Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 7 de enero de 2016

Amigos y confidentes

Flavius siempre será especial para Pandora y Pandora para él. La amistad no se pudre si es buena.

Lestat de Lioncourt

—Me alegra mucho volver a verte—dijo entrando en la sala.

Arjun estaba en el gran salón escuchando a Sybelle tocar el piano. Parecía fascinado con aquella música, como si lo transportara a otro mundo. Antoine no tocaba en ésta ocasión. Él tan sólo conversaba con otros músicos inmortales. Parecía que la reunión de aquella noche iba a ser distendida.

Estaban en el gran edificio de apartamentos de Gregory. Se encontraban en Suiza. Un hermoso lugar con unas vistas increíbles a las montañas, las cuales se encontraban ya muy nevadas. La biblioteca era inmensa y allí se encontraba Flavius, el cual había decidido buscar entre sus viejas lecturas algo agradable. Quería escuchar de fondo el piano mientras saboreaba alguna poesía o devoraba unos fragmentos de sus novelas predilectas.

Pero ella, Pandora, deseaba hablar con él. Eran pocas las ocasiones en las cuales podía reunirse a solas, confesarse algo más que miedos y recuerdos.

—A mí también—contestó. Se desplazó unos centímetro en el diván y le permitió que tomara asiento—. Extrañaba poder conversar contigo.

Sus ojos claros recorrían las delicadas y vistosas ropas de Pandora. Había decidido usar un vestido de noche rojo, tan rojo como los tulipanes rojos y las amapolas, sin ningún tipo de complemento más allá de un hermoso collar de perlas y una pulsera de diamantes. Eran joyas que su amante, su querido Arjun, le había obsequiado noches atrás.

Cuando la veía no podía creer que él hubiese ayudado a que despertara lo femenino, su elegancia apasionada y buen gusto, gracias a sus consejos hacía cientos de años. Rió para sí, pero para ella sólo sonrió sintiéndose dichoso. Volvía a verla radiante y eso, sin duda alguna, era un gran tesoro.

—¿Por qué no me buscaste? Sabías que no estaba con Marius—al fin le pudo recriminar aquello.

Flavius bajó el libro y lo dejó sobre sus piernas. Era la “Teoría de los colores”. No era literatura para imaginar, pero sí para percibir los colores de un punto de vista más científico y menos fantasioso. Apreciaba todo tipo de literatura y esa, sin duda alguna, satisfacía su curiosidad. Era un libro para recordar una y mil veces lo fascinantes que somos todos los seres vivos, como podemos vislumbrar el mundo y excitarnos con los diversos matices de éste. Pero no era momento para deleitarse con teorías, mirar las pinturas que Gregory adquiría y sonreír ante lo fascinante. No. Era momento para poner sobre la mesa todos sus sentimientos.

—Temía que hubieses regresado a su lado—se sinceró—. No quería arriesgarme. Sin embargo, siempre te consideraré mi amiga, mi hermana y mi creadora. Tú siempre estarás en mi corazón sin importar el tiempo o la distancia.

Ella tuvo que dejar que Flavius se fuera. No estaba permitido crear a un lisiado, aunque Marius lo hubiese matado por los celos que siempre despertó en él. Unos celos infundados. Flavius jamás codició a Pandora como mujer, pero sí veía en ella a alguien a quien poder contarle todo.

—¿Has conseguido ser feliz?—preguntó acariciando sus cabellos ligeramente rubios y castaños.

—Sí, inmensamente feliz. Ahora me siento confuso, algo temeroso, pero sé que todos podremos reunirnos para afianzar nuestra unión—contestó sin atisbo de duda. Aunque hacía unos meses no hubiese dicho aquello. Temía que las reuniones cesaran y las peleas empezaran.

—Sois buenos amigos, buenos compañeros.

Se sentía dichosa. Él había terminado vinculado a una vida donde podía contar con Gregory, Davis y otros inmortales. Sólo tenía que pedirles que se quedaran a su lado a conversar. Había sufrido por él imaginándolo solo, perdido o simplemente enajenado. Pero lo veía y veía a un hombre fuerte, sabio y calmado.

—Sí, nunca me siento solo. A veces Avicus me acompaña cuando leo—sus mejillas se sonrojaron al mencionar a aquel inmortal.

Ella no era estúpida. Había notado como Flavius era su sombra, como caminaba cerca de él y esperaba que le mirase aunque fuese de soslayo. Comprendía ese sentimiento ahora, tras tantos siglos, después de verlo en Arjun y de ahora sentirlo por él. Marius había sido un cretino, y aunque aún lo amaba sabía que no era para ella.

—Vaya, ¿ama la lectura tanto como decía Marius?—preguntó con una suave sonrisa.

—Sí, pero sobre todo ama que yo recite para él.

Ella comprendió entonces el motivo por el cual Flavius jamás la buscó, y porqué nunca intentó nada con Lia y Mia. Él buscaba la robustez y la sensibilidad de un guerrero culto, de un hombre como Avicus.

—Te brillan los ojos, Flavius—dijo colocando una de sus manos entre las de él. Apretó sus dedos y sonrió mirándolo al rostro. Un rostro que era fiel reflejo de su amor.

—La emoción...


—Sí, será eso—dijo entre carcajadas, justo antes de tomarlo de las mejillas y dejarle un suave beso en los labios—. Será eso, Flavius.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt