Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 21 de junio de 2016

Madre y yo.


—¿Qué haces?—preguntó interrumpiendo mi larga discusión conmigo mismo. Amel había decidido abandonarme hacía un buen rato. No sabía por qué a veces se callaba, pero quizá lo hacía porque sabía que todos necesitamos un rinconcito de soledad.

—Pensaba—respondí.

—Es divertido. Todos creen que no piensas—dijo carcajeándose bajo mientras tomaba asiento conmigo en aquel banco.

Nos hallábamos en un hermoso cenador rodeado de madreselva, rosales y otras plantas silvestres que no tenía corazón de destruir pese a que supuestamente quitaba belleza al conjunto. Pensaba en todos esos jóvenes destruidos y no podía hacer lo mismo con plantas. Ellas representaban a las flores de este Jardín Salvaje, de esta jungla de sueños pesadillas, que habían sido arrancadas para siempre.

—Soy un hombre de acción, pero a veces medito—alegué con una ligera sonrisa.

—Sí, supongo que necesitas meditar el rumbo que está tomando tu vida y la historia de todos—echó su brazo sobre mis hombros y me dejó un beso en la mejilla. Seguía oliendo tan bien como cuando yo era un niño.

—¿Crees que todo saldrá bien?—le consulté. No estaba ya seguro de nada.

—¿No lo crees así?—preguntó.

—Sí, pero a veces me equivoco—dije aferrándome a su cintura mientras apoyaba mi cabeza sobre sus pechos.

—Eres de los que no se rinden—aseguró—. Jamás te has rendido. Ni siquiera cuando naciste casi muerto y pocos daban algo por ti—dejó un beso en mi frente y recordé algunos hechos de mi vida.

Me vi entre la nieve casi congelado dejando que el aliento saliese como vaho, el ruido de los lobos gruñendo y aullando, mi caballo relinchando, la escopeta a punto de disparar y mis perros atacando mientras morían uno a uno por las dentelladas de aquellos animales salvajes. También me sorprendí danzando en el teatro para luego, tras las cortinas, terminar yaciendo con la gitana que me vendió por unas monedas a mis hermanos. Claro está, también pensé en la taberna y Nicolas, la escapada a París, el desdentado Magnus, la verdad abriéndose paso como una navaja, las riquezas que adquirí y el desconocimiento, persecuciones, la muerte de Nicolas, la destrucción del violín y todo lo que vino después por culpa de mis deseos. Pero sobre todo vino a mí Louis. Los ojos de Louis aparecieron como si fueran una revelación divina.

—Pero en esta ocasión no lucho solo. Hay muchos factores que pueden fallar y...


—Hijo, tú sobreviviste a una manada de lobos, a los golpes de tus hermanos, al frío de los inviernos, a la sed y el hambre, a la inmortalidad con todas sus trabas y a la soledad que a veces te ha abrazado con firmeza como si fuese tu madre—dijo llevando su mano derecha a mis rizos leoninos para acabar tomándome del rostro girándolo hacia mí—. Te amo—murmuró. Estaba sorprendido por su discurso, pero también por escuchar de nuevo esas palabras tan importantes para mí. Realmente ella pensaba igual que yo en muchos aspectos—. Te amo con todo mi corazón. Eres lo más maravilloso que he podido aportar a este mundo y sé que puedes cambiarlo. Harás que todo sea distinto. Sólo tú puedes hacerlo—dio un par de besos más a mi rostro y se incorporó para echar a correr entre los árboles. Sabía que odiaba ese lugar, que para ella el castillo estaba tan maldito como el lugar donde quemaban a las brujas.  


Lestat de Lioncourt 

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt