Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Lecciones en la nieve.

La nieve caía espesa, blanca y fría. Recuerdo que sentía la ropa húmeda pegada a mi piel. Tiritaba mientras percibía como los dedos de mis pies se congelaban. Mi madre apretaba mi mano derecha, tiraba de mí y, ocasionalmente, giraba el rostro para mirarme a los ojos con cierta molestia. Iba llorando. Era un llanto amargo y silencioso. El monasterio quedaba atrás, con sus altos muros de piedra y sus jardines ligeramente nevados. Allí quedaba el hogar que había conocido durante algunos meses.

—Quería que aprendieras a leer y escribir, no que desearas ser uno de ellos—dijo al fin.

Tenía siete años. Era un chico delgaducho, algo esquelético, de aspecto frágil. Ella me quería y cuando me miraba veía al único hijo que le importaba. En aquella época yo no lo sabía. No comprendía hasta que punto me necesitaba.

—No quiero volver a casa—respondí intentando no continuar con aquella caminata.

—Tu padre se está quedando ciego, Lestat—comentó—. Necesito que estés allí conmigo, pues todo irá a peor para mí—se detuvo tomándome del rostro, intentando secar mis lágrimas con sus pulgares, para luego ofrecerme unos golpecitos en los hombros—. Serás el hombre de la casa.

—¿Y mis hermanos?—pregunté.

—Son unos inútiles.

El caballo que había traído no estaba lejos, pero aquel camino estrecho y empinado era demasiado terrible para un animal tan viejo. Cuando llegamos ella me subió en la montura, para luego hacerlo junto a mí.

La nieve seguía cayendo, mis cabellos ya estaban empapados. Lejos ya quedaba el campanario, cuyas campanas repicaban con fuerza, mientras los cascos del caballo sonaban por el camino de piedra y fango. Ella me rodeaba por la cintura, pegando su torso a mi espalda, mientras sentía que empezaba a caerme por la fiebre.

Había conocido camas cómodas, sábanas limpias, buenas palabras, sopa caliente y pan recién hecho. Me habían alimentado el cuerpo, pero también el alma. Ella no era cariñosa, pues creía que necesitaba ser fuerte en un mundo terrible como en el que nos desenvolvíamos. No aprendí a leer ni a escribir, pues apenas estaba comenzando a conocer el vocabulario.


Al llegar al castillo, donde malvivíamos, mi padre me calentó el cuerpo con unos buenos azotes. Según él estaba haciendo perder el tiempo a la familia. Para él nada era correcto y todo era terrible. Ella espero a que se fuera, para luego llevarme al baño y ayudarme a limpiarme las magulladuras. Aquella noche volví a conocer la humedad y el miedo.

Lestat de Lioncourt   

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Lestat de Lioncourt