Lestat de Lioncourt
Amor. Te llamo amor porque no sé
llamarte de otro modo. Te he amado siempre. Un amor que quema como el
fuego, abrasando cada palabra que pronuncio, y que ahora podemos
repetir al unísono. Nos miramos a los ojos, sonreímos y alargamos
la mano para acariciarnos. Amor, pasión, entrega y necesidad.
Vivimos un reto más grande que la distancia hacia las estrellas. Nos
hemos convertido en la estrella principal de una constelación
cargada de luces.
Mi voz era un lamento y latía al ritmo
de tu corazón. Me agitaba en mitad de una guerra que yo había
iniciado. Deseaba destruir los terribles hilos que me estrangulaban.
Tú, querido mío, eras bello y fuerte. Te contemplaba con codicia.
Tengo tanto que agradecerte... mi
conciencia, mis sentidos y éste momento que estamos viviendo. Nos
adentramos de la mano en el Jardín Salvaje. Hemos decidido amarnos.
No importa lo cuestionado que ha sido éste momento. Podemos
enloquecer juntos con el amor puro y longevo. Tú no estarás solo y
yo no lloraré lamentándome al no ser escuchado. Hablaremos. Seremos
uno. Haremos el amor en cada segundo y sentiremos el doble,
pensaremos el doble y nos cansaremos el doble porque seremos dos.
Danzaremos, hermoso mío. Bailaremos
entre la sangre y las sábanas de miles de almas. Robaremos los
momentos más preciados del mundo y los conservaremos como nadie lo
hubiese hecho.
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