Daniel Molloy ha vuelto a dar su nueva opinión, su artículo en nuestra sección web. Esta noche estará en la voz de la Tribu, junto al resto de compañeros, y un invitado especial. ¡No se lo pierdan!
Lestat de Lioncourt
Actualmente hay una fiebre irrefrenable
sobre el mundo de la oscuridad, los “monstruos” que nos ocultamos
del sol y nos disponemos a vivir a costa de la muerte de otros. Esa
fiebre, o deseo de conocer absolutamente todo sobre nosotros, ha
generado una ola de arte muy variado. Hay artistas gráficos,
escultores, escritores y diseñadores que se dedican a crear un mundo
ya consolidado, dando su propia perspectiva o reverenciando a los
clásicos del género. No hay duda que los jóvenes de hoy en día no
tiemblan ante un par de colmillos, sino que se dejan llevar por el
deseo de conocimiento y diversión.
Hay un subgénero importante de
directores empeñados en llevar al cine cualquier novelucha barata,
entre ellas absurdas criaturas que brillan bajo el sol y que dicen
ser vampiros. Opino que cualquiera puede ser escritor, pero pocos
serán recordados con el paso del tiempo como grandes en su género.
Nosotros no somos personajes, por suerte o desgracia, sino criaturas
que aguardan el momento para lanzarnos sobre nuestra presa.
Cuando era mortal sufrí ese delirio,
esa necesidad de saber todo sobre los vampiros, debido a un
encontronazo casual que se convirtió en novela y testimonio
indiscutible para una nueva generación de vampiros. Las nuevas
tecnologías, las réplicas que precedieron, la verdad contada con
pelos y señales de otros inmortales, los testimonios gráficos y las
diversas oleadas de películas llenas de vampiros que nos emulaban,
como si fuese fácil emular el dolor real de nuestra carga. Muchos se
sienten desgraciados, pero desean la inmortalidad aferrándose a
ella. Si bien, la mayoría nos sentimos afortunados, aunque hayamos
sufrido grandes tormentos y estuviésemos a punto de perder el
juicio.
Un vampiro es algo más que el símbolo
de sus colmillos manchados de sangre en las grandes pantallas de un
cine, al cual acuden jovencitas suspirando por la idílica imagen de
un actor atractivo y un argumento que emula a Romeo y Julieta
descaradamente. Las tragedias de amor y sangre son muy populares. Por
desgracia, en ésta sociedad, no se puede ofrecer la verdad tal cual
es porque no interesa. Si bien, Benjamín ha logrado algo que
creíamos impensable. Ha mostrado al mundo lo que somos y, aunque
millones siguen nuestra radio creyendo que es una performance, parece
que es una visión mucho más atractiva que los clásicos romances de
verano.
Aún así, pese a todo, nosotros
disfrutamos del cine y de cualquier género. También de las series,
documentales y cualquier producción que se emita en televisión y
pueda ser interesante o informativa. Suelo disfrutar de la compañía
de Marius, así como la de otros inmortales, cuando enciendo el
televisor y buscamos alguna serie o película que pueda persuadirnos.
Por supuesto, seguimos yendo al teatro, conciertos y cualquier evento
nocturno. Las representaciones artísticas, los museos que abren en
la noche para ofrecer un recorrido distinto a quienes desean acudir a
ellos o las visitas culturales a zonas de la ciudad que, incluso para
nosotros, pueden ser desconocidas. No somos tan distinto a todos
ustedes, pero no somos como imaginan muchos.
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