Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 19 de marzo de 2016

Mi no tan pequeña Claudia.

Observaba su pequeño cuerpo moverse por la ciudad con el encanto propio de una niña. Parecía perdida, desolada y absolutamente aterrada. Su gimoteo siempre llamaba la atención a cualquiera con un corazón noble. Su presencia entre la multitud jamás pasaba desapercibida porque tenía el aroma de la inocencia y esa es la mayor virtud que poseen los niños, pero ella ya no era una niña por mucho que a mí me partiese el corazón admitirlo. Claudia se había convertido en una asesina diestra y en una mujer insegura que necesitaba sentirse satisfecha con abalorios, perfumes y prendas tan caras como coquetas. Me negaba a veces a asumir que ya no era mi dulce criaturita, sino un pequeño frasco de veneno que acabaría bebiendo de un sólo sorbo.

Cada noche salía antes que yo pudiese siquiera estrecharla contra mi cuerpo. Parecía haber aborrecido mi presencia y huía de mi mano. Extrañaba terriblemente pasear junto a ella con cierto orgullo mientras las mujeres cuchicheaban sobre lo hermosa que era, lo elegante que era yo y la familia tan maravillosa que éramos. Sin embargo cuando regresaba a nuestra vivienda, en aquel bullicioso barrio de nuestra amada Nueva Orleans, se sentaba en el piano que estaba junto al balcón, con las ventanas abiertas, para complacer a todo viandante con una música tan hermosa como la que podía alzarse en los cielos hecha por cientos de querubines.

Yo acudía como las moscas a la miel y me situaba cerca del piano con una sonrisa cargada de orgullo. Inflaba mi ego saber que había aprendido gracias a mi esmerada educación. Louis meditaba al fondo aferrado a uno de sus libros de poema o sus insulsas novelas románticas llenas de clichés. Un Louis que también se sentía maravillado y orgulloso por la belleza de sus rizos dorados.

—Irradias poder, cherie—dije una noche sentándome junto a ella. Comencé a tocar con mis dedos ágiles notando como sus pequeñas manos se movían como arañas—. Eres hermosa y posees una maldad muy refinada.

—Eso es lo único que he aprendido de ti—se detuvo apartando las manos de las teclas y me miró—. A ser mala con quien digo amar y a burlarme de los sentimientos de otros—se levantó rápidamente y se marchó a su habitación regalándome un portazo.

—¡Louis! ¡Tú mismo lo has visto! ¡No le he dicho nada malo!—grité entre ofendido y dolido.

—Ya no es una niña que se contente con simples palabras—contestó sin apartar la vista de su libro—. No es una niña, Lestat. Tratas a Claudia como una pequeña niña que cree aún en cuentos de hadas—dijo antes de clavar su verde mirada en mí. Sentí aquellos ojos como una daga directa a mi alma.

—¡Tú la peinas y vistes como si fuese una muñeca!—respondí.


—Sí, yo también tengo la culpa—susurró levantándose del sofá para acercarse al piano—. Ambos somos crueles verdugos que no deseamos soltar un ave que quiere volar libre. ¿Y sabes qué?—dijo tomándome del rostro con sumo cuidado—. Esta vez no te voy a culpar por ello pues yo también cometo ese terrible error.  


Lestat de Lioncourt

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt