Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 27 de julio de 2015

La voz de la Tribu- emisión 5

Nueva intervención de nuestros compañeros en las ondas. Aquí tienen la conversación completa con Flavius.

Lestat de Lioncourt


La noche era joven, pues tan sólo hacía unas escasas horas que el sol se había ocultado entre los edificios. Todos estaban en sus respectivas posiciones, inclusive el inesperado invitado de la semana. Había decidido intervenir mucho antes, pues se encontraba impaciente y deseaba tener un momento célebre en el programa. Junto a David, vestido con un elegante oscuro traje de Armani, se encontraba Benjamín, el cual se había decidido por un look más casual y tan sólo llevaba una camiseta blanca y un chaleco negro junto a sus impecables tejanos oscuros, y Flavius, el antiguo esclavo de Pandora que llevaba un cómodo pantalón tejano claro y una camisa violeta sin mangas.

Al fondo, junto al piano, se encontraban Antoine y Sybelle. Ella llevaba aquella noche un elegante traje de cocktel muy primaveral, de escote en palabra de honor, color champán mientras que él había optado por una camisa con cuello de tirilla, el cual está formado por una tirilla completamente recta que no se dobla como los habituales, y unos impecables pantalones de vestir en tono burdeos. Las manos de ambos músicos ya se encontraban sobre sus respectivos instrumentos. Ella contenía su pasión siguiendo la melodía dulce y bucólica del violín, el cual animaba a una conversación amena y distendida.

En la cabina Daniel se encontraba de pie. Observaba los comentarios de la web desde su Iphone, mientras se movía hacia delante y hacia detrás. Su flequillo rubio caía sobre sus perfectas cejas doradas. La ropa era muy informal, como la que solía usar siempre, con un peto algo amplio en color negro y una camiseta blanca, algo ajustada, con las mangas ligeramente enrolladas.

—Buenas noches a todos los presentes aquí y en cualquier parte del mundo. Bienvenidos una noche más a nuestra pequeña tertulia nocturna—explicó con una ligera sonrisa mientras acomodaba su sombrero. Benjamín era un hombre serio, un gran comunicador, pero su aspecto seguía siendo extraño. Parecía un hombre, pero no dejaba de sonreír con la ilusión de un joven adolescente.

—Buenas noches—añadió David—. Hoy daremos una calurosa bienvenida a Flavius—dijo apoyando sus brazos sobre la mesa, la cual tenía el tamaño idóneo para los tres ocupantes.

—Buenas noches a toda la tribu—dijo sin mostrar nerviosismo alguno—. Es un placer para mí estar con todos ustedes. Suelo escuchar el programa a diario, no sólo la sección de entrevistas que poseen—sus ojos claros eran bondadosos, igual que sus labios carnosos y su arremolinado cabello castaño con reflejos rubios, algo más claros que hace algunos milenios.

La sangre había parado su envejecimiento en los treinta y algo años, aunque no sabía a ciencia cierta su edad exacta. Era un antiguo esclavo que tuvo la fortuna de estar a servicio de un hombre noble, comprometido y amable, que decidió liberarlo. Sin embargo, eran tiempos difíciles y era mejor ser esclavo que ser libre y no tener pan para llevarse a la boca. Rechazó ser liberado y esperó encontrar un nuevo amo. La persona que llegó a su vida fue Pandora, la cual parecía desorientada y vestía de una forma impropia para una mujer de su clase social. Ella desconocía como sacar partido de su belleza y él deseaba servirla por su inteligencia, pasión y coraje.

La relación de ambos se vio rota por los celos de Marius y sus estúpidas leyes. Existía una ley en contra de crear a tullidos o ancianos. Flavius había perdido una pierna en mitad de una cacería hacía algunos años, sin embargo podía valerse por sí mismo. Tenía una pierna de mármol perfectamente tallada, para nada pesada, que le permitía caminar sin esfuerzo alguno. Sin embargo, no pudo permanecer a las órdenes de Pandora, a la cual admiraba y respetaba por igual.

—¿Cómo te encuentras tras tu largo viaje hasta nuestro estudio de grabación?—preguntó Benjamín sin más preámbulos.

—Me siento feliz. No estoy cansado, pues he decidido hacer ciertas escalas. No he querido usar mi don para volar—comentó con aquella amable sonrisa en sus labios.

—Es para mí un honor poder hablar contigo, pues Pandora es una mujer excepcional. Tan sólo ha dado en tres ocasiones su sangre, aunque Rose terminó rechazándola. Usted, Flavius, fue su primera criatura—comentó a modo introductorio—. ¿Cómo es su relación con su creadora?

—Fue nula durante mucho tiempo—explicó con un hilo suave de voz, como si fuese algo que aún le entristeciera—. No porque no la quisiera, ni porque ella no me quisiera a mí. Sé bien que ella me respeta y admira, del mismo modo que yo lo hago. Jamás he dejado de quererla a mi modo—llevó su mano derecha a su corazón y suspiró bajando la mirada. Aquellos ojos verdes eran hermosos y parecían narrar miles de momentos que, por desgracia, no pudo compartir con quien era parte de su vida—. Si bien, ahora todo ha cambiado—dijo con una pequeña sonrisa—. Lamento no haberme encontrado con ella mucho antes, pero admito que leí sus memorias. Me sentí honrado al ser retratado de forma tan noble.

—Noble y testarudo—apuntilló David, provocando que Flavius riera—. ¿Cómo es tu relación con la comunidad de vampiros con la cual llevas viviendo todo este tiempo?—preguntó.

—Oh... Gregory fue muy amable al permitir que viviese con ellos—respondió solícito—. Si bien, con quien suelo conversar con frecuencia es con Avicus, pero de temas literarios. Él también ama la poesía, la novela y el ensayo. Es agradable poder tener ciertos debates sobre autores y géneros que a ambos nos apasiona—dijo manteniendo sus ojos verdes centrados en los cafés de David.

El antiguo hombre de Talamasca, aquel director concienzudo y bondadoso, recordó el momento en el cual tomó el cuaderno que le había entregado a Pandora. Ella había redactado de su propio puño y letra la historia de su vida. Relataba en aquellas hojas la admiración a su padre, el amor hacia Marius, la decepción que sintió por parte de su hacedor y el indiscutible cariño que poseía hacia Flavius. Ella lo había dado por perdido y él, por supuesto, había rehecho su vida con otros vampiros milenarios que se adaptaban a los tiempos conviviendo como si fueran una familia, un pequeño núcleo familiar, en el cual todos parecían llevar una vida tranquila y ajena a las discusiones habituales entre inmortales.

—Zenobia me parece un enigma—indicó Benjamín—. ¿Cómo es su relación con ella?

—Es una mujer que sólo habla cuando cree que merece la pena. Piensa muy bien sus palabras y puedo decir que es comedida—rió unos momentos y prosiguió—. Algunos mortales, a los cuales quita la vida con sumo cuidado, jamás creerían que es una hermosa mujer bajo esas prendas masculinas que a veces usa—acabó diciendo mirando fijamente esta vez a Benjamín—. Como nadie diría que tú tan sólo tenías trece años, ¿o eran doce?

—Doce, casi trece años—dijo ruborizándose unos segundos—. ¿Y Marius? Mi amo es alguien muy testarudo, pero contigo parecía tener buena convivencia.

—Oh... él... —susurró y suspiró largamente—. No he tenido la oportunidad de conversar como desearía, pero sé que no me odia ni me quiere destruir. Esos tiempos han cambiado. Yo he cambiado. Él, me consta, que ha cambiado aunque mucho menos que el resto. Sigue siendo un hombre que ama las normas y desea que todos las cumplan, pese a no seguirlas en algunas ocasiones—se encogió de hombros y luego se acomodó en la silla.

—Fareed logró contigo algo excepcional, ¿aún te cuesta asimilarlo o ya has logrado aceptar que no necesitas esa prótesis?—interrogó David.

Aquello había sido una proeza. David conocía a Fareed, aunque no íntimamente. Para él aquel hindú era un genio. Había logrado que Flavius volviese a caminar sin necesidad de tener prótesis y Maharet había vuelto a ver, aunque por desgracia ya no estaba entre ellos.

—Le admiro—dijo con una sonrisa bondadosa y tranquila, sin nerviosismo o duda—. Para mí es un gran hombre y un buen amigo, al igual que Seth. Todos sois muy amables—añadió riendo bajo—. Incluso ese alocado de Lestat. Ese príncipe nuestro es un travieso sin remedio, pero me agrada su forma decidida de actuar.

—¿Qué le parece la otra criatura de Pandora?—Benjamín preguntaba por Arjun, otro hindú.

Arjun era un hombre que amaba la poesía y detestaba la violencia. Pandora había dicho que le aterraba aquel imponente príncipe que había introducido a la Sangre, pero le aterraba por sus firmes y honestos sentimientos hacia ella. El amor puede provocar un miedo atroz, sobre todo cuando no se sabe como asumir los propios sentimientos por buenos y nobles que sean.

—Es un buen hombre. Hablamos sobre nuestras vidas y poesía la última vez. Me alegra que acompañe a Pandora a recorrer y ver un mundo que ella ama, aunque a veces sea tan terrible—sabíamos que se refería a los horribles acontecimientos que habíamos vivido, así como las miserias del mundo en sí. Pese a los adelantos y la vida moderna, mucho menos centrada en guerras cruentas, todavía existían miles de conflictos armados y de guerras en la oscuridad de un despacho.

Flavius se comportaba como un hombre atento. Había sido profesor para los hijos de aquel hombre tan noble y justo que lo trataba como un hijo. Para Pandora había sido el hombre que dirigía su pequeña fortuna y se hacía cargo de sus esclavas Lia y Mia. Entre sus brazos había descansado aquella mujer fuerte que todos admiraban, pero también había llorado. Pandora confesó su debilidad frente a él, que incluso le había deseado entre las sábanas de su cama, pero él se abstuvo a ser servicial y amable.

—¿Quieres decir algo a los oyentes?—preguntó David—. Te doy esa oportunidad, ya que deseabas intervenir y no lo hiciste. No llamaste como deseabas. Hace unas horas me lo confesabas cuando llegabas a este enorme edificio y te paseabas por el jardín, dejando tu tributo a la tumba de Khayman y las Gemelas—el tono educado hizo que Flavius reaccionara.

El milenario siempre había admirado a los hombres como David Talbot, pues siempre estaban dispuestos a escuchar y conocer. Se sentía cómodo entre ambos jóvenes inmortales, así como se dedicaba a ver las piruetas que Antoine hacía con el violín y que, por supuesto, acompañaba Sybelle con una elegancia inusitada en el piano.

—Quiero dar las gracias a todos por escucharme—murmuró—. Cuando todo ocurrió, con las Quemas y la reunión, sentí que la vida tranquila que había llevado se destrozaría. Si bien, no ha sido así. Me siento afortunado porque ahora podemos reunirnos con frecuencia. Amo las reuniones donde podemos bailar y tener confidencias—rió brevemente y suspiró de nuevo con cierta melancolía—. Me duele saber que hay cientos de miles que no pueden hacerlo, pero sé que sus almas están con nosotros y eso es lo que más debería importarnos.

—Muchas gracias por tu presencia—dijo Benjamín cuando comprendió que, con aquellas últimas palabras, podían dar por terminada la conversación.

Flavius se movió del asiento y se unió a los músicos. Bailaba y brincaba con una energía propia de un hombre joven. Sus cabellos ondulados se movían sobre su frente y rozaban sus cejas. Tenía unos brazos fuertes, una complexión atlética, y un rostro bondadoso. Era hermoso. Podía haber sido el inspirador del David de Miguel Ángel, pues su rostro estaba esculpido con una belleza griega muy atractiva.


David y Benjamín rieron mientras daban por finalizada la intervención de ambos con una despedida conjunta. El próximo día sería Gremt quien estaría con ellos. No había podido ser antes. Habían ocurrido cosas en Talamasca y él, pese a haber cedido sus intervenciones en la orden a los humanos, necesitaba ponerse al corriente y manejar ciertos asuntos.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt