Flavius siempre será especial para Pandora y Pandora para él. La amistad no se pudre si es buena.
Lestat de Lioncourt
—Me alegra mucho volver a verte—dijo
entrando en la sala.
Arjun estaba en el gran salón
escuchando a Sybelle tocar el piano. Parecía fascinado con aquella
música, como si lo transportara a otro mundo. Antoine no tocaba en
ésta ocasión. Él tan sólo conversaba con otros músicos
inmortales. Parecía que la reunión de aquella noche iba a ser
distendida.
Estaban en el gran edificio de
apartamentos de Gregory. Se encontraban en Suiza. Un hermoso lugar
con unas vistas increíbles a las montañas, las cuales se
encontraban ya muy nevadas. La biblioteca era inmensa y allí se
encontraba Flavius, el cual había decidido buscar entre sus viejas
lecturas algo agradable. Quería escuchar de fondo el piano mientras
saboreaba alguna poesía o devoraba unos fragmentos de sus novelas
predilectas.
Pero ella, Pandora, deseaba hablar con
él. Eran pocas las ocasiones en las cuales podía reunirse a solas,
confesarse algo más que miedos y recuerdos.
—A mí también—contestó. Se
desplazó unos centímetro en el diván y le permitió que tomara
asiento—. Extrañaba poder conversar contigo.
Sus ojos claros recorrían las
delicadas y vistosas ropas de Pandora. Había decidido usar un
vestido de noche rojo, tan rojo como los tulipanes rojos y las
amapolas, sin ningún tipo de complemento más allá de un hermoso
collar de perlas y una pulsera de diamantes. Eran joyas que su
amante, su querido Arjun, le había obsequiado noches atrás.
Cuando la veía no podía creer que él
hubiese ayudado a que despertara lo femenino, su elegancia apasionada
y buen gusto, gracias a sus consejos hacía cientos de años. Rió
para sí, pero para ella sólo sonrió sintiéndose dichoso. Volvía
a verla radiante y eso, sin duda alguna, era un gran tesoro.
—¿Por qué no me buscaste? Sabías
que no estaba con Marius—al fin le pudo recriminar aquello.
Flavius bajó el libro y lo dejó sobre
sus piernas. Era la “Teoría de los colores”. No era literatura
para imaginar, pero sí para percibir los colores de un punto de
vista más científico y menos fantasioso. Apreciaba todo tipo de
literatura y esa, sin duda alguna, satisfacía su curiosidad. Era un
libro para recordar una y mil veces lo fascinantes que somos todos
los seres vivos, como podemos vislumbrar el mundo y excitarnos con
los diversos matices de éste. Pero no era momento para deleitarse
con teorías, mirar las pinturas que Gregory adquiría y sonreír
ante lo fascinante. No. Era momento para poner sobre la mesa todos
sus sentimientos.
—Temía que hubieses regresado a su
lado—se sinceró—. No quería arriesgarme. Sin embargo, siempre
te consideraré mi amiga, mi hermana y mi creadora. Tú siempre
estarás en mi corazón sin importar el tiempo o la distancia.
Ella tuvo que dejar que Flavius se
fuera. No estaba permitido crear a un lisiado, aunque Marius lo
hubiese matado por los celos que siempre despertó en él. Unos celos
infundados. Flavius jamás codició a Pandora como mujer, pero sí
veía en ella a alguien a quien poder contarle todo.
—¿Has conseguido ser feliz?—preguntó
acariciando sus cabellos ligeramente rubios y castaños.
—Sí, inmensamente feliz. Ahora me
siento confuso, algo temeroso, pero sé que todos podremos reunirnos
para afianzar nuestra unión—contestó sin atisbo de duda. Aunque
hacía unos meses no hubiese dicho aquello. Temía que las reuniones
cesaran y las peleas empezaran.
—Sois buenos amigos, buenos
compañeros.
Se sentía dichosa. Él había
terminado vinculado a una vida donde podía contar con Gregory, Davis
y otros inmortales. Sólo tenía que pedirles que se quedaran a su
lado a conversar. Había sufrido por él imaginándolo solo, perdido
o simplemente enajenado. Pero lo veía y veía a un hombre fuerte,
sabio y calmado.
—Sí, nunca me siento solo. A veces
Avicus me acompaña cuando leo—sus mejillas se sonrojaron al
mencionar a aquel inmortal.
Ella no era estúpida. Había notado
como Flavius era su sombra, como caminaba cerca de él y esperaba que
le mirase aunque fuese de soslayo. Comprendía ese sentimiento ahora,
tras tantos siglos, después de verlo en Arjun y de ahora sentirlo
por él. Marius había sido un cretino, y aunque aún lo amaba sabía
que no era para ella.
—Vaya, ¿ama la lectura tanto como
decía Marius?—preguntó con una suave sonrisa.
—Sí, pero sobre todo ama que yo
recite para él.
Ella comprendió entonces el motivo por
el cual Flavius jamás la buscó, y porqué nunca intentó nada con
Lia y Mia. Él buscaba la robustez y la sensibilidad de un guerrero
culto, de un hombre como Avicus.
—Te brillan los ojos, Flavius—dijo
colocando una de sus manos entre las de él. Apretó sus dedos y
sonrió mirándolo al rostro. Un rostro que era fiel reflejo de su
amor.
—La emoción...
—Sí, será eso—dijo entre
carcajadas, justo antes de tomarlo de las mejillas y dejarle un suave
beso en los labios—. Será eso, Flavius.
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