Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 17 de junio de 2015

Firme, fuerte y sincera.

Con mi madre no hay nada que hacer. Ella es así. Cuidado David...

Lestat de Lioncourt


Apareció súbitamente frente a mí. Su esbelta figura parecía salir de una de esas películas de armas, explosiones, seducción y terribles maldiciones. Me sentí inmerso en una vorágine de sensaciones y, de forma insensata, quise tocarla para saber si era real. Sin embargo, permanecí en alerta. Me percaté que su cabello estaba revuelto, tenía algunas ramas adheridas a él, y su ropa estaba ligeramente mal colocada. Llevaba prendas típicas de una exploradora. Su casaca gris estaba sucia, pero más sucias estaban sus botas militares.

—Buenas noches—dije abrochando mi gemelo derecho.

Vestía un impecable traje hecho a medida. Lestat había decidido que debía regalarme un par de ellos. Quería agradecerme mi confianza en él, la fe ciega que siempre mantenía hacia su honor y su orgullo, aunque realmente no hacía falta. Si bien, acepté el regalo porque los buenos trajes eran mi debilidad. Aquel traje oscuro, de blanca camisa de algodón y sin corbata a juego era un lujo agradable. Podía sentir como se adaptaba a mi cuerpo y rozaba ligeramente mi piel tostada. La suave fragancia que me había regalado Jesse, días atrás, se había adaptado bien a mi ropa y me hacía parecer un hombre de negocios inmiscuido en asuntos importantes, aunque sólo seguía siendo un vampiro joven y lleno de curiosidad.

—Tenga cuidado, Talbot, pues la curiosidad mató al gato—susurró con una mueca burlona en sus labios.

—Oh, ¿pero la curiosidad no nos hace crecer y aprender?—pregunté ofreciéndole un ligero guiño.

—Depende si es hacia mí o hacia otros asuntos. Si es hacia mí puede quedarse sin ojo, se lo recuerdo—comentó al quedar a mi altura.

Era bajita comparada con mi estatura, aunque no estaba nada mal su tamaño para ser una mujer y haber nacido, crecido y vivido en una época en la cual las mujeres no se desarrollaban tanto y la vida era tan dura. Eran tiempos difíciles y ella subo encajar cada año con soberbia. No tenía ni una cana. Poseía una gracia natural y una fuerza indómita que mostraba sin reparos. Era inquietante y muy atractiva. Siempre la admiré en la distancia y la amé gracias a su hijo. Amo y admiro a las mujeres cuya fuerza las hace ser libres. Aprecio esas características en una mujer, al igual que en los hombres, y por eso Pandora o Maharet son para mí iconos de fuerza, belleza e inteligencia. También lo estaba empezando a ser Fareed, Gregory y por supuesto otros inmortales.

—¿Me dejaría tuerto?—susurré inclinándome hacia ella, para girarme suavemente mientras observaba su espalda estrecha y su cintura ajustada. Tenía curvas, hermosas caderas y pisaba con fuerza masculina.

—Y sin lengua—respondió girándome para encararme—. No le quepa la menor duda.

—Muchos desean conocerla—dije girándome por completo.

Ella se había detenido y me enfrentaba. Cruzó sus brazos mientras reía bajo negando suavemente con la cabeza. Parecía que le había contado una broma, pero sólo era una risa irónica ante mis estúpidas palabras.

—Si crees que vas a tener una confesión mía, mis propias memorias o asistir al absurdo programita de ese mocoso amigo de Armand, estás muy equivocado. ¿Por qué no te ahorras el tiempo y buscas a tu pelirroja? Estoy segura que correrá a tus fuertes brazos, aspirará tu agradable perfume y te dirá que te necesita—me miró de arriba hacia abajo, luego entrecerró los ojos, dio un ligero suspiro y se giró negando ligeramente la cabeza—. Sin duda alguna tenías que ser amigo de mi hijo... Aún así... gracias—acabó diciendo mientras se marchaba.


El sonido de sus botas pisando las losas de aquel gigantesco jardín, tan lleno de vida como de recovecos, me recordó a Lestat. Eran muy similares. Sin duda Marius no se equivocaba al decir que Lestat había tomado parte de la fuerza de su madre, pero él jamás desvelaría todos los misterios que ella contenía y nosotros, sus compañeros y amigos, tampoco. Me pregunté si Servaine había logrado romper esa coraza y contemplar el corazón que había tras los inaccesibles muros que ella imponía, pero sabía que eso sería como pedir un milagro. Jamás me desvelaría nada de Gabrielle, pues su lealtad era muy similar a la que yo tenía hacia Lestat y viceversa.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt