Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 22 de abril de 2016

Cortando las ansias de volar

Recuerdo esa conversación... juro que creía que hacía lo correcto.

Lestat de Lioncourt


Estaba frente a mí sentado en aquella penumbra mientras me miraba con cierta curiosidad y rechazo. Sabía que él me había convertido obligado por mi deseo de permanecer a su lado, de hundirme con él en una aventura cargada de riesgos y deseos insólitos. Me acomodé en aquel rincón aferrado a mi violín como si fuese un tablón a la deriva en un mar agitado y tomé aire aspirando su aroma. Se había perfumado como cada noche dejando impregnado en el ambiente un aroma dulce y atractivo que en esos momentos rechazaba. Odiaba todo lo que él simbolizaba e incluso me odiaba a mí mismo.

Recordé la primera noche en la cual recobramos el contacto. Apareció como un cazador buscando un animal a la cual arrancarle la piel y lo hizo. Me arrancó el alma dejándome desnudo bajo su imponente cuerpo. Mis piernas rodearon sus caderas y mis manos tiraron de sus revueltos y sudorosos mechones dorados. Dejé que me marcara con sus propios dientes para que ningún otro se atreviera a invadir su territorio, aunque aquel cazador convertido en animal salvaje buscaba otras zonas de conquista fuera de nuestra cama.

Él deseó marcharse del pueblo conmigo ilusionado con una vida mejor sobre los escenarios de la gran capital, pero yo sólo quería ser libre para hundirme en la miseria de un amor peligroso. ¡Y tan peligroso! Aquí en París cualquier fulana con el escote empolvado y perfumado era perfecta, aunque también codiciaba a las pueblerinas. Sin embargo, me convertí en un ser egoísta que pensaba que de algún modo él me pertenecía. Luché por ser el único en su vida y me convertí en un títere roto.

El mismo títere que lo observaba mudo y con las manos temblorosas sobre su emblemático instrumento. Sostenía mi corazón de madera y cuerdas como un niño que ha atrapado un gorrión. Quise llorar pero me contuve buscando fuerzas en la cólera que sentía al haber contemplado en él tantas mentiras. No era el chico fuerte que aparentaba y tampoco el amante desesperado por mis besos. Vi a un hombre común lleno de miedos, de una vida gris y solitaria, arrastrándose con un par de sueños inútiles y con la bragueta siempre bajada para cualquier “dama”.

—Nicolas, creo que deberíamos marcharnos. Mi madre hace algunas horas que decidió salir a caminar al encuentro de alguna víctima—comentó.

—¿Y?—pregunté—. ¿Ahora te preocupa lo que me pase? Ni siquiera querías darme esta oportunidad, maldito egoísta miserable.

—¡Nicolas! ¡Te he dado la vida eterna para que seas mi compañero!—gritó furioso levantándose del sillón donde se encontraba, para caminar raudo hacia mí y levantarme como si no pesara nada. Me agarró de los brazos e hizo que le mirara a esos furibundos ojos azules—. ¡Te he dado todo, maldita sea!

—¿Todo?—dije con una sonrisa socarrona—. Todo salvo lo más preciado porque careces de escrúpulos y sentimientos para ello... Me has dado todo salvo tu corazón que es lo más valioso que posees. Es una lástima que yo te haya entregado mi corazón hace meses—susurré cerca de sus labios mirándolo a los ojos mientras pegaba mi cuerpo al suyo. Intentaba hacerle recordar lo que habíamos sido una vez, pues antes de ser monstruos en mitad de la noche también fuimos amantes que desgarraban sus ropas como fieras y buscaban el cobijo perfecto de un cuerpo contra el otro—. Pero sólo soy la puta de tu cama, la perra que te ladra al llegar a casa y que es capaz de comerse las sobras que tú le has preparado. Así me ves... Una lástima que todo haya cambiado—dije escupiéndole en la cara mientras me apartaba de inmediato—. ¡Vete a cazar hombres! ¡Vete a hacer lo único que sabes! Porque yo me quedaré aquí transformándome en un demonio insaciable para salir luego ahí fuera y arrancarle el corazón a todo aquel que se ponga ante mí.

—Estás loco...—murmuró.

—Sí, ¿y quién tiene la culpa, monsieur Lioncourt?—pregunté.

No hubo respuesta. ¿Qué respuesta iba a darme? Él debió cuidarme y protegerme pero lo único que hizo fue llenar mi vida de mentiras y promesas imposibles. Me hizo creer que el mundo era distinto a como yo lo había conocido. Hizo que mi corazón volara por encima de la realidad y se acomodara en renglones llenos de palabras turbias y apasionadas. Me dejé llevar a la cima del Cielo para ver que los Infiernos me rodeaban incluso en aquel fabuloso vergel. ¿Qué podía decir? Si ni siquiera lamentaba el hecho de mi odio hacia él.


Acabó marchándose solo encerrándome en aquel lugar oscuro y húmedo mientras buscaba a su madre desesperadamente. Desde esa noche hasta su marcha permanecí bajo la supervisión de una mujer que pensaba que era sólo un lastre, que únicamente me había convertido en un obstáculo para su hijo y para ella misma. Nada quedó de los apasionados “Je t'aime” envueltos en sábanas empapadas de sudor y revueltas debido a las salvajes caricias sobre estas. No quedó siquiera un nimio sentimiento de respeto.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt