Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 2 de diciembre de 2015

El dueño de mi corazón

—¿Puedo pasar?—pregunté apoyado en el marco de la puerta.

Él estaba allí, con la mirada perdida en aquel libro de poesías. Ni siquiera lo estaba leyendo. Respiraba pausadamente con los ojos llenos de lágrimas, las cuales no permitían que se liberaran. Amaba sufrir. Creo que siempre amó el sufrimiento y tener esa pose de hombre a punto del suicidio. Reconozco, como no, que incluso yo amo esa forma de ser suya. Me hace sentir que soy el héroe, que lo rescato del arrollo del dolor y la miseria. Provoca en mí, por supuesto, que corra hacia él para enfurecerlo o llenarlo de palabras románticas que él, como no, toma como palabrería insulsa. Nunca me cree. Quizás debería ofenderme eso, que no me crea y que repudie mis sentimientos. Sin embargo, dentro de él, su corazón se agita con cada palabra y sé que las atesora. Sí, las conserva. Puedo ver en su expresión melancólica que ama sufrir, pero que a la vez desea dejar de hacerlo. Se aferra a mis palabras, al amor que le profeso, y a otros deseos, quizás oscuros y terribles, para mantenerse con vida.

—La casa es de ambos—respondió.

—¿Por qué has regresado a éste lugar? Habíamos quedado que no regresaríamos en un tiempo, sin embargo veo que incluso has contratado servicio. ¿Francia es demasiado bulliciosa para ti? Porque aquí, en un barrio como éste, lleno de locales que cierran a altas horas, comercios que parecen no dormir y gente caminando por las aceras sin horario fijo...

—Deseaba refugiarme un tiempo en mi soledad—musitó.

—Soledad... melancolía... pensamientos suicidas...

—¡No te burles de mí!—espetó con coraje.

La rabia avivaba su mirada con un fulgor distinto. Ese verde apasionado, como si fuese la llamarada de un dragón, le daba una vida inusual. Amaba verlo enfurecerse, convertido en un monstruo, para luego calmarlo entre mis brazos y susurrarle que le amaba. Era evidente que quería ser su consuelo, su refugio, lo que él necesitaba y, por supuesto, él hacía lo mismo. ¿Acaso creía que no lo veía? Era evidente. Siempre llamaba mi atención para que le diese todo de mí.

—¿Crees que si ella viviera ahora sería distinto? Fareed lograría un cuerpo para ella...—se incorporó dejando el libro en una mesa, con lirios en el jarrón, para luego acercarse hasta a mí. Me abrazó rodeándome por las caderas, provocando que lo estrechara por encima de los hombros y besara su frente—. Dejaría de odiarnos y podríamos amarla sin sentirnos culpables. Me siento culpable de su muerte, pero también de su dolor.

—Yo también, Louis—aseguré—. Pero, ¿crees que funcionaría? No. Ella obtuvo su fuerza del rencor y del odio. El amor lo olvidó en un rincón, junto a sus viejas muñecas, y jamás regresó a por él—noté que entonces, y sólo entonces, dejó que sus lágrimas brotaran manchando mis ropas y cuello—. Mi filósofo, mi mártir... deja de condenarte. Salgamos fuera, caminemos por las espléndidas calles de Nueva Orleans, y sonriamos a cualquiera que nos crucemos. Olvídate de ese fantasma.

—Pero...—aún lloraba y su pecho estaba encogido por el dolor.


—Hay que recordar los viejos tiempos, donde los tres parecíamos ser felices, ¿no es eso a lo que has venido? Pues sal, toma tu gabán de cuero y acompáñame. Sígueme, Louis, y sintamos la ciudad como lo hicimos una vez—tomé su rostro entre mis manos secando sus lágrimas sanguinolentas, para luego besar con cariño sus labios—. Te amo.


Lestat de Lioncourt  

1 comentario:

MuTrA dijo...

http://eljardinsalvaje.creatuforo.com/ ¿Lo recuerdas? Lo echo de menos... u.u

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt