Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 14 de enero de 2016

Los dos, siempre los dos.

—¿Debería admitirlo?—preguntó rompiendo el silencio.

Había estado allí de pie, junto a la ventana, contemplando el campo. La vid había sido recogida hacía meses, pero aún podía verse los troncos de los árboles esperando florecer de nuevo. La nieve caía amontonándose en el camino, pero también sobre las copas de los lejanos árboles y las montañas que parecían más diminutas que hace algunos siglos. En esa ocasión las estrellas no iluminaban el cielo nocturno, tan oscuro como magnífico, sino que las nubes cubrían todo dándole un aspecto temible.

—¿Qué deberías admitir?—dije sentado en mi butaca predilecta. Era de respaldo alto, mullido y con orejas. Estaba forrado con una tela gruesa en color burdeos, pero tenía un estampado bordado de flor de lis. Las patas de aquella maravilla, cómoda y elegante, eran de león. A mi lado estaba el fuego, consumiendo la leña, y arriba de éste, sobre la chimenea, un reluciente escudo familiar con dos leones furiosos y rosas a sus pies.

Estaba en mi castillo. El castillo que había pertenecido a mi familia. El lugar donde había sido infeliz, pero a la vez inocente y soñador. Estaba allí con él, guarecido de todo y nada. Asumía mi papel de maldito entre los malditos, pero también como bendito entre los proscritos.

—Que me siento feliz de estar aquí—susurró.

Llevaba una camisa blanca de algodón, abotonada hasta el último botón, y un chaleco verde cacería muy elegante. El chaleco estaba confeccionado con tela de pana, pero sus pantalones eran de vestir y bastante sencillos. Vestía como siempre había vestido: con una elegancia y una clase que pocos podían tener. Eso sí que era criollo.

—No hacía falta que lo admitieras, pues lo sabía bien—respondí cruzando mis piernas.

Llevaba botas altas, de montar, y unos pantalones adecuados para ello. Había salido allí fuera, con la ventisca y la nieve cayendo cubriendo cada grieta de mis tierras, con un grueso abrigo y mi caballo. Decidí salir como aquel día, pero regresé ileso. Tuve que hacerlo. Necesitaba sentir el aire húmedo y frío calando mis pulmones. No enfermaría, pero sí sentiría el aire cuarteando mi cara y mi cabello humedeciéndose mientras se movía salvaje. Y, en ese instante, había regresado para tomar calor al lado del fuego.


Se apartó de la ventana y caminó digno hacia mí, pero acabó sentándose sobre mis piernas tomándome del rostro. Sus rodillas quedaron a ambos lados de mis caderas y sus glúteos sobre las mías. Tenía las manos muy cálidas, o tal vez mi rostro aún estaba ligeramente congelado. Sus labios se posaron sobre los míos y noté como su sangre, cálida y viscosa, se colaba en mi boca. Yo me hice también un corte en mi lengua, con mis colmillos, y cedí parte de la mía. Aquel beso se volvió apasionado, pero finalmente tan sólo quedamos abrazados, el uno contra el otro, cerca de la chimenea mientras la nieve seguía cayendo.

Lestat de Lioncourt   

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt