Recuerdo esa historia. Me contaron parte de ésta cuando conocí a Rowan y Michael. Fue una historia terrible. Tan terrible como el final de los otros Taltos.
Lestat de Lioncourt
El cordero regresó al rebaño. La
oscuridad se cernió sobre el paraíso. La manzana fue mordida y
arrojada a la tumba más cercana, allí donde los secretos los
conservaban los huesos y los recuerdos de los espectros que
custodiaban la puerta. La llave entró en la cerradura, giró
mientras las manecillas del reloj daban la media noche y un nuevo
mesías nació del vientre de la bruja más fuerte. Los balidos del
cordero se convirtieron en sollozos de un niño y éste se transformó
en un hombre. La sangre se mezcló con las lágrimas y la risa
demencial del demonio que apareció en la puerta, con esos ojos
azules y profundos, mientras sus manos acariciaban con ambición el
torturado cuerpo de su madre.
Los recuerdos se amontonaban como los
cadáveres en plena guerra. El dolor se hizo presente y tomó nombre.
La fuente de la vida era de color blanco, como blanca era la nieve
del valle y blanco era el libro que empezó a escribirse. El demonio
comenzó a cantar... y no dejó de hacerlo hasta que el martillo hizo
juicio sobre su cráneo.
Ahora El Hombre ha vuelto al jardín.
Sus ojos son amargos y contemplan el sol de la primavera bajo el
árbol, su árbol, dejando que sus pies descalzos acaricien el
montículo de su tumba. Sus grandes manos, delgadas y suaves, se
cierran con rabia contenida. El dolor prevalece, los recuerdos anidan
en su corazón como golondrinas, y ahora comprende que ambicionó
demasiado, derramó demasiada sangre y se convirtió en el veneno que
se esparció por el mundo contagiándolo de pena, amargura y
sufrimiento.
No era tan distinto. Sólo era otro
incomprendido. Incomprendido por sí mismo y por el mundo que le vio
nacer en dos ocasiones. Que dance junto al poema que aún recitan los
muros que tanto amó y odió, los mismos que presenciaron su
nacimiento y su muerte. Era sólo un cordero buscando el redil y
terminó perdido de nuevo en el valle del cual jamás debió salir.
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