Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 8 de enero de 2016

Acuse de recibo.

Julien y Richard... ¿de dónde salen éstos nuevos textos? ¿Acaso encontraron nuevas memorias que no fueron quemadas?

Lestat de Lioncourt



—Eres un canalla—sus labios color carmín, seductores y atrevidos, lanzaron esa acusación al aire rompiendo el silencio incómodo.

Había visto como una mujer atractiva salía de mi despacho. Tuvo que contener su rabia, su dolor, su resignación y el sentir que mi corazón no era exclusivo para sus delicadas manos. Mi mujer no era la única que se encontraba con el dolor de ser despreciada, pues así se sentían siempre cuando comprendían que amaba jugar a múltiples bandas.

—Define canalla—contesté acomodándome en mi silla.

Apretó con fuerza el bolso, el cual pensé que terminaría siendo lanzado a mi cabeza. El mismo bolso que yo le había comprado, como un pequeño detalle a su disfraz de mujer decente, y que parecía arder bajo las palmas de sus manos.

—Eres bajo—balbuceó intentando no romper a llorar—. Tus actos te delatan. No tienes principios.

No pudo contenerse. No pudo resistirse. Tuvo que decirlo. Dijo las palabras que tanto conocía. Mis principios... tenía principios. Tenía grandes y loables principios. Era leal a mi familia y la familia necesitaba de mis trucos sucios, de mis vínculos, de mis devaneos porque eso les haría grande. Quizás parecía una locura, pero en el mundo de los negocios tienes que conquistar algo más que mercados.

—Sí tengo principios—dije apoyando mis muñecas sobre el borde de mi escritorio.

Sobre él había importantes documentos, algunos eran escrituras de plantaciones que acababan de cederme gustosamente. Aquella viudita alegre, esa mujer satisfecha y contenta con mis juegos, se había dejado llevar por la necesidad de tener un amante como yo. Pensaba que mis negocios la harían enriquecerse, por eso me había cedido sus tierras a cambio de pertenecer a varios de mis acuerdos de exportaciones.

Claro que ella poco sabía que esos terrenos se revalorizarían y se convertirían en una zona lujosa. Veía allí, en aquel infierno de algodón, algo más que una plantación. Veía edificios administrativos, centros comerciales y numerosas viviendas. Vendería ese pedazo de terreno en unos meses, cuando lograra revalorizarlos gracias a “El hombre”.

—¡Cuáles!—gritó.

—No lo entenderías—contesté levantándome, para luego salir de detrás del despacho y tomar su frágil cuerpo entre mis zarpas.

Temblaba como un junco. Sus brazos, finos y eróticos, estaban tiritando de rabia y dolor. Del mismo modo que temblaba su alma. Entonces, y sin importarle nada, se echó a llorar destruyendo su perfecto maquillaje.

—Disfrutas generando riqueza sin importarte el dolor de otros. Humillas tu alma vendiéndola al infierno—chistó entre sollozos.

—El infierno no existe y si existe está en las calles de ésta ciudad—afirmé.

Con violencia giré su fina figura, pegando su espalda a mi torso, mientras mis manos iban abriendo sus prendas. Los botones caían, las cremalleras cedían y pronto su sujetador quedó a la vista. Lencería fina, la misma que yo exigía siempre.

—He ofrecido mi corazón a un ser despreciable—sus lágrimas no me detuvieron, ni permitieron que sus muslos no se abrieran cuando levanté sus faldas—. No eres fiel.

—Soy fiel—susurré a su oído.

—¡Tienes cientos de amantes para consolar tu apetito!—gritó provocando que lo arrojara sobre la alfombra.

—No los amo—contesté sacándome el cinturón, pues estaba dispuesto a hacérselo allí mismo—. Mi corazón es tuyo.

—No te creo—dijo intentando cubrirse.

—Richard...

Se levantó, casi tropezando por culpa de sus elevados tacones, se cerró el vestido como pudo y salió de allí. Intentó tener la cabeza alta, alejarse del monstruo que había logrado envenenar su sangre y su alma, pero esa misma noche se abría como flor nocturna gimiendo para mí. Él no sabía que la vestía de muñeca para desnudar su cuerpo, pues me gustaba vestir de loba a Caperucita para permitirle que disparara, cual cazador, a mi corazón.


Me sobraban los motivos para ser canalla.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt