—Siempre te ha gustado
lamentarte—dije sujetando con desdén su libro. Aquellas memorias
que tanto habían dado que hablar, despertando la curiosidad por
nuestro mundo y por nuestra relación. La verdad jugaba con la
mentira y danzaban con un ritmo vertiginoso de acontecimientos que se
sucedían sin dar respiración al lector, el cual se inmiscuía en la
oscuridad y apreciaba tan sólo una silueta del Don Oscuro.
Recuerdo bien el primer ejemplar que
tuve entre mis manos. Estaba destrozado, no tenía tapas y se
encontraba unido por una gomilla. Creo que jamás había visto un
libro tan deteriorado por el uso y la humedad. Había anotaciones en
los lados, citas destacadas con rotulador y lápices de colores, y
algún esbozo de como debían ser nuestros colmillos. Todavía puedo
oler aquellas páginas manoseadas y, al alzar la vista, contemplar a
los que fueron mis compañeros. No sé que fue de ellos. Esos
muchachos, ese grupo de descerebrados que buscaban con ansias el
triunfo y un líder, quedaron atrás en medio de una vorágine de
horror y fuego.
Louis había convertido nuestra
vivencia en un símbolo. Conocía bien la fascinación de los
mortales por los vampiros, pues había visto miles de películas con
numerosos títulos que hacían mofa o simplificaba nuestro deseo de
sangre. Vampiros patéticos que brillaban al sol era la última moda,
pero también lo eran guerreros indeseables que masacraban a otros u
horribles mutaciones que trituraban a criaturas de diversa índole.
El mundo de los vampiros había quedado a la luz, pero muchos seguían
creyendo que era sólo literatura barata. Escuchaban la radio del
joven, mordaz y despierto Benjamín como si fuera una pequeña obra
de teatro en medio de un mundo moderno y descerebrado.
—Y a ti regodearte ante mi
dolor—replicó bajando los párpados.
Si volviera a nacer cometería los
mismos errores, pues esos errores me habían llevado hasta él. Era
el compañero perfecto. Louis era mi némesis. Mis pasos por éste
mundo me habían hecho tropezar muchas veces y en multitud de
ocasiones había dado a parar ante su figura enigmática, erótica y
problemática. Siempre me acarreaba dudas y terribles tristezas, pero
también momentos de felicidad y heroicidad. Me convertí en su héroe
y villano. Era el amor y el odio, el rencor y el bálsamo de sus
heridas más profundas. Le di una oportunidad única y él, en un
principio, no supo aprovecharla. Siempre se creyó maldito, proscrito
para los ojos de Dios y los suyos propios, pero había cambiado. Vi
el cambio nada más levantarse de la última reunión en la cual tuve
que librar mi propia batalla.
«Lo amas. Hermoso, lo amas. Yo también
lo amo.» Podía escuchar la voz de Amel susurrar en mi mente aquello
que sabía bien, muy bien. Había amado a Louis desde el primer
momento. Fue un amor a primera vista que se convirtió en mi pecado,
mi maldición, mi veneno y la liberación de todos mis demonios.
—¿Cuál dolor, Louis? Te di todo lo
que tenía—respondí cerrando el libro, para luego lanzárselo. Él
lo tomó entre sus manos y miró la elegante portada.
Era negra, con letras doradas muy
estilosas y elegantes. Una de esas ediciones de lujo que los mortales
tanto amaban. Muchos se afanaban en tener numerosos ejemplares sólo
por coleccionismo. Era su edición. Él había adquirido aquel
ejemplar por nostalgia quizás. Yo tenía un par de ellos. Poseía
uno en cada biblioteca de mi castillo.
—No me diste lo más
importante...—susurró sin titubeos, pero sí sin fuelle. Tal vez
estaba cansado. Quizás se estaba cansando de nuestras terribles y
cotidianas peleas. Discutir era nuestra forma de amarnos y odiarnos.
—¿La verdad?—dije con una pequeña
risilla. Amel también se echó a reír. Ambos sabíamos cual era la
verdad—. Bien sabes que sólo oculté aquellos conocimientos por
nuestro propio bien.
—No. No hablaba de eso—dejó el
libro en la estantería y se aproximó a mí, dejando su rostro muy
cerca del mío. Pedía a gritos que lo besara, pero me negué. No iba
a rendirme tan fácil.
—¿Entonces?—dije alzando mis finas
cejas doradas.
—Tus sentimientos—respondió
colocando su mano derecha sobre mi corazón—. Lestat, jamás me
demostraste todo lo que te importaba.
Estaba a punto de estallar en grandes
risotadas. Louis mentía. Siempre fue un cínico. Sin embargo, amo
ese lado tan terrible y caprichoso. Creo que le encanta escuchar mil
veces que lo amo, que me muero por escuchar sus estúpidos quebrantos
y dejarme llevar por los impulsos que me hace sentir. Pero no, no iba
a rendirme a sus pies.
—Claro, claro... La culpa siempre es
mía, pero tú jamás supiste ver los detalles—despejé su rostro
con cuidado, apartando los mechones ondulados de su oscuro cabello—.
Ah, Louis...
—¿Qué detalles?—frunció el ceño
retirando su mano.
—Claudia, Louis—el sólo pronunciar
su nombre provocaba que sus ojos cambiaran, al igual que su
semblante—. Creé a Claudia para que fuese nuestro triunfo, nuestra
unión, un símbolo que nos importara más que discutir y poner en
peligro lo poco que teníamos.
—Claudia...—balbuceó.
—¡Por el amor de Dios,
Louis!—exclamé tomándolo de los hombros—. Entiendo que jamás
cerrarás esa herida, pero...
—¿Pero?—preguntó.
—Debes mirar al futuro—al fin me
rendí. Al decir aquellas palabras lo abracé. Estreché su fino
cuerpo contra el mío, ligeramente más robusto y duro, para sentir
como su corazón latía como un murmullo lejano. Él era mío. Yo era
suyo. Podíamos alejarnos, pero siempre volvíamos al punto de
partida.
—Nuestro futuro, ¿no es así? Por
eso estoy aquí—confesó con honestidad.
Sí, nuestro futuro. El futuro de la
tribu. El futuro de todos. El futuro suyo y mío. El futuro que se
alzaba como un gigantesco muro que había que escalar para al fin ver
el laberinto de emociones, sensaciones y pensamientos que debíamos
afrontar. El mundo estaba cambiando. Nosotros ya no estábamos
malditos. Él sabía que jamás fue juzgado por dios alguno y yo no
había sido perseguido por el terrible demonio. Mis aventuras
proseguirían, pero ahora todo era distinto. La concepción del
mundo, tal y como la habíamos tenido siempre, era distinta. La
oscuridad era una bendición y no una traición. El Don realmente era
un regalo maravilloso y no una condena.
Lestat de Lioncourt
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