Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 11 de agosto de 2015

Tú y yo

Maharet y Khayman no merecían un final así, tan trágico y violento, pero reconozco que se tuvieron el uno al otro hasta el final. Eso me da cierta paz. Parece increíble, pero me da paz.

Lestat de Lioncourt


—Te juro que no quería hacerlo—decía aferrado a mi cintura.

Recuerdo cuando él me abrazaba entre sus brazos, sosteniéndome con una firmeza inusitada para mí. Me defendió del dolor, la miseria, el horror y la tragedia que caía sobre nosotros como una pesada lápida. Nos conocimos dentro del odio, pero floreció entre nosotros la llama de la esperanza que fue nuestra hija Miriam. Ella nos unió, así como también lo hizo La Sangre y el deseo de justicia. No era venganza, sino justicia. Una justicia que sumiera a nuestras almas en una paz innegable. Todavía lo recuerdo. En aquellos momentos esa imagen permanecía firmemente aferrada a mi memoria, igual que él a mis prendas. Sus toscos dedos de guerrero, los cuales siempre fueron ásperos y grandes, se aferraban con fuerza a las faldas de mi vestido. Me arrugaba la tela, pero no me importaba. Podía notar su miedo, la vergüenza, el desánimo, la tristeza y el dolor que yacía en su torturada mente. Estaba volviéndose loco. Mi amable guerrero, mi guardián, era un gigante terrible e imposible de frenar en su demencial recorrido por el mundo.

—Te creo—susurraba acariciando sus largos cabellos negros—. Khayman, deja de llorar. Si no lo haces yo también lloraré—decía arrodillándome junto a él.

Tomaba su rostro entre mis manos, abarcándolo a duras penas, mientras rozaba sus mejillas duras y sus labios carnosos. Veía en sus profundos ojos negros un vacío inmenso y una pena imposible de arrancar. Podía verlo con claridad gracias a Fareed, pues él me hizo recobrar la vista aunque fue para ver como mi mundo, el mundo que yo había ayudado a mantener a salvo, se convertía en una bola de fuego y llanto.

—Te amo, te amo, te amo... —repetía rodeándome.

Empapaba mi ropa con sus lágrimas de sangre y provocaba que yo también llorara. Ambos abrazados, en presencia de mi hermana perdida en su universo de caos y sueños, nos consolábamos intentando hallar una solución al miedo y el odio, a la muerte y el desastre.


—Khayman, mi Khayman. Mi adorado guardián. Yo también te amo—susurraba cada noche, como si fuese una oración que nos salvara del horror.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt