Lestat de Lioncourt
Quiero caminar contigo descalzo por las
doradas arenas de aquella costa, ¿la recuerdas? El mar apenas tenía
oleaje, sus aguas se confundían con el cielo y el sol brillaba con
fuerza. Podíamos tomar leche de coco, pero preferíamos alimentarnos
el uno del otro. Mi cariño era sincero, por eso robaba cada beso
como un colegial. Había perseguido ésta sensación durante décadas
y, finalmente, lo logré contigo. Tu mataste a la soledad y la
enterraste bajo una palmera, pero fui incapaz de hacerte ver lo
importante que eras para mí.
Eras deliciosa como fruta madura. Tu
piel se doró bajo el sol y tus pecas, las cuales cubrían tu
delicado y joven cuerpo, se borraban por el bronceado. Te convertiste
en la mujer de mi vida. Fuiste la señal que esperaba, el triunfo de
mi larga espera, pero también mi último recuerdo.
Mi alma viaja por otros mundos, se
desplaza entre los cosmopolitas, mientras imagino lo que fue para ti,
y para mí, aquellos días. Quiero encontrarte. Llevo varios años
buscándote. Te persigo como un loco persigue a sus amigos
imaginarios. Me sobra tiempo, pero me falta tranquilidad. Necesito
encontrarte. No quiero ser El Hombre que camina entre el tráfico de
Nueva York. Nuestra historia fue triste, lamentable y terrible, pero
podemos volver a estar juntos. ¿No has escuchado la radio? Hay miles
como nosotros. Almas en pena buscando ser comprendidos. Dime que tú
me estás buscando. Quiero volver a retenerte entre mis brazos una
vez más.
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