Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 10 de agosto de 2015

Emisión 5: La voz de la tribu : Benedict

La voz de la Tribu ha tenido su nueva emisión.

Lestat de Lioncourt


Las sirenas parecían romper la quietud de la ciudad. Habían ocurrido algunos disturbios violentos no muy lejos del estudio donde todos se reunían. En aquella habitación, ligeramente alejada del mundo, se encontraba un reducto de inmortales que deseaban desvelar la verdad oculta en cada párrafo de una historia ya contada. Benjamín estaba junto a David. Ambos inmortales poseían unos rasgos muy atractivos, unas pieles doradas de apariencia mortal y unos ojos castaños muy profundos. Conversaban en un suave murmullo sobre el próximo invitado. Daniel, el antiguo periodista de prensa escrita, se dedicaba a revisar los últimos comentarios realizados en la web.

No muy lejos de ellos, alrededor del piano, se hallaba Sybelle en los brazos de Antoine. Ambos se miraban a los ojos mientras bailaban gracias a una canción dulce, aunque apasionada, que tarareaba el violinista. Los ojos azules, tan llenos de vida como de malas vivencias, se fundían en los de su amada musa. Sybelle era como un ángel con aquellos cabellos dorados sueltos, rozando sus hombros y cintura, mientras sonreía con aquellos ojos claros llenos de música. Pues ella veía la música ascender y descender, podía sentirla sobre su piel y entrando en su alma. Para ella la música era algo más que una melodía, un pentagrama, un ruido agradable...

Los presentadores del informal, aunque imprescindible, programa de radio online vestían con unos trajes de Armani que Armand había conseguido hacía unas horas. Había sido un obsequio y ellos habían aceptado. Era habitual entre inmortales, sobre todo entre grandes amigos, regalarse cosas como aquellas. Las ropas o joyas eran prendas muy apreciadas, aunque Louis prefería que le regalaran libros. Él no estaba allí, aunque se encontraba pendiente del programa muy cerca de Lestat. Ambos estaban en Auvernia.

Allí estaba otro inmortal. Otro tan importante como desconocido para muchos. Benedict se hallaba sentado alrededor de todos aquellos que le juzgaban, para bien como para mal, mientras se recordaba así mismo que ser un monstruo era parte intrínseca del proceso de ser inmortal, que sus pecados no eran tan distintos a los de otros y que podía asumir el riesgo de hablar públicamente en aquella pequeña radio.

La risa fresca de Sybelle era muy agradable y fue lo primero que se escuchó aquella noche, para luego transmitir las primeras notas de su piano. Antoine la siguió danzando alrededor del instrumento apoyando su mentón en el suyo, dejando que sus dedos pellizcaran cada cuerda y emitiera un sonido poco usual para muchos. Armand los escuchaba desde una de las bibliotecas, la favorita de Lestat, mientras rezaba a un Dios en el cual ya no creía, pero que aún así tenía presente.

—Bienvenidos una vez más—dijo Benjamín rompiendo el hielo—. Mi nombre es Benjamín y estoy aquí para invitaros a éste espacio íntimo que tan bien conoceréis. Para aquellos que no, que es su primera vez, os agradezco el contactar con nosotros en una noche que puede ser una puerta abierta que jamás se cerrará si no queréis—su voz era dulce y tranquila, lo cual animaba a la complicidad que tenía con David tras tantas semanas.

—Hoy tenemos un invitado muy especial—indicó David—. Soy David Talbot, viejo miembro y director de la Orden de La Talamasca, detectives de lo sobrenatural, que se encuentra entre los inmortales más poderosos de éstos tiempos. Ahora, como inmortal, me dedico a traeros entrevistas profundas y sinceras con inmortales que han decidido ser parte de la historia de la Tribu. Una Tribu que cada vez es más amplia y unida—dijo con una sonrisa que podía transmitirse a través de las ondas—. Benedict nos acompaña en ésta ocasión. ¿Quién es Benedict? Para aquellos que han leído la última aventura de Lestat bien sabréis quién es y parte de su historia, otros la conoceréis hoy.

—Bienvenido, te damos las gracias—añadió Benjamín.

—Gracias a ambos—dijo en un tono de voz casi inapreciable—. Mi nombre es Benedict...—susurró algo más convencido con lo que hacía. Se animó así mismo pensando que debía demostrar lo que conocía, su verdad, y no permitirle a otros que contaran sus orígenes y el dolor que aún soportaba—. Estoy a vuestra entera disposición.

—Hace tiempo que no conocíamos inmortales tan antiguos como tú. Habéis dado un paso adelante y tú eres ahora conocido por una atrocidad, por una desgracia, ¿cómo sienta una fama tan terrible?—preguntó David.

—Soy un hombre que iba a consagrar su vida a Dios. Todavía creo en la bondad y en la maldad. Ahora no soy un monje, no voy a ser ordenado jamás entre los hombres bondadosos que seguían a Dios Padre, pero sí soy un hombre que acepta sus errores y se flagela cada noche—su voz sonaba trémula, pero fuerte. Hablaba con convicción, aunque parecía asustado—. Ayudé a acabar con la vida de Maharet y Khayman, secuestré a Mekare y Viktor, pero juro que lo hice porque creí que era la única solución. Rhosh parecía decidido y me convenció. Él está muy arrepentido y yo también. Me arrepiento de mis actos, pues estos han causado un daño terrible. Sin embargo, ya no se pueden reparar. Es algo que no podemos regresar, aunque damos las gracias a todos por aceptar nuestras disculpas. Nuestra conciencia jamás estará tranquila y ese, sin duda alguna, será la peor condena.

Aquellas palabras llegaron a Jesse. David pudo conocerlo de primera mano. Un mensaje apareció en la pantalla de su móvil. No hubo sonido alguno, sólo una pequeña vibración y una luz encendida. El mensaje era sincero y directo. Ella aceptaba esas disculpas, pues sabía que Benedict en el fondo era sólo una víctima como el resto de inmortales implicados en las Quemas.

—¿Por qué aceptaste la inmortalidad?—preguntó Benjamín—. Yo quería estar con Armand y Sybelle para siempre. Amo a ambos. También amo a mi amo, Marius, y aprecio a todos los inmortales que he ido conociendo. Si bien, ¿por qué lo aceptaste tú?—la pregunta era habitual. Muchos lo habían contado en sus historias, pero otros no habían podido aún decir demasiado.

—Conocía Rhosh. Él prácticamente me persuadió a aceptarlo—respondió tras una risa nerviosa—. Amo a Rhosh. Detesto cuando él se molesta conmigo—se encogió de hombros un momento y suspiró—. Es un gran regalo que hay que dar con cuidado.

—Hablando de dar, ¿cómo te sentó que Magnus te robara La Sangre y se convirtiera en inmortal?—preguntó ésta vez David.

—Ah...—alzó sus cejas castañas y se echó a reír—. Me molesté mucho, pero sobre todo porque sabía que Rhosh no estaba de acuerdo. No fui cuidadoso y me comporté como un idiota—puso sus delicadas manos sobre la mesa y acarició el micrófono—. Me gusta la música de Sybelle y Antoine, pues me recuerda mucho al trabajo de Notker...

Ambos músicos tocaban apasionadamente, se concentraban en una melodía que animara al inmortal a contar su historia. También sanaban las heridas de muchos. La música era una terapia, una amiga. Sybelle llevaba un elegante y vaporoso vestido rojo pasión, como si fuese una fresa madura, y Antoine un traje blanco muy elegante.

—¿Qué sentiste al saber que Magnus es un fantasma ahora? Y un fantasma que colabora con la raíz misma de Talamasca—esa pregunta era interesante, pues le hizo meditar unos segundos. David había dado en el clavo.

—Felicidad—respondió con simpleza—. Ha logrado tener la apariencia que merecía y tiene la paz que buscaba. Fue un estúpido al creer que podría tenerlo todo con La Sangre. La Sangre no te da nada salvo oportunidades para ser feliz, pero a veces no podemos ser felices basándonos en vivir para siempre. Es el miedo a la muerte el que le condujo hacer algo así. Un miedo terrible a morir sin ser amado, sin ser comprendido, sin experimentar todo lo que quería hacer y sin lograr ciertos hallazgos. Pero ahora es feliz, yo también lo soy y todos deberíamos serlo porque ha llegado un nuevo periodo menos oscuro, menos frívolo, menos duro...

—¿Por qué crees eso?—interrogó Benjamín.

—Todos sabemos ahora la verdad, qué somos y de dónde venimos, aunque todavía queda resolver el dónde vamos y cómo nos comportaremos en un futuro. Me encanta saber que soy parte de una Tribu y que no soy un muerto viviente, sino un mutante—movió sus piernas un instante y las cruzó para luego estirazarlas por debajo de la mesa. Aquella silla era algo incómoda, pero no diría nada por no parecer desagradable.

—¿Por qué os separáis a veces Rhosh y tú?—aquello hizo que Benedict sufriera otro cambio. Las palabras en tono sutil de David llegaron hasta su corazón.

—Discusiones estúpidas, como las que podéis tener todos—dijo encogiéndose de hombros—. Pero él se muestra muy arrepentido y me acepta de nuevo a su lado, yo acepto estarlo y decido amarlo sin más. Aprendemos de nuestros errores y eso es bueno. Es la belleza de la vida, sea mortal o no—se llevó la mano derecha a la frente y retiró un mechón ondulado, casi rizado por completo, de su rostro para dejarlo tras su oreja.

—¿Como las de Marius y Armand? ¿O las que tiene Louis y Lestat?—esa pregunta por parte de David puso nervioso a Benedict. No quería hablar de ello—. ¿Qué has decidido hacer con tu nueva fama?

—Limpiarla. Deseo que comprendan que fue algo puntual. No soy así. Lo hice por amor y lealtad, pero era porque pensaba que era lo correcto. Ahora sabemos que no lo era—explicó de nuevo—. El amor es mejor que el odio y la violencia.

—¿Qué es lo que más te gusta?—preguntó Benjamín.

—Como a muchos inmortales me gusta el arte, conversar con otros, leer y sobre todo observar a Rhosh jugar sus eternas partidas de ajedrez—dijo Benedict.

—Gracias por estar aquí, por contar tu verdad. ¿Deseas añadir algo más?—dijo Benjamín.

—Sí, que gracias. Que lamento mucho lo ocurrido. También que espero poder volver a Viktor, Jesse y a tantos otros. Quiero hablar con ellos en privado y comprenderlos mejor. Por favor...


La música ascendió, pero de repente se calmó. Benjamín dio sus palabras finales. Explicó que la siguiente entrevista sería con Pandora, la cual estaba deseosa de estar en la radio compartiendo sus vivencias. David sonrió triunfante, pues él la convenció como hacía tantos años atrás. Daniel simplemente terminaba de teclear la entrevista, para dejarla en medios escritos. Los músicos siguieron tocando hasta pasadas varias horas. Benedict se marchó a la biblioteca, allí se sentó junto a Armand y lo contempló en silencio. Después ambos vampiros, Benedict y Armand, conversaron sobre el arte, la ciencia y el mundo mortal.  

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Lestat de Lioncourt