la soledad y el amargo gusto de los
recuerdos. Deseo estrecharlo, besar sus labios y jurarle que ésta
vez todo será distinto. Sin embargo, ¿lo será? Es posible que eso
me frene y detenga mis impulsos frente al botón del portero
automático.
New York es testigo. La ciudad entera,
con su tráfico demencial y luces de neón, sabe lo que estoy
sintiendo y el calvario que estoy viviendo. Louis, te necesito y no
sé como hacerte llegar el mensaje. Mi orgullo está siendo demasiado
testarudo.
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