Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 23 de mayo de 2016

Todos sabemos como Thorne destruyó a Santino, ¿pero cómo es que Santino estaba allí? ¡Ah! Ahora sabréis las razones.

Lestat de Lioncourt


Estaba en mitad de una luminosa iglesia italiana. La luz caía sobre él como si fuese un oscuro ángel en busca de la redención. Sus largos cabellos negros caían en ondulas sobre su camisa blanca. Llevaba la ropa que cualquier abogado, empresario o hombre de altos vuelos desearía tener en su armario. En la mano derecha lucía dos hermosos sellos de oro y un anillo con una piedra granate muy llamativa. Su rostro parecía cincelado en un mármol delicado aunque tenía una expresión calmada sus ojos color miel parecían activos, casi desesperados, mientras miraba todo aquel arte religioso que desbordaba cada rincón del sagrado edificio.

Había regresado a su país de origen, recorrido florencia como si fuese de nuevo un hombre moribundo, buscando quizá la redención que tanto había ansiado en el pasado. Pero finalmente cayó en cuenta que era estúpido. Buscar a Dios para pedir cuentas no tenía sentido. En él ya no habitaba la fe ni el fervor de otras épocas. Sin embargo, Armand había desaparecido y se encontraba desesperado.

Asaltar las altas instituciones para conseguir las pruebas del milagro de Lestat, así como los restos de otros vampiros que se habían inmolado, le provocó un profundo sentimiento de vacío. Por un momento trabajó codo con codo con quien deseó que fuese su maestro y guía, pero acabó siendo su enemigo y más tarde el hombre que salvaría de un final terrible entre aguas congeladas. La conversación que tuvo con él por los pasillos fue demasiado intensa pese a la brevedad de la misma.

—Pater Noster, qui es in caelis, sanctificétur nomen Tuum, adveniat Regnum Tuum, fiat volúntas tua, sicut in caelo et in terra.—murmuró en su lengua natal y luego chistó—. Dio non esiste ma egli era un angelo.

Aquello que había adorado se convirtió en polvo desapareciendo en el mundo. Por momentos se sentía anulado mientras sus recuerdos se fragmentaban. Jamás le dijo lo que sentía. Sólo procuró mantenerlo con vida aunque lo torturó terriblemente para que guardara respeto y distancia. Sabía que había cometido demasiados crímenes y debía pagarlos, pero aquello era demasiado. Armand había desaparecido.

—Giovani, posso aiutarti?—preguntó el sacerdote acercándose a él. Era un hombre viejo que caminaba ligeramente encorvado. Pensó de inmediato en cómo hubiese sido él de haber permanecido siendo un humano más, pero recordó que posiblemente la peste y el hambre lo habrían matado joven.

Las velas iluminaban todo con una belleza descomunal. Cuando miraba las esculturas y frescos deseaba llorar. Las vidrieras no lucían en aquella terrible oscuridad, pero eso a él no le importaba. Aquel lugar le infundía respeto aunque ya no creyera en las palabras escritas en la Biblia que yacía en el púlpito.

—Che ora è?—dijo girándose con una ligera sonrisa.

—Quasi mezzanotte. Come sei arrivato in chiesa? È tardi—preguntó quedando a pocos pasos de Santino.

—Signore, mi dispiace, me ne vado subito.

Cuando habló sonrió de tal forma que el sacerdote no pudo reprimir una sonrisa de regreso. El hombre quedó en mitad de la iglesia observando los pensativos pasos del vampiro. La chaqueta la llevaba colgada de un hombro, como si fuera una capa, y sus mocasines hacían un ruido agradable que se convertía rápidamente en eco.

Al salir de la iglesia su teléfono móvil comenzó a sonar. Llevaba algún tiempo con un modelo simple y ligero. Odiaba la tecnología porque le hacía sentirse ridículo. Los vampiros no necesitaban esos molestos aparatos, pero era útil para comunicarse con sus abogados y con algunas de sus empresas. Abrió la tapa y contestó sin siquiera percatarse que ese número no estaba en su agenda.

—Santino, chi é?—preguntó.

—Marius. Reúnete conmigo—dijo—. Dentro de tres semanas te espero en mi casa. Sabes donde es porque te han visto merodear.

—¿Haremos las paces?—contestó con una risa burlona—. No pienso ir a casa del lobo como un estúpido borrego.

—Armand está vivo—respondió—. David Talbot ha venido a verme con sus memorias. Pronto las publicará. Ven a verme, él está aquí y desea conversar contigo.

Su corazón latió rápido como los pequeños corazones de sus amados roedores. Cerró los ojos un instante y sonrió satisfecho. Al parecer existían los milagros aunque Dios estuviese muerto y enterrado en las profundas aguas nocturnas que eran sus viejas creencias.


—Iré. Iré—dijo escuchando como colgaban al otro lado de la línea.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt