Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 25 de marzo de 2016

Dos hombres y una verdad

Flavius y Marius hablaron mientras la crisis asolaba el mundo y yo no llegaba... ¡Esto fue el inicio de la conversación! ¡Acabáramos! 

Lestat de Lioncourt


—Volvemos a encontrarnos—dije una vez la reunión había finalizado.

Las presentaciones sobraban y carecían de interés. Todos estábamos allí esperando que Lestat hiciese acto de presencia. La alegría y pasión del piano de Sybelle estaba en un segundo plano ante el murmullo de las numerosas conversaciones. Había pequeños grupos por toda el edificio intentando hilar recuerdos y momentos en los cuales nos habíamos sumido en tempestades similares.

Él estaba allí con un aspecto magnífico. Creo que hasta ese momento no recordaba la profundidad de sus ojos azules y la belleza de sus rizos dorados, cayendo sobre su frente y rozando su nuca. Parecía uno de los arcángeles que mil veces habían sido reproducido a lo largo de la historia de las diversas religiones, pues no sólo el cristianismo representaba seres alados excepcionales. El suéter negro de cuello de cisne estilizaba su figura y los pantalones desgastados ocultaban la maravillosa intervención del hindú Fareed. Había recuperado una pierna que había perdido años antes siquiera de conocernos.

—Sí, ha pasado mucho tiempo—contestó apoyado en el marco de aquella gloriosa puerta de madera de roble. Su sien quedó pegada al marco y sus brazos se cruzaron obre su pecho. Viéndolo así cualquiera pensaría que era un joven cualquiera con una belleza nada común, pero mortal como el resto de humanos.

—Nunca supe tu paradero—comenté.

—Me mantuve a salvo como Pandora me pidió. Ella me rogó que me alejara de ti—dijo sin pudor.

La verdad siempre andaba suelta en su boca y solía escupirla como una flecha certera. ¿No era hábil con el arco y la flecha? Lo era y por eso esa metáfora quedaba perfecta para su forma de contestar a todo sin miedo alguno y con acierto absoluto.

—No iba a destruirte—aseguré—. Hay leyes que no tienen porqué cumplirse. Serviste bien a Pandora y merecías una recompensa.

—Ya, pero tus celos eran demasiado fuertes en aquel entonces.

Mis celos siempre han derramado hilos de tinta en el recuerdo de mis creaciones, pero también de aquellos que me conocieron bien sin llegar a ser siquiera amantes. Estaban plasmados en diversos libros y mostraban a un hombre airado, tremendista y sin ánimos para las bromas.

—Era joven—intenté quitarle peso a mis acciones, pero sabía que ante él esa excusa no serviría.

—Sigues siendo mismo.

—No, he cambiado—insistí.

—Marius, te conozco bien y sé que no has cambiado—una ligera sonrisa burlona se formuló en sus labios como en su mirada. Sus ojos azules me miraban como si fueran dos ventanas a mi alma y no a la suya. En él pude leer con claridad mis estúpidos discursos, difamaciones y pequeñas mentrias. Siempre luchaba por quedar sobre todo y todos, y claro está, me equivocaba—. He estado observándote en la distancia.

—¿Y qué has podido ver?—pregunté arriesgándome a ser herido.

—Sigues lamentándote del mismo modo y expresando tus miedos, pasiones y alegrías con la misma vehemencia que hace siglos. Has esculpido tu alma a base de errores y estos te han hecho heridas profundas. Asumes que ya no eres el sabio que creías, pero eso no implica que lo toleres. Todavía te duele no ser nada más que un chiquillo estúpido frente a otros. Otros que pueden ser incluso más jóvenes que tú, más intrépidos y carismáticos. Marius, Marius, Marius... no te odio, nunca te he odiado, y no tomes mis palabras como un cuchillo. Acepta esto como una verdad innegable y asume que no puedes ser quien pretendías. Deberías dejar de competir con otros y empezar a luchar por superarte a ti mismo. Tú eres especial a tu modo y no mereces intentar ser mejor que otros tan especiales por sí mismos.

Su discurso vehemente poseía una fuerza arrolladora. Quedé perdido como un barco que empieza a zozobrar en mitad del mar. Sin embargo yo lo había pedido. Me había adentrado en la boca del lobo sin una misera cerilla y ahora la oscuridad me rodeaba.

—Ahora comprendo los motivos por los cuales Pandora acudía a ti—susurré acercándome a él para tomarlo del rostro. Mis manos estaban frías pero sus mejillas parecían tan cálidas como las de un humano. Había bebido sangre antes de la reunión como si supiera que estaría días sin saborearla. Siempre había sido previsor y paciente así como elocuente y directo.

—¿Por qué?—dijo como si no supiera la respuesta.


—Es necesario que te digan la verdad aunque sea dolorosa—respondí antes de besar su frente y estrecharlo contra mí. Él me rodeó sin problema alguno y terminó riendo a carcajadas conmigo. La tregua había comenzado entre ambos otra vez.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt