Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 22 de junio de 2016

Paul...

Louis últimamente está reflexionando demasiado... ¡AQUÍ UNA MUESTRA!

Lestat de Lioncourt 


La vida da muchos golpes que te dejan sin aliento. Algunos puedes verlos llegar y otros son absolutamente inesperados. En mi caso vivía una vida ordenada, pacífica y entregada a mis ocupaciones como propietario de una platación de algodón que se extendía por cientos de hectáreas. En mi época era costumbre usar esclavos, pero jamás toleraba la violencia contra ellos. Vivían en unas condiciones mejores que las de vecinos aledaños. No me estoy justificando. Sé que la esclavitud es una barbaridad, pero en aquellos días todos cometíamos ese pecado. La Santa Madre Iglesia inclusive decía que estos hombres y mujeres no tenían alma y estaban condenados al infierno.

Como he dicho mi vida era tranquila y mis obligaciones no eran demasiado complejas. Sólo tenía que vigilar las ganancias, las pérdidas y obtener beneficios. Cuidaba del honor familiar intentando que mi hermana encontrara un buen hombre, mi madre viviese bien sus últimas décadas y mi hermano pequeño fuese ordenado sacerdote. Si bien mi madre había puesto todas sus esperanzas en él, no quería que se convirtiera en un santo con alzaculellos y rogaba a diario que deseaba que él también llevase los negocios.

Las disputas con mi hermano eran frecuentes. Intentaba que mi madre tuviese lo que deseaba. Al principio estaba en su contra, pero finalmente comprendí que mis pecados eran demasiado para que una mujer pudiese aceptarlos. Él tenía que asumir el control de la plantación. Estaba claro que yo no era capaz de ser la figura masculina imponente que mi madre y la época exigían. Además tras arduas investigaciones, noches en las que no dormía y me mantenía en vela observando a mi hermano, sus rezos y ayunos, me percaté que algo horrible estaba sucediendo en la capilla que yo había mandado construir para él. Sentí que estaba perdiendo el sano juicio que siempre pareció tener. Nos enfrentamos con mayor frecuencia y casi cada día había una pelea. Ya no convivíamos en paz. En uno de los enfrentamientos él se precipitó por la ventana convirtiéndose así en mi peor pesadilla, en mi estigma, y logró que llorara amargamente. Me sentía condenado.

Mi madre dejó de dirigirme la palabra. Para ella yo era el máximo responsable. La culpa caía sobre mí como una pesada losa, muy parecida a la que yacía sobre la tumba de mi pobre Paul. Mi hermana ya no era la mujer alegre que tocaba para mí entretanto yo recitaba poemas a su belleza, bondad y simpatía. Ante el resto del mundo yo era inocente, pero tras las puertas y ventanas de mi casa me convertía en un demonio que había provocado una gran desgracia. El alcohol comenzó a ser mi bálsamo y las putas mis amigos más íntimos, aunque no logré ser feliz en absoluto y sólo dilapidaba la herencia recibida cuando mi padre feneció años atrás.

Era la imagen de la ruina, la miseria, el dolor, la culpa y sobre todo la muerte. Intentaba reflejar en mi duelo a la muerte. Llamaba con cantos de sirena apasionados el fin de mis días. Emitía un grito que podía ser sordo para la mayoría, pero no para los asaltantes de camino o un vampiro. Él fue el que me tendió la mano con firmeza y me atrapó entre sus fuertes brazos. Caí enamorado de su belleza y de una bondad perversa que parecía emitir con esa sonrisa de diablo pintada en sus labios y reflejada en su mirada.


De esto hace demasiado tiempo. Estaba seguro que estábamos malditos hace menos de unos años. Pasé más de dos siglos creyendo que no teníamos solución, que éramos leprosos en mitad de un paraíso lleno de vida, y que sólo podíamos aspirar a sufrir desengaños y torturarnos por no estar vivos ni muertos. Ahora sé que estaba equivocado. Pero lo que más me preocupa y me inquieta es el hecho de las visiones de mi hermano. Ya cuando Lestat, mi amante y creador, dijo haber visto al demonio hace unas décadas pensé en él. Sí, admito que pensé en Paul. Él cayó en un cataclismo espiritual profundo. De ser descreído a desear ser un santo con un fervor que jamás había visto en otros ojos que en los de mi hermano pequeño. Me pregunto si era un espíritu el que dominaba a la sangre de mi sangre, la carne de mi carne, y que provocó aquel fatídico accidente. Aún así quizá deba darle las gracias porque perdí a un hermano, pero he ganado un tiempo de vida precioso. He podido ser padre, he conocido el amor, he sabido que el sufrimiento es algo más fuerte que la ira o la rabia, comprendí que la venganza no satisface al alma y no la sacia en absoluto, también he apreciado más los días pacíficos y los agitados. Sin embargo... no puedo dejar de preguntarme... ¿Eso es todo? ¿Es cierto lo que pienso? ¿Es posible? ¿Por qué? ¿Estaba todo planeado? ¿Ese espíritu es el mismo que atacó a Lestat? ¿Hay más como él? ¿Han hecho daño a otros pobres infelices? Son preguntas que ahora marcan mi camino... también quiero saber cuanto de humano queda en mí y cuanto de monstruo late bajo mi piel.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt