Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 23 de noviembre de 2015

Sobrevivir

Tenía miedo a la muerte. Todos tenemos miedo a la muerte. Es un miedo natural, instintivo, que nos hace luchar por aferrarnos a la vida. Pobre de aquel que ya no teme a la muerte, pues posiblemente su alma y sus instintos están muertos. El frío de la nieve me helaba, la humedad calaba hasta los huesos, y empecé a sentir que mi corazón bombeaba con fuerza. Mi vida se perdía en medio de aquel bosque, perdido entre los senderos, donde nadie me encontraría. El caballo relinchaba con fuerza mientras los lobos atacaban y mis perros, ellos tan nobles e inteligentes, atacaron con rabia intentando protegerme. El primer disparo fue fallido, sobre todo porque acabé cayendo del caballo.

Mi yegua sufría terribles heridas, las destelladas la iban destrozando y mis ojos se llenaban de lágrimas. Sin embargo, no había tiempo para llorar a mi animal. Decidí ponerme en pie, disparar de nuevo y sentir como uno de ellos se lanzaba sobre mí. Como pude lo esquivé, pero me rasgó la gruesa chaqueta. El cabello caía sobre mi rostro, empapado por la nieve y el sudor frío. Los perros aullaban. Uno de los lobos caía abatido. Mi escopeta volvió a sonar después de recargarla.

Algunas aves salieron de entre los árboles, las pocas que eran capaces de sobrevivir en un invierno tan crudo. La nieve volvía a caer. Mis pisadas se hundían, intentaba moverme ágil hacia las rocas para refugiarme y así matarlos a todos. No quería matarlos. No deseaba ser un asesino tan cruel. Sólo había cazado para alimentarme, pero aquello era distinto. ¿Por qué tenía que ser yo? ¿Por qué me eligieron a mí y no a mis dos hermanos mayores? Los dos únicos hermanos que habían sobrevivido después de muertes infantiles terribles que destrozaron el corazón de mi madre, hundiéndola aún más en un desconsuelo y soledad insoportable. Ella me esperaba. Sabía que era su único apoyo en aquel castillo húmedo, lóbrego y vacío de amor.

Mis pensamientos eran de supervivencia. Quería regresar a ver a mi madre, escuchar su voz una vez más y morir si era necesario. Ellos me perseguían. Sólo quedaban cuatro, la otra mitad yacían moribundos por las dentelladas de mis mastines o mis disparos. ¡Pobres de mis perros! Ellos también estaban muertos. Todos muertos. Parecían ángeles que habían sido enviados con Dios para salvarme a mí. ¿Por qué yo debía sobrevivir? Mis únicos amigos, los que amaba con todo mi corazón, habían caído.


Sin embargo, logré abatir al resto cuando alcancé una posición privilegiada. Disparé con destreza y los maté. Después, agotado y febril, caí al suelo, sobre la fría nieve. Horas más tarde desperté y lloré. Lloré como cuando era un niño, aunque ya era un hombre adulto. Agarré uno de los lobos tras acariciar el hocico frío de mis perros, de despedirme de mi yegua y de recoger la montura. Caminé hacia el hogar muerto y vivo. Algo en mí moría, pero ese deseo de vivir, fuese como fuese, había germinado. Me convertí en “Matalobos”... y cambié mi vida absolutamente.

Lestat de Lioncourt   

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Lestat de Lioncourt