Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 8 de septiembre de 2015

Because of you

—¿Dónde estoy?—murmuré sintiendo un terrible y agudo dolor que se propagaba, como si fuese un horrible incendio, por todo mi cuerpo.

—En el infierno—respondió una voz familiar. Una voz menuda, dulce e incluso coqueta con un atisbo de maldad indudable—. Bueno, aún no has dado con tus huesos en él, pero ojalá no tardes demasiado.

Sentí su pequeño peso en la cama, pude notar sus manos frías sobre mi muñeca derecha y como me miraba. Esos ojos. ¡Unos ojos enormes y azules! Mi niña, mi muñeca, mi dama, mi hija...

—Claudia...—balbuceé al borde de las lágrimas. Otra vez ella, como si fuese un demonio convertido en ángel de la guarda.

—Hola, padre—susurró entre pequeñas risotadas—. Veo que te acuerdas perfectamente de mí, eso es agradable.

—¿Eres real?—pregunté en voz alta.

No era la primera vez, pero en esos momentos sentía como ella me tomaba de la mano. No me acariciaba, sino que apretaba con todas sus fuerzas. Hacía presión con sus pequeños y finos deditos. Era insoportable.

—¿Cuán real es el dolor que sientes?—dijo inclinándose hacia delante.

Sonreía como una niña traviesa. Parecía divertirse de mi dolor, de ésta enfermedad terrible que me tenía delirando día y noche. Había estado soñando con ella, con Louis, con Armand y el teatro. Incluso había deseado ver a Nicolas una vez más, aunque fuese en el infierno si daba con mis huesos en él. Quería huir, pero no podía. Deseaba morir, pero también vivir. Aquello era insufrible.

—...

—¿No te dijo tu querida, adorada, y admirada madre que no debes salir sin ropa de abrigo?—preguntó moviendo con encanto sus pies envueltos en unas botitas de charol. Su cabello rubio brillaba bajo las luces de la habitación. Luces de tubo incandescente en un techo pulcro de una habitación que olía a desinfectante.

—Yo te amaba...—logré articular.

—Ahórrate las hermosas palabras, Lestat. Ya no creo en tus dichosas mentiras.

Ella se empeñaba en que eran mentiras. Pero no eran mentiras. Yo la amaba. Siempre la amé. Fue un pecado convertirla, mentirle durante tantos años para que no sufriera, si bien no había día ni noche que no sintiera que fue mi perdición, que la amé más que a mí mismo y tanto como Louis.

—¡No son mentiras!

—¿No? ¿No lo son? No me amabas—susurró—. El rencor pudrió tu oscuro y ponzoñoso corazón.

—Creí que hacía lo correcto...

Me sentía mareado y cansado. No terminaba de vislumbrar la clase de sitio en el que estaba. Deseaba regresar a casa, ¿pero cuál era mi casa? ¿Adónde podía ir?

—Para recuperarlo a él. ¿Y dónde está? No te soporta, Lestat. Louis no vendrá. No eres su príncipe azul. Él te detesta tanto como yo y aguarda el momento para librarse de ti—aquellas palabras me hicieron llorar.

Deseaba creer en el amor de Louis. Él me debía amar como yo lo amaba a él. Estaba equivocada. Louis me buscaría y me encontraría. Salvaría mi alma como yo lo salvé a él de una muerte terrible, condenándolo a estar a mi lado y a ser mi eterno filósofo.

—Mentira...


—Ya lo verás... Si sales vivo de ésta, claro.


Lestat de Lioncourt  

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Lestat de Lioncourt