Del odio al amor hay un paso... o una melodía de violín.
Lestat de Lioncourt
Mírame. Mírame te digo. Quiero que me
observes y veas lo podrida que está mi alma. Tan podrida como la
tuya, poseída por la maldad y la sed. Una sed que repta por mi
garganta como una serpiente, enredándose en mi cuello y agarrándome
con firmeza. No me suelta jamás. Ni siquiera puedo soñar sin pensar
en ríos caudalosos de sangre. Soy un vampiro, un monstruo perfecto
como tú y tan podrido como el mundo. La oscuridad me ha hecho su
hijo y no el tuyo. Mi amor se ha muerto al conocer las mentiras en
las zarzas que eran tus brazos. Mi cuerpo ahora es una prisión y la
vida es una condena preciada para un hombre que ama la tortura, una
tortura que tiene nombre y tu rostro.
Alza tu mirada hacia mí. Quiero que
veas en qué me he convertido. Necesito que el silencio que hay entre
nosotros se quiebre de una vez y se convierta en cenizas. Las luces
bohemias de los cafés ya se apagaron para ambos. El aroma de la
revolución no es más que una pesadilla que se repite ahora en mis
sueños. Nunca quise venir a éste mundo para disfrutar de su
belleza, sino de lo tóxico y lo blasfemo. Quizás nací para ser un
demonio. Tal vez vine al mundo para corromperlo con mis terribles
obras. Puede que muchos pensaran que era tu marioneta, que tú podías
controlar a éste violinista infernal que se mantenía con esperanzas
de amor. Pero no. No puedes porque careces de agallas y deseos. Jamás
has tenido deseo alguno de dominarme. Sólo soy una marioneta que se
gira alrededor de tu luz opaca.
No eres un ángel. No eres el ídolo
que muchos creen. Tampoco eres un héroe. Nunca serás lo que tú
quieres ser. Siempre estarás unido a esos sentimientos estúpidos
por la belleza, la virtud de los sabios y el romper esas patéticas
normas que ni siquiera deberían ofenderte. Te has convertido en un
carismático líder sin vasallos. Podías tener el mundo a tus pies y
has decidido que quieres caminar por otras tierras, alejarte de mí
porque soy tu problema. Soy lo único que no podrás tener nunca y a
la vez soy tan tuyo como propia sangre.
Tal vez pienses que estoy loco y quizás
no te falta razón. Puede que sea peligroso. Quizás nunca deje de
sufrir. Algún día el silencio llegará al mundo, mi voz se quebrará
y el alma de éste soldado del arte, de un teatro cargado de mentiras
y dolor, quede en paz. Pero por ahora las llamas no arden y las
noches no iluminan. Estoy aquí en París alzándome entre las
marionetas de éstos tarados sin conciencia. Todo lo que digo es
cierto, todo lo que no creo es mentira. Ellos me adoran como si fuese
un dios oscuro. ¿Y no somos eso? ¿No somos dioses oscuros?
Los humanos no nos temen. Ellos creen
que sólo es arte y el arte no daña. Pero también es artístico una
tela de araña tejida con paciencia para atrapar pequeñas y vistosas
mariposas. Ellos son nuestras mariposas. Me alimentaré de cada una
de ellas como si fuera una viuda negra. Arrancaré sus poemas, como
si fueran alas, y de sus almas los secretos más dolorosos. Usaré
sus creencias, sus miedos, las esas virtudes y la belleza vacía de
sus ojos para que me crean y adoren. Quiero que me adoren como tú no
me has adorado. Deseo ser amado, aunque ya desprecio todo lo que
simboliza ese patético sentimiento de vanagloria y poder.
¡Y el infierno se hará real porque
caminamos por sus calles! ¡París es el infierno y yo soy su
demonio! ¡El mundo yace en la mentira y se revuelca en el drama de
la hipocresía, la codicia y la ruindad! ¡Somos salvajes! ¡Somos
bárbaros! ¡Somos mediocres! Y aún así, querido mío, nos creemos
poderosos. Un día los dos nos miraremos a los ojos y nos odiaremos
más que nunca, del mismo modo que terminaremos amándonos
desconsoladamente. Correremos por las calles siendo quienes no
fuimos, disfrutando de una lluvia que no moja y una pasión que no
daña. Pero antes nos heriremos hasta drenar cada una de nuestras
penas y rabias.
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