Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 9 de febrero de 2016

Memnoch el Diablo

Han pasado varias décadas desde que mi nombre surgió a la luz, fue conocido por todos y pronunciado de indistinta forma. Mi figura se convirtió en un mito más de la literatura de noches veraniegas, tardes largas de invierno o mañanas en el parque bajo un ciprés. Hay jóvenes de todo el mundo que adquirieron el inicio, el libro que se convertiría en mi cruz y mi guía, que provenía de los labios de Louis susurrados a una grabadora de un periodista demasiado intrépido y entrometido.

Después de ese primer encontronazo con todos ustedes, tras aproximadamente una década, decidí salir a la luz con una sonrisa aún más favorecedora, y malvada, que en los dichosos pasajes de esa novela de tres al cuarto. Admito que fue agradable que Louis abriese la veda, dejándome recorrer el camino completamente salvaje, deseoso de conocer qué hay más allá de los límites y absolutamente seducido por el coro de voces que me aclamaban. No importaba que para la gran mayoría, salvo para Talamasca y otros vampiros, yo era un personaje de ciencia ficción. ¿Importaba eso para amarme y caer seducido a mi maldad? No, para nada.

Sin embargo, hay una de esas aventuras que todavía ronda en mi mente. Para muchos fue una auténtica locura, para otros una revelación y hay mortales que nunca me perdonarán la visión que les ofrecí del Cielo y los Infiernos. Memnoch me arrastró por el mundo como si no importara nada salvo su verdad, sus palabras y visiones. Dejé que me atrapara el Diablo, de quien me burlé en numerosas ocasiones y que dije que perseguiría de aparecerse frente a mí. Me lo tenía bien merecido.

Pero ahora, en el confort de la lejanía, leo esas líneas siniestras, ligeramente torcidas y llenas de súplicas, y me pregunto si desaproveché el momento y si él era realmente quién decía ser. Es fácil creer en la maldad absoluta, en su punto de bondad, pues siempre parece más fácil que ser bueno. Ser bueno es dificultoso, un camino empinado con pocas satisfacciones, y terminas en ocasiones solo, sin nadie a quien recurrir salvo a tu fe y, a veces, ni siquiera puedes decir que quede fe en ti. La maldad es deliciosa y prolifera, puedes encontrarla en todos los corazones, incluso en los más infantiles yace un pequeño pozo de maldad, que sonríe y busca expandirse como una mancha de petróleo en medio del mar.

El demonio se presentó ante mí con su habitual disfraz. Mostró su lado más terrorífico con aquella escultura, ligeramente parecido al granito negro o al mármol más oscuro, perfectamente cincelada y que se levantó como una gárgola que cobraba vida. Las mismas gárgolas que protegían las iglesias del mal, esas mismas que te miran desde el alfeizar de muchos campanarios, parecían sus hijas o hermanas. Me hizo llorar de angustia, temor y miseria. Pensé que mi hora había llegado y él había decidido que sería en ese apartamento, que ni siquiera era mío, sobre aquella alfombra algo polvorienta.

No. No fue así. No llegó mi hora. El Diablo sólo quería convencerme. Deseaba que muriera para caer con él a las profundidades de su distinguido, horripilante y seductor averno. Quería que yaciera mi alma junto a la suya por el resto de la eternidad. ¿Se imaginan un mundo sin Lestat? Pues eso hubiese ocurrido si yo me hubiese rendido. Durante toda la aventura escuché con atención, dejando que aquel ser o entidad me hablase al oído. Pero, por otro lado, mi alma luchaba y mi mente buscaba una escapatoria fácil y rápida.


Finalmente, como todos saben, hallé la puerta de salida y me precipité hasta ella. No me importó lo que dejé atrás. Ni siquiera los gritos de Memnoch o mi ojo rodando por aquellas escaleras. Sólo quería ser libre y poder narrar todo lo que había visto, olido, sentido y escuchado.


Lestat de Lioncourt  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt