Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 11 de septiembre de 2015

To Merrick

Merrick fue una gran mujer y me parece encantador, por parte de Louis, que la recuerden así.

Lestat de Lioncourt

Nunca he vuelto a ver unos ojos como los suyos. Eran tan profundos, tan cautivadores y salvajes como llenos de dolor, miseria y caos. Deseaba ser amada, pero también quería vengarse. Era una mujer, aunque más bien era un felino peligroso dispuesto a clavar sus garras mostrándote su dolor. Acepté sus disculpas, así como su profundo cariño, cuando descubrí que me había usado para provocar los encendidos celos de David. La comprendo.

Extraño su magnetismo. Tenía una elegancia desgarbada, poco clásica, pero atractiva. Rezumaba olor a ron, pero también a lágrimas y velas. Deseaba estrecharla eternamente entre mis brazos y ofrecerle mi consuelo. Ella me dio la solución a mi enigma, del mismo modo que yo le di lo que aparentemente ella deseaba. Quería ser inmortal, pero descubrió que ni siquiera con ese futuro tan privilegiado, como siniestro, cambiaría el dolor ponzoñoso de su corazón.

Recuerdo su piel de canela, tan tostada como cálida, contra mi cuerpo duro y frío. Esas lágrimas, esos besos, esas miradas y sobre todo esa necesidad, casi pueril, de sentir un mínimo de afecto. La hice mi hija, como hice tan sólo una vez en tantos siglos. Si bien, quien le dio la paz fue otro ser. Un ser descarnado, porque no poseía cuerpo, que le ofreció lo que ella parecía necesitar y era alguien que la necesitara.


Lestat la llamó y ella acudió. Un joven propietario de una granja cercana a los pantanos de la ciudad de Nueva Orleans, muy similar a los terrenos que una vez poseí hace siglos, le pedía, o más bien rogaba, ayuda. Un espíritu malvado lo atacaba igual que Amel atacó a Akasha. Ese espíritu no era otro que su hermano gemelo fallecido cuando tan sólo contaba con días de vida. Merrick tomó a ese espíritu, ese fantasma pequeño y frágil, entre sus brazos y se condenó por salvarlo. Se me escapan algunas lágrimas cuando pienso en ese gesto tan generoso, pero sobre todo porque ella quizás logró ser feliz.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt