Nada tiene que ver con las Crónicas. De nuevo un texto sin más.
SOFÁ.
Durante largos minutos no pudo apartar
sus ojos de él observando como al fin descansaba, y su respiración
subía y bajaba lentamente, mientras que algunos mechones, de su
cabello oscuro, caían irremediablemente sobre su frente. Se preguntó
reiteradamente qué demonios podía estar soñando, sobre todo porque
esa sonrisa delataba que no estaba siendo una pesadilla. Imaginó los
diferentes motivos, enumerándolos de menor a mayor probabilidad,
mientras daba algunos sorbos a su café, oscuro y cargado, para poder
empezar la jornada.
Aquel cuerpo, ni grande ni pequeño,
ligeramente estilizado y absolutamente relajado era su talón de
Aquiles. En realidad, lo era él. No sólo su cuerpo, sino el alma
que lo animaba. Lentamente se había colado en sus venas ese maldito
veneno llamado amor. Nunca había sido romántico, ni se consideraba
que lo era, aunque sí era detallista. Intentaba que él supiera que
estaba ahí, aunque pareciera distante, y que podía contar con su
hombro si necesitaba desahogarse. En definitiva, había llegado la
persona idónea para preocuparse y meditar cada una de sus estúpidas
y torpes acciones.
Acabó por levantarse, llevar la taza
hasta el fregadero y encerrarse en el aseo. Necesitaba despejarse y
la mejor forma, a su parecer, era una ducha caliente que terminara en
un aguacero helado. Quería quitarse los malos augurios de encima y
disfrutar al fin de esa paz, esa pequeña porción cedida desde un
cielo distinto al habitual, porque sentía que realmente se lo
merecía tras tantos años luchando, parando cientos golpes y
esquivando otros.
Él sabía que quizá no era el mejor
partido, ni el más atractivo, tampoco la persona más sensata o
apropiada. Podía ser demasiado orgulloso, testarudo, perfeccionista
y egocéntrico; pero también sabía que perseveraba demasiado y
sabía aprovechar al máximo cada oportunidad en ésta vida. Había
aprendido bien que era sufrir y por eso ahora no podía dejarse
llevar, ni rendirse de ninguna forma. Sabía que debía aprender a
escuchar, a no dejarse llevar por impulsos inútiles y a sonreír,
quizás, un poco más.
Nada más terminar salió fuera, eligió
cualquier prenda y se sentó al otro extremo del sofá. Entre sus
manos llevaba un libro de poesía y leía para sí cada verso,
saboreándolo como había saboreado el café. Comprendió que aquello
no era un trozo del paraíso, sino el cielo en sí mismo. Sobre todo
cuando él se incorporó y besó su recién afeitada mejilla.
1 comentario:
¡Hola!
Vaya... He estado cotilleando un poco tu perfil (me aburro un poco en clase hoy) y me he dado cuenta que tienes unos cuantos blogs ya. Algunos parados desde hace tiempo y otros siguen aún en activo, cosa que no esperaba, como el de William Rose, por ejemplo, jejeje...
¿Hay, por algún casual, alguna forma de ponerme en contacto contigo de forma más... Directa? Desde que empecé el curso en el que estoy me temo que no he encendido el pc más de tres veces, pero me gustaría volver a tener contacto contigo, siempre que estés de acuerdo y te parezca bien. Echo de menos nuestras charlas, para serte sincera.
Genial esta pequeña pieza, como lo son siempre todas tus creaciones, mayores o no tanto. Siempre me sorprendes, me sacas una sonrisa y despiertas mi nostalgia.
Un saludo y un abrazo,
"MeKaRe."
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