Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 8 de julio de 2016

Placeres

Esto lo sabía... ¡Lo sabía! Memorias de un macho que se respeta... ¡Digo! ¡De Ashlar! 


Lestat de Lioncourt


—Mr. Templeton—mi mayordomo se personó en mi despacho con un vaso de leche fría.

Fuera, en ese enjambre de almas llamado ciudad de Nueva York, hacían más de treinta grados. Los locales más famosos de la avenida estaban llenos, algunos habían decidido comprar tan sólo un perrito caliente en los puestos ambulantes y otros simplemente rogaban poder conseguir un taxi para llegar pronto a casa. Era un viernes cualquiera de un mes de verano.

—Gracias—dije tomando el vaso.

El olor de la leche fresca calmó mi tristeza y su frescura mi sed, pero cuando me quedé de nuevo en esa habitación, rodeado de miles de documentos e informes de todo tipo, sentí que estaba desperdiciando mi tiempo. Quería volver al valle y encontrarme allí con una hembra que al fin pusiese punto y final a mi terrible soledad, pero hacía cientos de años que me había percatado que el maleficio de Jeannette se había cumplido con creces.

Su pelo convertido en las llamas del infierno se alzaban en mitad de la más profunda oscuridad. Sus ojos encendidos de cólera eran dos estrellas verdosas que clamaban contra mí. Y su voz, su hermosa voz, era un coro de ángeles violentos cantando a coro mis desgracias. Iba a vivir solo y miserable para siempre. Nuestro mundo se había convertido en sangre derramada sobre las briznas de hierva, las rocas sagradas, los caminos emprendidos mil veces y recorridos con cierto prestigio, nuestras ropas humanas y un libro estúpido que nos dividió por siempre. El Dios humano jamás debió formar parte de nosotros.

El sonido de unos nudillos en la puerta me sacó de mis pensamientos y me giré secándome las lágrimas.

—Adelante—dije con la voz algo débil dejando el vaso vacío sobre el escritorio.

—Mr. Templeton, disculpe—era una muchacha arrebatadora. Poseía un rostro amable con cientos de pecas salpicando su perfecta nariz como si fueran extrañas constelaciones. Sus labios carnosos eran seductores al fruncirse para pronunciar cada palabra. Llevaba un vestido sin mangas muy ajustado con un pequeño escote que ocultaba sus turgentes y grandes senos. El largo de la prenda llegaba hasta un poco más de sus medios muslos. No era el mejor vestido pero a mí no me importaba poder deleitarme de ese modo con su cuerpo—. Soy Mel, su nueva diseñadora—dijo—. Vengo con Gus, mi ayudante, que desea conversar con usted sobre unos diseños que ha hecho en solitario. Creo que le gustará.

Recordé que la había contratado hacía algo más de un año pero me negaba a conversar con ella frente a frente. Esos pechos eran demasiado cautivadores y más cuando sabía que había sido madre recientemente. La leche que contenían era similar a la que había bebido en un millar de ocasiones de las hembras con las cuales compartí gran parte de mi vida.

—Dile que pase—contesté tomando asiento—. Déjanos a solas.

Cuando el chico apareció tras ella, entró en la habitación y cerró la puerta no pude evitar sonreír. Su rostro era delicado como el de una mujer, sus ojos azules eran parecidos a los de los profundos océanos y su piel nívea me apetecía tanto como otro vaso de leche. Era delgado pero estaba seguro que no llegaba al metro sesenta y cinco. Se sentó en la silla porque yo se lo ordené con un gesto amable y de inmediato comenzó a hablar de todas las muñecas que mi fábrica había fabricado en años.

—Conoces bien mi empresa—dije tras una risotada.

—Admiro la dedicación de “Boy Blue” desde que era un niño. Los otros chicos querían jugar con soldados y yo deseaba jugar con sus muñecas porque me parecían muy humanas. Podía sentarlas junto a mí y contemplarlas durante horas quedándome con sus rasgos para después escribir grandes historias. Todas ellas tenían alma para mí—contestó visiblemente nervioso—. Lo siento...

—¿Por qué ese nerviosismo tan repentino?—pregunté.

—Vine a enseñarle mis diseños y no a contarle mi infancia—explicó dejando sobre mí una carpeta que abrí de inmediato—. He pensado que tiene pocos modelos masculinos y que quizá si los incorpora los chicos querrán jugar también con ellos. Verá... todavía se cree que jugar con muñecas es cosa de niñas y homosexuales.

—Eso es falso—dije—. Yo las colecciono.

—¡Lo sé!—exclamó eufórico—. Y su padre, y el padre de su padre y...

—Me alegra ver a la juventud tan apasionada con este tema—respondí intentando que dejase eso a un lado. No había padre de mi padre y no había familia que me sujetase entre sus brazos. Yo era el mismo hombre que renacía como sucesor.

—¿Juventud? No debe tener más de treinta aunque tiene canas—el nerviosismo le hizo hablar de más—. Lo siento, me parece un hombre atractivo pese a ese detalle. De hecho he tenido amantes de cuarenta años mucho menos atractivos...—cuando se percató de ese comentario fuera de lugar se sonrojó y agachó la cabeza.

Las disculpas comenzaron como una oración de súplica pero yo las callé levantándome, besando sus labios y comenzando a desnudar su cuerpo. No podía mantener relaciones sexuales con mujeres porque estas morían al ser fecundadas y tener un embarazo de desarrollo demasiado rápido. Sin embargo sí podía introducirme entre los tiernos y redondeados glúteos de los jóvenes que me atraían.

—¿Cómo decías que te llamabas?—pregunté tras levantarlo del asiento para colocarlo contra el escritorio.

—Gustaf—susurró introduciendo su arremolinada cabeza de rizos cobrizos entre sus delgados brazos.

—Llevaré a la junta tus ideas pero antes deja que yo te lleve al orgasmo—susurré bajando sus pantalones y ropa interior de un tirón.

Mi boca se colocó contra su glúteo derecho y comencé a morderlo para luego hundir mi rostro en su culo introduciendo mi lengua en su entrada. Él gemía descarado moviendo las caderas aferrado a la mesa. Pude notar que no era la primera vez que un hombre se hacía paso dentro de él pero no dije nada. Yo sólo gocé el momento en el cual me aparté, tomé mi miembro y lo acerqué introduciendo mi glande dentro de su entrada. Lentamente acabé sintiendo como me apretaba en el interior de su cálido cuerpo y mis manos quedaron sujetas a sus caderas. Él escupió sobre su diestra y la llevó a su sexo para masturbarse. Entonces, entre arremetidas y movimientos bruscos de ambos, el vaso cayó al suelo estallando en mil pedazos.

Fuera la ciudad intentaba correr contra las manecillas del reloj y dentro, en ese despacho, tan sólo intentábamos llegar al orgasmo antes de ser molestados por alguna de mis secretarias. Él movía sus caderas desesperado y contenía sus gemidos a duras penas. Yo seguía vestido con mi impecable traje Armani ya que sólo me había bajado la bragueta. Él, por su parte, estaba casi desnudo con los pantalones por los tobillos y la camiseta mal colocada.


Eyaculó pronto debido a la excitación de ser atrapados en pleno acto y yo decidí salir de él, sentarlo en la silla y masturbarme hasta sentir que llegaba a mi límite. En ese momento lo agarré de la nuca, me introduje dentro de él y le di a beber la fértil leche de un macho Taltos.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt