Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 16 de octubre de 2015

Por siempre

Marius ha vuelto a buscar a Armand. Me imagino el motivo, pero no quiero decirlo muy alto... esperen... ¡Sí lo haré! ¡CELOS DE ANTOINE!

Lestat de Lioncourt


Mentiría si dijera que no extraño su cuerpo junto al mío, pero sobre todo que no me inspira aún para alzar el pincel, colocarlo sobre el virginal lienzo y trazar sus seductoras líneas. Recuerdo cada recoveco de su cuerpo. Por desgracia estoy maldito pues su imagen me acompaña iluminando mi corazón, desquebrajándolo y provocando que sufra terriblemente. He aprendido a estar desconsolado, pero sobre todo he aceptado que no podemos ser lo que fuimos. Todo se perdió consumiéndose en aquel infierno de gritos, cuadros destruidos, muerte y cenizas. Todo, incluso nuestro tiempo.

Ahora me siento acompañado por el joven que él mismo depositó en mis manos, como si fuese un objeto sin valor. Había dado por perdido al Prometeo, su única creación, del mismo modo que yo lo di a él, pero de forma muy distinta. El muchacho parecía herido, su mente estaba llena de miedo y hundida en malos presagios. He salvado su alma y su mente sólo porque mi demonio particular, el ángel que todavía pinto a escondidas, puso su afán en darle algo que codiciaba.

Cuando levanto el pincel es su rostro tierno y pueril el que observo. Me mira con esos ojos castaños, de largas pestañas y hermosas cejas, llenos de deseo. Quiero abrir sus labios con los míos, enmudeciendo su boca, para comulgar con él y su estúpido Señor. Necesito que destierre el rencor que anida en su pecho por mis fracasos, por las nociones aprendidas por enemigos cruentos y por el mismo paso del tiempo. No soy bondad, pero tampoco malicia.

Ayer lo vi. Pude contemplarlo desde uno de los altos edificios de cristales, hierro, ladrillos, ego y banalidad. Caminaba entre el gentío con sus orejas cubiertas por unos minúsculos auriculares. Él escuchaba la voz cálida, ligeramente infantil, de aquel pequeño y sabio beduino que salvamos de la miseria, el hurto y las lágrimas en forma de rezos. Vestía como cualquier joven. Llevaba unas de esas llamativas y, según dicen, cómodas zapatillas deportivas. Tenía uno de tantos pantalones tejanos deslavados y una camiseta oscura con el estampado de un grupo de rock. El pelo lo llevaba suelto, algo alborotado, y parecía salvaje. Era uno de sus tantos disfraces. Entonces, tras descubrirme, se giró hacia el edificio, miró con ligera amargura y dolor, salió corriendo por las aceras y desapareció.


Me gustaría hablar con él, pero mi ego y su dolor me lo impide.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt