Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 3 de julio de 2015

Se libre

He buscado la única carta que tengo de Nicolas, no de Eleni. Es una carta suya, de su puño y letra, y reza en ella su odio y también su amor. Sólo le decepcioné y eso causó que su corazón se quebrara.

Lestat de Lioncourt


No he olvidado sonreír, sólo he olvidado los motivos por los cuales lo hacía. Soy un demonio que camina entre el bien y el mal, empujando a muchos a decidir por lo más tentador y apetecible. He condenado a muchas almas, he disfrutado de la sangre y todos los secretos crueles que contienen las venas frágiles de mis víctimas. Yo también soy una víctima. Me he convertido en un despreciable ser que trepa por los confines de ésta ciudad, la ciudad donde la revolución truena y el mundo parece crujir a golpe de pólvora, mientras las cabezas ruedan por las plazas. La sangre de los nobles manchan los delicados zapatos de los burgueses. Te recuerdo a ti y deseo que tú ruedes como ellos. No por tu nobleza, sino por lo hipócrita que fuiste durante tantas noches.

Me dijiste que me amabas a mí del mismo modo que amabas las luces diáfanas de las velas, al igual que amabas mi música y te apasionaba la idea del arte y la sátira. Tenías vocación de santo y demonio, comulgabas entre el bien y el mal desde que te conocí, poseías encanto y convicción, además de una luz que aún me ciega y que ya no me ofreces. No sé como debo tratarte. Es más, no sé si deba tratarte. Te has convertido en mi verdugo y aún así sostengo las estúpidas cartas que envías.

Eleni se hace cargo de hacerme llegar cada una de tus líneas. Ella las lee en voz alta con cierta ilusión, pero yo la observo como si no me importaran. Pero me importa. Estás viendo mundo, estás conquistando sueños, sabiduría y una vida que ya no nos pertenece. Somos retorcidos monstruos que reptan por la oscuridad secuestrando sueños, pero tú los haces realidad. Te has convertido en un aventurero, porque ya eras cazador. Ese instinto de sostener la presa, de retorcerle el cuello y dejarla muerta lo conocías bien. Siempre lo has conocido bien. Matabas para sobrevivir y éste no es muy distinto a cazar pobres conejos indefensos. No. Pues incluso los lobos parecían más fieros, terribles y cruentos que tú.

Te odio. Te detesto. Siento asco de haber gemido tu nombre mientras mordía la almohada de aquel tugurio, el mismo nombre que suspiraba acariciando tu torso y que tú repetías como si fuera una burla. Porque te burlabas de mí. Te burlas aún de mí. Yo no te importo lo más mínimo. De haberte importado, maldito malnacido, me habías hecho lo que soy hacía mucho y no me habrías condenado a observar ese espectáculo de huesos, demonios consumidos por las llamas y juicios de palabras profanas. Sabías que yo creía en Dios, pero tú te convertiste en mi ángel. Ahora no eres más que un demonio. Desprecio tu dinero, tus propiedades y todo lo que me ofreces. Pero me quedo con éste lugar porque es el escenario de nuestra derrota, una derrota peor que la que tuvimos frente a la vida. Es la derrota del amor, la amistad y la complicidad. Aquí yacen todos mis sueños, mientras parece que los tuyos volaron contigo.


Si te escribo ésta carta es para despedirme de ti. No envíes más cartas. No quiero saber de ti. No quiero escuchar tus miserables palabras de amor y preocupación. Tú a mí no me quieres. Sólo soy una espina clavada en tu corazón que pronto dejará de hacerte daño. Muérete o deja que yo muera, pero no me condenes a saber que ambos estamos bailando con la doncella sobre la faz de ésta pútrida tierra.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt