Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 22 de septiembre de 2015

Hablando de ella

—De nuevo la contemplas como si fuese real, como si estuviese en ésta habitación. La imaginas frente a ti luciendo sus hermosos vestidos, con sus preciosas botitas de charol y sus encantadores rizos rozando sus mejillas sonrojadas. Ahí, frente a ti, como si alguna vez te hubiese amado—decía mientras yo imaginaba a mi pequeña, mi hija, mi Claudia. Ella estaba viva en mis recuerdos y, en ocasiones, la veía frente a mí imaginándola como en aquellos días donde su espíritu me acorraló.

—En mi corazón sigue viviendo—contesté.

—Tus recuerdos, belleza—dijo con cierta ternura.

—¿Puedes sentir mi dolor?—pregunté cerrando los ojos, reclinándome hacia atrás y dejando que el murmullo del silencio casi me volviese loco.

Odiaba cuando callaba. Lo sentía a mi lado, pero detestaba que se callara. Me hacía sentir solo. Odiaba la soledad mucho más que esos recuerdos que atenazaban mi corazón. Era el culpable de demasiado sufrimiento, pero también de demasiados éxitos. Amado y odiado a la vez, como tantos otros, pero maldito con el conocimiento ilimitado del espíritu que me acompañaba. Era un enemigo voraz y terrible, igual de terrible como lo fui al crearla a ella.

—Mi mayor error fue Claudia—susurré.

—La amaste, le diste todo y eso es lo que debe contar—respondió como si pudiese abrazarme con sus palabras—. Sí, puedo sentir tu dolor.

Mi dolor era el suyo. Ahora formaba parte de mí, del mismo modo que yo formaba parte de él. Podía sentir su amor, como él sentía el mío.

—Si hubiese ocurrido ahora, hace tan sólo unos años, quizás Fareed hubiese logrado un milagro...—chasqueé la lengua y apreté las manos, cerrándolas con fuerza, intentando no llorar.


—Deja las teorías para otros e intenta encontrar la felicidad. Todavía no eres feliz—murmuró, para luego echarse a reír—. Eso es lo que me gusta de ti. Eres un eterno inconformista. Jamás serás feliz porque siempre te faltará algo y eso te hará seguir vivo.

Lestat de Lioncourt  

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Lestat de Lioncourt