Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 9 de enero de 2016

Guerra de dolor

Si llego a saber lo que ocurriría jamás les hubiese dejado solos. 

Lestat de Lioncourt

Me sentía furioso. Él había destruido lo poco que tenía. Había visto como mi coraza, mi máscara de carnaval, había caído destruida a mis pies. Aquel palacio de luces y sombras, sobre todo sombras, se consumía como los desgraciados que optaban por caer presas del pánico y las llamas. Se alzaba ante mí una nueva posibilidad, la cual detestaba. Sólo de imaginar que tenía que afrontar nuevos cambios, una revolución, me traían viejos fantasmas del pasado, sueños que creí desterrados y promesas que fueron incumplidas.

Por un momento me vi frente a la pira funeraria más grande que jamás he contemplado. Estaba sediento, sucio, nervioso, asustado y con los ojos llenos de lágrimas. Sentía frío y percibía mi pronto final. Pude notar como me movían, igual que si fuese un objeto inútil, para arrojarme a ese infierno de fuego y madera mal apilada.

Podía escuchar las voces de mis amigos, los cuales consideraba parte de mi familia, y también venía a mi mente el nombre de mi maestro, el cual creía muerto o muy malherido. Deseé gritar, pero no había palabras en mi boca ni fuerzas necesarias.

Sin embargo, no estaba de camino a Roma, ni saborearía la sangre de Riccardo como vino de iglesia, y tampoco escucharía la voz grave y perversa, muy seductora, de Santino pidiéndome que confiara en él. Él que había destruido todo. Él que me había asesinado dejándome con vida. Mi alma sería torturada, mis recuerdos convertidos en una historia falsa y mis creencias cambiadas por una lóbrega historia que ejerciera terror despótico sobre otros.

Y, para colmo, tenía a ese vampiro desquiciado riéndose de mí. Aquel violinista era hermoso, pero estaba dañado. Siempre lo estuvo. La oscuridad era más fuerte en él que en mí. Podía ver en sus ojos castaños la intensidad de su dolor, pero sonreía. Parecía divertirle que yo me sintiera defraudado por Lestat. El mismo que me había arrebatado todo, el mismo que yo codiciaba como había hecho con Marius. Poseía una luz que yo ansiaba, la misma que había ansiado Nicolas. Pero él, claro está, se había repuesto con una maldad incuestionable.

—Nunca te amará—dijo acariciando el violín. Pellizcaba sus cuerdas con cierta elegancia, pero yo quería romperle los dedos y arrancarle el corazón—. Ni siquiera me amó a mí, ¿por qué te iría a amar a ti? Lestat sólo se quiere a sí mismo... y a su madre... Eso te aseguro.

—¡Cállate!—gritó—. Él es el dueño de éste teatro y regresará. Lo hará cuando tenga respuestas—me engañaba a mí mismo. Quería creer que era cierto. Deseaba creerlo. Era una necesidad quizás pueril, pero ahí estaba. Algo en mí me decía que esperara, que tuviese paciencia.

—Además de zorra eres ingenuo—soltó una carcajada metálica y eso me enfureció.

Me dolían sus palabras, me provocaba una ansiedad terrible esa forma de reírse y su música. ¡Esa música que parecía animar todo como si el demonio le hubiese dotado de una perversidad, belleza y dolor irreales!

—¿Zorra? ¿Me has llamado zorra?—pregunté mirándolo de soslayo—. ¿Te recuerdo que tú vendías tu cuerpo a sus caprichos? Lo hacías por cama y comida—solté con rabia.

—Te equivocas—dijo negando con el índice de su mano derecha—. Era por vino, aunque admito que tenerlo entre mis piernas me provocaba un goce maravilloso—se pasó la punta de la lengua por sus carnosos labios, para luego echarse a reír—. Era su puta por un poco de vino, unas migajas de amor y una chispa de libertad. Escuchaba sus incesantes discursos, sus promesas vacías y me quedaba dormido mientras se deleitaba con la forma de mi cuerpo. Sin embargo, jamás tuve esperanza en ser amado del mismo modo, no me creí ni una sola de sus mentiras y...

—Y le esperaste—dije tras darle algo de ventaja para que cavara su propia tumba—. Creíste que regresaría, que ninguna fulana podría quitarte tu puesto en su cama, y ambicionaste todos sus detalles pensando que eran por amor... ¡Pero no! Eran para lavar su conciencia porque no pensaba volver a tu lado. Nunca te quiso, Nicolas. Nunca. Ni siquiera en Auvernia. Eras su pretexto para salir de ese pueblo, para saber qué había más allá de las cordilleras nevadas y, por supuesto, para descargar su esperma en tu trasero de puta de taberna—escupí todo mi veneno, como si fuese una maldita serpiente, pero él sólo se echó a reír.

—Ya, ya... ¿a quién fue a rescatar?—murmuró—. Al final me salí con la mía.

—Mentira—dije clavando mis ojos con furia en los suyos—. Si lo hubieses hecho él te hubiese creado primero a ti, te hubiese buscado con ansias, y jamás te hubiese dejado atrás. Te odia, Nicolas. Te odia tanto como te odias a ti mismo.

En ese momento dejó a un lado su violín y se lanzó contra mí. Sentí sus manos apretando mi cuello, pero yo me reía. Había enfurecido a ese demonio patético y yo decidí cobrarme todos sus desprecios, mentiras e insultos. Comencé a arañarlo, tirar de su cabello, patearlo y lograr que quedase bajo mi dominio. Agarré con fuerza muñecas y sonreí con malicia.

—Cuidado con lo que dices, Nicolas—dije notando que quería tirarme al suelo, para poder golpearme—. Porque puede que pierdas lo único que te mantiene cuerdo, pues su desprecio, su odio y asco, te han vuelto loco. 

—¡Mentira!—gritó. 

—Conozco esa mirada llena de decepción, maldita puta, y sé que es porque creíste sus mentiras y promesas, porque esperaste soñando con su regreso, y decidió dejarte a un lado—me incliné sin perder detalle de su rostro, disfrutando de su dolor, para luego susurrar muy cerca de su rostro la frase más terrible que jamás había pronunciado—. Yo he sido un juguete de un hombre muy similar a Lestat, por lo tanto sé que nunca llorará por ti, ni vendrá a buscarte y jamás, Nicolas, serás lo suficientemente bueno para arriesgar su vida por ti.

Fue terrible porque admitía que sabía en mis fueros internos, en mi terrible y sabio corazón, que Marius estaba vivo y que no había venido a buscarme porque yo no era importante. 


Semanas más tarde, estando desprevenido, lo reduje y le amputé las manos. Durante varios días me paseé frente a su celda jugando con éstas, riéndome de su desgracia y sintiéndome superior. Había dado su merecido a ese maldito imbécil.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt