Lestat de Lioncourt
El periodismo actualmente está en sus
peores momentos. En los grandes mercados siempre hay grandes demandas
y cuantiosas ofertas, pero si hablamos de periodismo podemos decir
con exactitud que sólo hay dos vertientes: conservadores del sistema
capitalista o subversivos. La objetividad brilla por su ausencia en
los grandes titulares de los periódicos matutinos y de media tarde.
Las revistas se llenan de halagos a los grandes partidos políticos,
de ofertas de las grandes empresas que suelen implicarse con las
diversas campañas electorales y consumismo camuflado en cualquier
frase autocomplaciente. Los informativos ahora no son como antes, no
informan sino desinforman. La radio se ha convertido en un medio para
nostálgicos, misas de ocho y tertulias sobre música basada en
ritmos vacíos e incapaces de consolidarse.
Recuerdo que antes la publicidad
partidista no era tan descarada, pero sí directa. Actualmente no
puedes dar un paso sin descubrir eslóganes baratos de los diversos
candidatos, partidos políticos o empresas “comprometidas” con tu
país. Si posees escasos estudios, o simplemente ya estás dentro del
rebaño habitual, es imposible contemplar la complicidad.
Las grandes campañas políticas las
manejan banqueros, grandes empresas no gubernamentales, vendedores de
armas y “desinteresados” mecenas que finalmente terminan pasando
por caja. Pocos son los partidos que se niegan a entrar en éste
trozo de pastel, los cuales quedan reducidos a humo y polvo. Pero no
es de ésto lo que quiero hablar. Yo deseo comunicarme con ustedes
sobre otros motivos, otros hechos.
Hace tiempo que me percaté que el ser
humano habla de asuntos que desconocen, pero aparentan estar bien
informados. Son como perros bien adiestrados. Gente que ni siquiera
se lee programas electorales, que sortean sus votos sobre quienes son
los mejores vestidos o los que poseen mejores palabras. Si votásemos
por quienes más estrechan la mano, besan niños o se hacen
fotografías con animales algunos partidos ganarían por amplia
mayoría. Pero no es la popularidad lo que debería manejar el voto
en las urnas, ¿o sí? Las propuestas deberían llegar a todos los
ciudadanos, pero no son siquiera la mitad los que conocen a
conciencia qué es lo que desean para ellos y sus ciudades.
Nos hemos convertidos en objetos de
deseo, o más bien nuestros votos. Porque con ellos, con los votos
depositados con ilusión o esperanzas, terminan movilizando negocios
con diversos medios y empresas. ¿Y quienes son esos medios? Los
medios de comunicación, por supuesto. Los medios que son parte de
grandes empresas, las cuales han apostado por un candidato
dependiendo de la ideología que poseen sus panfletos. Ideología que
ocasionalmente es muy cercana al libre mercado, la codicia y los
intereses de las grandes empresas.
Pocos son aquellos que dan el golpe
sobre la mesa, que informan realmente y se arriesgan. Los periodistas
jóvenes, esos que acaban de salir de la facultad, desean imponer la
verdad y se dejan el alma en pequeños blog, páginas web o redes
sociales. Allí, amparados por su conciencia, explican sin tapujos la
verdad y la prioridad.
Para muchos ser patriota, o amar a la
patria, es colocarse una bandera, saberse el himno y cuadrarse frente
al ejército. Para otros ser patriotas es buscar la verdad, aunque
sea transgrediendo las leyes, intentando cortar los lazos con las
mentiras impuestas en los grandes medios de comunicación. Un
periodista debería ser un megáfono donde la verdad suene, sin ruido
y con el corazón en la mano. El miedo, la codicia o la necesidad
vende almas y quiebra verdades convirtiendo los medios de información
en mareas de mentiras donde ahogarse.
Hoy en España muchos votarán
engañados, vendidos por los grandes medios, pero se espera que la
esperanza y la verdad suene con fuerza. La corrupción y la impunidad
debería retirarse de ese país. Vampiros jóvenes asentados en ese
país nos informan de un gran revuelo, de una gran necesidad, de un
gran grito de guerra y de fraude electoral.
Bienvenida sea la verdad... para que
ilumine éste mundo lleno de almas oscuras.
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