Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 25 de septiembre de 2015

Testimonio

Allessandra es una de esas mujeres que admiro profundamente. ¡Aquí su testimonio!

Lestat de Lioncourt


Sueños, dolor, tristeza, agonía, pesadillas, esperanza, lágrimas, risas, ruido y silencio. Mis huesos bajo una montaña de cenizas, esqueletos sin ánimas y carente de luz. Era como la semilla dormida. Cerca de la tierra, en lo profundo en aquel túnel recóndito. Mi corazón golpeaba suavemente en mi pecho. No había luces, no había esperanzas. Sin embargo tuve una revelación. La voz de un viejo conocido retumbó en mi cerebro, rebotó en mi cráneo y me hizo abrir los ojos.

Fuera el mundo había cambiado. El sonido de la vida penetraba con fuerza. Una misteriosa melodía me acompañó durante varias décadas. La radio conectó mis necesidades y tuve una revelación gracias a las conversaciones taciturnas en el otro extremo del mundo. París brillaba con luces nuevas, con la frescura de un mundo material carente de la belleza clásica, los bohemios habían dado paso a los enamorados y los teléfonos inteligentes que palpitaban como mi corazón.

Quise llorar, pero no lo hice. Ahogué mis lágrimas. Dejé que mi lengua se consumiera entre mis dientes. ¡Y entonces otra voz! Un susurro dulce, casi como una caricia, me pedía volver. Necesitaba que me arrastrara lejos de aquel lugar, buscara la salida y me vengara de aquellos que me habían dado por muerta. Deseaba un títere, una sirvienta, y un animal dócil al cual usar como una antorcha en mitad del reino de la noche. Se equivocó.

Huesos, polvo, viejas ropas, demacrada, con mi cabello enredado y los ojos bien abiertos grité a las puertas de la catacumbas. Los demonios estaban de nuevo saliendo de sus guaridas. El tiempo de la muerte había venido cayendo como la espada de Damocles y decapitó a cientos. El dolor se extendió como una terrible mecha y estalló la catástrofe.

Allí estaba yo: gritando.

Allí estaba él, en mi cabeza: rogando atención.  

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Lestat de Lioncourt