Benedict vio un esqueleto quemando todo, con una túnica similar a la de Santino, y al parecer sí era él.
Lestat de Lioncourt
Solía escuchar que el tiempo cura las
heridas, las cuales terminamos lamiéndonos cada cicatriz en la
oscuridad. No todo va bien. Nunca marchará como deseamos. El mundo
no te regalará nada. Nuestro llanto, dolor y amargura puede ser
eterna si nuestro camino es retorcido. Lo fácil jamás será
gratificante, pues en cada golpe de fusta hay un rayo de esperanza
para el descanso de nuestra alma. Nos empeñamos en seguir viejos
sueños, aunque ya estén desgastados, porque si nos rendimos
perdemos parte de nosotros en el camino. Somos incapaces de
renunciar.
Las heridas de mi cuerpo son
infinitamente menores a las que siente mi alma. Siempre juzgué a
otros creyendo que era lo correcto, mi deber y la misión que me
había sido encargada por el mismísimo Dios a través de las fuerzas
oscuras que dominan el Infierno. Sin embargo, acabé saboreando el
dolor, la penuria, la rabia, la impotencia y la ira. Di con mis
huesos a las celdas de la oscuridad. Me sentí condenado. Sólo un
ángel y una mujer con aspecto de virgen María, o Santa salida de
los frescos de una iglesia, salvaron parte de mis años más
terribles. Él hizo que el mundo se quebrara y ella terminó
destrozando los escasos muros que se sostenían en pie. El vacío fue
terrible y me precipité al abismo, allí donde las almas penan y los
sueños parecen convertirse en cenizas.
Busqué mis viejas aspiraciones, la
bondad perdida y no hallé nada más que viejos recuerdos. Enterré
mis lágrimas junto a viejas reliquias y caminé por la tierra con
una vida impía. Me alejé de Dios, el Demonio y cualquier versículo
que pudiese recordarme lo estúpido que llegué a ser. Caminé sin
rumbo durante mucho tiempo, pero finalmente encontré el hogar en los
brazos de la muerte de cada una de mis víctimas.
Era un vampiro antiguo, poderoso y
solitario. Muchos no llorarían mi pérdida. En sí, jamás pensé
que alguien pudiese sentir lástima por mi destino. Cuando estallé
en llamas y fui dado por muerto pensé que jamás debería
reaparecer. Me enterré en la tierra fresca y fértil, busqué cuidar
mis heridas y aceptar el maleficio de mis viejos actos. Sin embargo,
acabé despertando con ideas terribles y destructivas. Hice arder a
jóvenes y antiguos. Me convertí en un esqueleto que danzaba
cortejado por las llamas del Infierno.
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