Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 29 de julio de 2015

Peleas y romance

—Nunca piensas en mis sentimientos—dijo sin bajar el libro que tenía entre sus manos—. Jamás reflexionas si me sentiré bien o mal...

Sus palabras hicieron eco en mis pensamientos y provocó que le mirara de soslayo. Estábamos en mi biblioteca favorita del castillo, donde había pasado mis peores años de vida. Aquí solía subir castigado por mi padre, golpeado por mis hermanos y recriminado por mi madre. Me sentaba en el alfeizar de una pequeña ventana y contemplaba los moribundos campos, esos que ahora se extienden como hermosos y gloriosos viñedos. He recuperado mis viejos planes y sueños, pero sigo sintiendo la humedad de aquellos años y el dolor que me hacía ser tan perverso, tan rebelde y tan inconsciente. Quizás amo éste lugar porque me hace ser lo que siempre he sido, para así no olvidar.

La biblioteca no es demasiado extensa, tan sólo posee un hermoso fresco en el techo que se asemeja a un cielo cargado de estrellas. Puedo ver las constelaciones más conocidas con sólo levantar el cuello. Realmente es admirable el trabajo que han hecho ofreciéndome todos mis caprichos.

—Si no pensara en tus sentimientos, Louis, no hubiese permitido que estuvieses aquí—respondí bajando el periódico que tenía entre mis manos. Llegué a doblarlo, lo dejé sobre un lado de la mesa y miré fijamente sus finos rasgos.

Tenía un aspecto impecable. Poseía una belleza única que me atrapaba sin poder explicarlo. Deseaba besar sus carnosos labios, hundir mis dedos entre sus largos y ondulados cabellos oscuros, y aspirar el aroma del caro perfume francés que yo mismo le había obsequiado.

—Te burlas de mí—susurró bajando el libro, al igual que yo había hecho con mi periódico. Leía un poemario que yo mismo le había obsequiado. Si no le amara no conocería sus gustos ni le ofrecería caprichos.

—¿Yo me burlo de ti? ¿Qué hay de mí?—pregunté incorporándome para ir hacia la silla lacada de oro, forrada con encantador forro borgoña, que yo mismo había elegido con él. Me senté a su lado y seguí hablando mirándole a los ojos. No pensaba esconderme—. Huyes de mis brazos y debo aceptarlo. Tengo que encajar que no me soportes, para luego escuchar que yo te eché de ellos.

—Lo haces—dijo levantándose.

—¿Cómo lo hago?—me levanté molesto.

—Aceptando en ellos a todas esas desconocidas de generosos escotes, las cuales tomas entre tus brazos y las seduces hasta que caen suspirando sobre tu torso—reprochó.

Mi vida, su vida, y en sí nuestra vida era un canto de reproches y molestias. Él gritaba, yo lo hacía aún más, nos odiábamos y luego susurrábamos palabras llenas de amor. No había quien nos entendiera y a la vez cualquier amante sabía que todo era fruto de los celos.

—¡Y luego las mato!—exclamé.

—Vaya forma de matar...—murmuró abrazándose a sí mismo, bajando la cabeza y dejando sus ojos clavados en el suelo de piedra de la habitación.

—¿Sabes tú alguna mejor?—chisté—. ¡Oh! ¡Espera! Ahora recuerdo que tú cazas ratas.

—Lestat, deja de destacar los errores de mi pasado—dijo dando un paso hacia atrás, bajando los brazos e intentando huir como una de esas ratas que pataleaban en su boca, justo antes de morir y perder hasta la última gota de sangre.

Si había aludido a ese pasado es porque era eso, pasado. Él cazaba igual que yo. Buscaba al criminal, al villano, al que tenía la misma envergadura moral que nosotros y lo mataba. Mataba como todos. Saciaba su sed con la sangre de otro asesino, otro como él.

—Y tú deja de creer que juego con las golfas que me aclaman—me acerqué rápidamente a él, tomándolo del rostro y le hablé con total sinceridad—. Ellas no me interesan.

—¿Y qué te interesa?

Su pregunta fue respondida con un beso. Un beso que calmó sus dudas. Mi sangre acarició su lengua y llenó su boca. Rápidamente sus manos se aferraron a mí y todo su cuerpo cedió a mis deseos. Louis dejó de clamar por todo y se convirtió en el amante que tanto deseaba.




Lestat de Lioncourt

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt