Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 26 de octubre de 2015

Último adiós

Jesse me ha ofrecido difundir ésta carta. Es una carta de Maharet. Espero que le tomen el valor que yo creo que tiene.

Lestat de Lioncourt


Pasé sentada frente a un telar muchos siglos. La mayoría del tiempo pensaba en mi hermana, en nuestra vida juntas y en encontrarla. Sabía que estaba viva. Algo en mí gritaba de esperanza, intentando guardar fuerzas para estrecharla entre mis brazos y acariciar su larga melena pelirroja, tan similar a la mía. Me arrancaba mis propios cabellos y los añadía al hermoso telar rojo, como la sangre y el fuego, que luego formaba parte de mis alfombras, mantas y vestuario. Incluso lo vendía. Sacaba ganancias con ello y, de ese modo, podía relacionarme con los mercaderes que narraban historias y traían noticias de todos los rincones del mundo.

Sin embargo, cuando llegó la era tecnológica, mucho antes de la la gran Era de Internet, comencé a utilizar herramientas modernas para tejer y comunicarme. El telégrafo fue un maravilloso invento, así como el teléfono y la máquina de escribir. Amaba las radios que me transmitían información de todo el mundo y podía comunicarme con algunos de mis descendientes. Pasé a ser una más en la familia cambiando de país, familiar y apellido pero siempre siendo la misma. Era la tía Maharet que llegaba cargada de regalos, historias antiguas y amor. Sobre todo de amor.

Podía ver en todos mis descendientes el rostro de mi pequeña Miriam. En cada uno veía su sonrisa inocente. Los niños que yacían a mi lado, dormidos en sus cunas, los contemplaba como si fueran divinos regalos de un destino a veces amargo. Pude incluso conocer a numerosas pelirrojas de ojos claros con las narices salpicadas de hermosas pecas. Sin embargo, los rasgos iban cambiando, mezclándose unos con otros, hasta ser familiares de distintas etnias, por ende de distintas ramas de un mismo tronco que nació de una semilla fortuita.

Pero me faltaba ella. Por mucho que sonriera cuando veía a mis familiares y me sintiera dichosa. Ella faltaba. Mekare no estaba. Ella siempre fue la más fuerte de las dos, quien se enfrentó con su lengua afilada a Akasha y que, por desgracia, acabó sin ella para enmudecer su terrible sinceridad. Los espíritus nos dieron la espalda cuando la sangre de ese demonio quedó vinculada con la nuestra. Y ella, mi hermana, quedó perdida en medio del mar igual que yo.

Nunca me rendí. Jamás lo hice. Usaba la tecnología para reunir a todos mis descendientes, los cuales también eran descendientes de la misma sangre de mi hermana y del guerrero Khayman. Los tres terminamos juntos nuestros días, como un núcleo pequeño y familiar, junto a la descendiente más fuerte y brillante de todas. Jesse Reeves fue mi nueva Miriam, de la cual estuve más orgullosa, y que tuve que echar de mi presencia hace unas noches.

Ésto que leen es mi testimonio, mi última carta, mi adiós y mi beso más sincero. Beso a todos los que amé con mi legado. No sé cuánto podré permanecer en silencio, intentando controlar al hombre que me salvó y que se convirtió en uno de mis grandes amores. Tampoco sé como apaciguar el monstruo que envenena a mi hermana. Quizás hago algo terrible que espero que todos me perdonen. Dejo ésta carta guardada en mi ordenador portátil y en una pequeña memoria USB, por si el ordenador queda maltrecho en alguna refriega. No quiero pensar que éste noble hombre, que llora desconsolado todas las noches por los crímenes que le hacen cometer, se vuelva en mi contra. Ni siquiera quiero plantearme el hecho de asesinarlo. Debería hacerlo, pero no puedo. No soy una mujer de acción.

Las cuentas están claras y mis abogados tienen en posesión ésta carta en papel, cerrado y lacrado. Ellos desconocen el contenido. He delegado en ellos la mayor parte de mis responsabilidades. Desconozco si saldré airosa de todo ésto y podremos volver a la paz que reinaba entre nosotros. Ojala sucediese de ese modo y pudiese en un futuro, no muy lejano, destruir yo misma éstos archivos y documentos.

Siempre en mi corazón como en mi alma,
Maharet.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt