Todos hemos perdonado a Rhosh y Benedict. Incluso yo los he perdonado por lo que hicieron con Viktor. Maharet murió, igual Khayman y Mekare. Nadie podrá restaurar las vidas que destruyeron.
Lestat de Lioncourt
Era crucial. Tenía que hacerlo. Creí
que era mi deber. Dejé que me cegara el deseo de finiquitar aquello.
Quería ser el héroe que jamás fui. Siempre en segundo plano,
siempre alejándome, dejando que otros tomaran las últimas
decisiones y permitiendo que el tiempo me convirtiera en una leyenda
muerta. Hubo un tiempo en el cual fui reconocido y temido, pero
permití que me arrebataran la razón y la verdad. Decidí alejarme,
olvidarme de todos y aislarme entre mis sueños de paz, longevidad y
tranquilidad. Era un sueño ambicioso teniendo en cuenta que siempre
hay caos y guerra. La guerra jamás finalizó. Está claro que el
germen de la violencia anida en todos nosotros y nos manipula hasta
extremos insospechados.
Maté a una inocente y a un imponente
guerrero. Me horroriza lo ocurrido. Miro hacia atrás y veo mis manos
manchadas de sangre. Es la sangre más inocente que he podido
contemplar y percibir. Todavía tiemblo imaginando los brazos de
aquel cuerpo decapitado. Sus largos dedos de mujer, tan hermosos como
horripilantes, buscaban su cabeza. Y aquella cabeza, con ese rostro
tan hermoso de ojos verdes llenos de lágrimas, intentaba encontrarse
con su correspondiente cuello.
Entonces, Benedict, acabó con todo. Él
destrozó su cráneo. Hizo que el fuego lo consumiera, lo aplastó
con fuerza y lo convirtió en añicos. Maharet pasó a ser recuerdos.
Miles de recuerdos. Ella, nacida entre el odio y la demencia de una
soberana convertida en diosa y villana, había muerto. Su hermana
estaba en el jardín, completamente perdida y sin conocimiento de lo
ocurrido. Parecía un fantasma que observaba las aves nocturnas,
acariciaba las plantas y parecía caminar como un animal. Era un ser
sin intelecto, aunque era posible que sufriera.
Debía acabar con ella y Khayman. Tenía
que terminar el trabajo. Pero me sentía tan hundido que era incapaz
de hacer algo tan terrible. Me senté esperando al guerrero, al que
debería acabar conmigo, pero cuando llegó actué con la misma
frialdad que mi compañero, amante e hijo. Matamos al noble Khayman,
el guerrero de fuerza sobrehumana, que estaba arrasando con el mundo
entero. Quizás su alma atormentada quedó liberada del dolor. Murió
sin saber que su gran amor, su compañera y la mujer que nunca dejó
de proteger, había sido asesinada.
Entonces todo pasó demasiado rápido.
Secuestré a Mekare. Nos llevamos su cuerpo como si fuese una momia
que se traslada de museo. Me pregunto si sufrió, si fue consciente o
si en algún momento podré perdonarme todo lo que hice. Benedict sé
que no será capaz y que, claro está, llorará como siempre lo ha
hecho. Sólo espero que el dolor se reduzca. No somos villanos, sólo
fuimos demasiado estúpidos y creímos que podíamos tapar el sol con
un dedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario