Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 2 de junio de 2016

El piano y el violín

Antoine ama muchísimo a Armand y bueno Sybelle le hace comprender que no se puede luchar contra los errores de otros en cuestión amorosa.

Lestat de Lioncourt


El piano sonaba dulcemente desde el final de la otra sala. Bajo una enorme vidriera de vivos colores ella tocaba con un sutil vestido blanco de gasa. Sus pies estaban desnudos y su aspecto era el de un ángel enviado por Dios a salvar el pecado de todas las almas reunidas en este maldito mundo. La música amansa a las fieras, pero también es una medicina natural para las almas que sufren grandes desgracias. Ella atraería incluso a terribles asesinos a sentarse a su lado y observar sus gráciles dedos pulsando cada tecla.

Durante años escuché su música como si fuera una luz en medio de la oscuridad. Me dejé llevar por la belleza de cada nota y la perfección que poseía. Imaginé su rostro mil veces así como su piel y la figura de su vaporoso cuerpo. Al principio creí que era imposible que una mujer como ella pudiese sobrevivir en un mundo tan oscuro y vil. Pero ahí estaba. Era una rosa blanca en mitad de un jardín demasiado salvaje donde hay miles de animales agazapados para atacar.

Esa noche tocaba una de mis composiciones cuando me acerqué a ella desesperado. Necesitaba hundirme en su aroma y en su música. Quería tocar tu alma como se toca un arpa. Corrí por los pasillos apresurado y tomé asiento junto a ella. Mi rostro estaba lleno de lágrimas y mi corazón parecía no poder calmarse jamás.

—Armand ha estado cerca de Marius hoy, ¿no es así?—preguntó sin borrar su dulce y suspicaz sonrisa.

—No soporto que esté cerca de ese cretino milenario—respondí—. No le ama. Sólo le usa. Hace que luego tiemble y se convierta en un idiota llorando por un hombre cobarde—guardé silencio mientras buscaba un pañuelo para secar mis lágrimas.

—Te ama. Él te ama. Me ama a mí, ama Benji, a ti y a tantos... sabe amar, pero no sabe dejar de sufrir por ello. Él cree que no conoce el amor. Déjalo—dijo riendo bajo para girar su rostro hacia mí—. Un día se dará cuenta de lo tonto que ha sido y correrá a tus brazos, pues eres tú quien entre todos los demás lo ama desesperadamente. Te preocupas por él en exceso y no paras de hablar sobre su bondad a todo el mundo. Oh, Antoine, ¿tan bien suena la música de su corazón? Sí, sí... no hace falta que lo digas porque yo la he escuchado—dejó de tocar y me tomó del rostro dejando un beso suave sobre mis labios—. Tú eres el príncipe azul que desea salvar a la princesa, pero la princesa está a salvo y sólo necesita saberlo.

En ese momento comprendí que el amor es difícil de asumir. Los errores los tomamos como una carga cuando tenemos que verlos como una muesca, una verdad asumible, un dulce recuerdo que nos hace más fuertes y dejar de equivocarnos tan seguido. Todos hemos cometido locuras por amor y hemos sido destruidos por el poder del mismo. Él tenía que confiar más en su instinto y saber elegir sus cartas para la partida. No podía hacer nada. Sólo podía esperar a que se percatara que nos tenía a nosotros y que Marius era un pasado demasiado doloroso.


—De cretinos está el mundo lleno, Antoine. De ángeles como tú no, por desgracia—murmuró antes de seguir tocando.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt