Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 9 de noviembre de 2015

La voz de la tribu: Emisión 10

La voz de la Tribu vuelve a emitir con un mensaje claro sobre la vida y la música gracias a Notker.

Lestat de Lioncourt



La radio estaba encendida, pero no había música de violín ni de piano. Se escuchaba de fondo el sonido de unas voces celestiales, como si el cielo hubiese bajado a Nueva York en aquella ventosa noche de noviembre. Las canciones eran hermosas y delicadas, las letras hablaban de amor puro que acariciaba el alma hasta reconstruir cada pedazo de sus ruinas, convirtiéndose en bálsamo de desheredados y seres atrapados en el dolor de un mundo insufrible. La soledad, el desasosiego, las miserias y heridas por las múltiples cicatrices que la eternidad ofrecía, como si fueran terribles acuchilladas, se perdían. El piano al fin se alzó llegando a toda la audiencia con una pasión insondable, como la propia oscuridad, mientras que el violín murmuraba suavemente revoloteando a su lado, como un ave perdida. Junto a estos las liras, mandolinas y diversos instrumentos de cuerda y viento sonaron suavemente, sin opacar las dulces y melodiosas voces del coro.

Notker había traído a todos y cada uno de sus muchachos. Allí estaba aquella figura larga, de hombros anchos, túnica negra muy discreta, cabeza brillante sin cabello y ojos penetrantes. Esos ojos profundos, pero no turbios, que hablaban de bondad y amor. Era un hombre simple, aunque extraordinario y sensible. Jamás había pasado alguien así por la radio. Él estaba ahora entre los inmortales habituales con sus ropas cómodas, a diferencia de los trajes elegantes de terciopelo negro de Antoine y Armand, el cual estaba en un discreto segundo plano absolutamente conmovido, como los elegantes, y ligeramente clásicos, trajes Armani de David y Benjamín. En la cabina se encontraba Daniel llorando.

El viejo periodista vestía ropas tan simples y cómodas como Notker, aunque modernas y desenfadadas, las cuales estaban quedándose salpicadas por sus lágrimas. Armand había logrado contener las lágrimas, pero no su única criatura. Daniel Molloy parecía trémulo y perdido en aquel mar de belleza. Se sentía tan dichoso como confundido. Jamás había escuchado algo tan hermoso y terrible. Eran niños los que veía, todos poseían rostros similares a los de Armand. No había mucha diferencia entre el antiguo querubín de Marius y aquellos muchachos, los cuales podían llegar a ser tan antiguos como su creador.

Marius estaba detrás de Daniel, con sus largas y frías manos blancas sobre sus hombros. Apretaba ligeramente a su amado muchacho, el cual sufría y amaba lo que veía. El sabio, tozudo y artístico romano que desafió a todos, para luego convertirse en un huraño resentido con el mundo, con sus vacíos ideales de belleza, volvía a tener una voz firme y contundente ante el resto de vampiros. Pero aquel día no tenía que hablar él, sino aquel vampiro, casi tan antiguo como sus viejos enemigos de La Secta de la Serpiente, que también se encontraban presentes en la silueta oscura, delgada y simple de Landen.

Muchos vampiros se habían acercado hasta el estudio. Notker sólo quería ser entrevistado si sus muchachos cantaban para todos, demostrando así el valor de conservar el arte y la música. Él se presentó ante todos con la bondad como única carta de presentación.

Benjamín decidió hablar entonces, indicándole con un simple gesto al centenario vampiro que se aproximara, y lo hizo en un tono suave, el que podría usar un amante o un confidente.

—Bienvenidos todos una noche más a nuestra reunión habitual. Una reunión que se ha convertido hoy en una velada maravillosa, única y sencillamente impresionante—explicó visiblemente ilusionado. Sus pequeños ojos brillaban bajo aquel sombrero de ala ancha. Parecía un hombre, pero no era más que un chiquillo. Algunos de los querubines de Notker se acercó con su túnica radiante de lino blanco con bordados de oro. Ellos iban muchas veces donde se movía su maestro—. Estamos aquí con Notker y sus discípulos, los cuales nos han interpretado una composición hecha especialmente para todos nosotros, para La Tribu.

—Así es—intervino David acomodando su corbata, pues sentía que le faltaba aire. Todavía podía escucharlos cantar, aunque en un tono más bajo. Era como un murmullo que envolvía todo, como el sonido de la lluvia en mitad de la silenciosa noche—. Como bien dice mi compañero, Benjamín, y director de éste programa, el cual podéis escuchar cada noche, hoy ha venido un nuevo amigo, un vampiro que pocos conocéis y que es una de las grandes revelaciones de nuestra presente historia—explicó cediendo de nuevo la palabra a Benjamín con un gesto rápido y medido.

—Notker es un vampiro que vive alejado del mundo y que tiene la habilidad de recolectar voces únicas, casi mágicas, y grandes virtuosos para que no mueran. Voces e instrumentos que siempre sonarán en éste mundo, conservando así el arte, del mismo modo que Marius hace con sus extraordinarias pinturas—comentó provocando que el milenario romano sonriera orgulloso—. Posee una academia de canto y música, como Marius tuvo su vieja academia de pintura. Sin embargo, la particularidad, es que los muchachos quedan congelados para siempre en el tiempo gracias al Don de Oscuro—hizo un inciso y lo miró a los ojos, esos ojos llenos de bondad, y éste sonrió—. Cuéntanos, ¿por qué lo haces?

—Porque la música es parte de la vida, es parte del alma, y pensé que el alma debe conservarse. La bondad del mundo, la belleza del mundo, la esencia del mundo está en el arte. Todo artista deja parte de su alma en las obras que crea. Alguien puede compartir una obra, pero no puede entenderla como su artista. Todos tienen una interpretación sobre una canción, pero es su compositor quien la entiende desde las raíces más profundas—juntó sus manos y las abrió suavemente—. Cuando abres un libro encuentras una gran historia que fue imaginada por un alma inquieta, esa historia forma ahora parte de la tuya desde la primera palabra, y se convierte en algo que te cambiará la vida. Jamás podrás comprender del todo el alma de ese autor, ni sus personajes, por mucho que leas mil veces la historia. Igual que cuando vas a un museo y admiras un cuadro—comentó colocando las palmas de sus manos sobre la moderna mesa donde se sujetaban los micrófonos y todo el armatoste en el cual consistía la radio—. Vas, lo admiras, lees el título de la obra, te explica el guía lo que ves, interpretas parte de ésta obra mezclándola con tu alma, con aquello que tú conoces y sientes, ¿pero eres su autor? No—negó suavemente, para luego levantar sus manos y dirigirlas hacia uno de los muchachos que se acercaron—. Ellos son almas que siempre se conservarán puras. Son instrumentos. Los instrumentos, todos los objetos, tienen un alma porque poseen un valor histórico, poseen recuerdos y los resucitan al ser tocados o rememorados por aquellos que lo tuvieron. Ellos son mis instrumentos. Ellos cuentan su historia, la mía y la del mundo. Lo hacen gracias a su voz—lo soltó y miró a los ojos a David Talbot—. Ninguno ha sido creado en contra de su voluntad, eso os lo aseguro, y todos ellos deseaban ser inmortales para cantar alabanzas a Dios, los ángeles, la vida, el amor, la pureza de la naturaleza y cualquier cosa que ellos crean bella. Incluso al Demonio, porque no hay nada horrendo realmente. Lo horrendo es un invento para despreciar lo que no se entiende—explicó.

Los muchachos ya habían dejado paso tan sólo a los instrumentos. Eran más de una decena. Antoine parecía eufórico, pero se contenía. Sybelle, sin embargo, no podía hacerlo y se dejaba llevar. Daniel había dejado de llorar para acercarse a ellos y conversar en voz muy baja. Parecía haberse enamorado de cada timbre de voz.

—¿Qué opinas de lo que ha ocurrido con tantos jóvenes?—preguntó David Talbot con una amabilidad terrible, pues aún se sentía ligeramente transportado por la belleza de aquellas voces y las palabras de ese maestro cargado de pasión por la música.

—Una tragedia. Todos sabemos que es una tragedia. Pero de las tragedias debemos aprender—explicó.

—¿Sigues admirando a Rhosh? Sabemos que os conocíais bien—intervino Benjamín.

—¿Por qué no? Cayó en la trampa de la codicia, en el pecado más común del ser humano, y nosotros no dejamos de ser humanos. Una trampa de codicia porque sería hacer algo heróico, ayudar para volver a ser reconocido como un hombre bueno y justo. Quería ayudar, pero fue engañado por Amel—suspiró suavemente recostando su espalda en la silla y sonrió—. Aunque han muerto inocentes, aunque el mundo entero sufre las consecuencias, admitamos que todo se ha solventado de alguna forma... Confío en Lestat y en todos ustedes. Confío de todo corazón.

—Nosotros queríamos hacerte venir para que nos hablaras sobre ti...—no dio tiempo que David terminara de hablar cuando él respondió.

—No. Quiero que escuchen mi coro y nada más. ¿Para qué quieren saber de mi vida? Sólo me dedico a componer y deleitarme con el arte que crean mis músicos. Es la mejor vida que puedo tener, pero honestamente no es de aventuras ni de grandes momentos de acción—rió a carcajadas y provocó que alguno más riera, como Armand—. No soy un temerario. Sólo soy un compositor y maestro de música.

—¿Quiere dejar algún mensaje?—preguntó David.

—Amad la vida, amad su música, pues es una melodía increíble e irrepetible. Sólo habrá una y no se debe despreciar odiando, llenándola de rabia y rencor—sentenció—. Muchachos, canten para nosotros. Por favor, canten. La audiencia debe escucharos. Os he traído para que mostréis la bondad que hay en vuestros corazones. No sois monstruos, no sois ángeles, sois la belleza encarnada y eso está por encima de la bondad y la malicia—comentó acercándose de nuevo a sus pupilos mientras estos volvían a entonar una canción nueva.

Era en latín, pero podía descifrarse con facilidad parte de la letra:


“La vida está llena de momentos terribles, te convertirás en la espada de San Jorge y querrás herir al dragón sin saber que el dragón eres tú. Ten piedad con el mundo y el mundo será piadoso. Si cometes errores aprende de ellos, porque los errores están ahí para que te levantes con fuerza. Oh, gloria a las heridas, bendice tu dolor, porque del dolor también se aprende a sonreír con mayor frecuencia y a no desperdiciar el momento. La vida está llena de momentos terribles, te convertirás en tormenta para otros, pero quien saldrá ahogado serás tú. Ofrece una sonrisa y la sonrisa te será devuelta. Los santos no son aquellos que aguardan en las iglesias, el cielo puede esperar y el infierno no son las ciudades de ésta tierra.”

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt