Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 15 de agosto de 2016

Deseos

Todos deseamos algo... Benji también, como es obvio.

Lestat de Lioncourt 

—¿Sí? ¿Dígame?—preguntó desde el otro lado de la línea.

Se escuchaba un vacío terrible como si estuviese aislado. Era normal. Posiblemente estaba en uno de los bunker que habían construido para poder desplazarse debajo de desiertos, lagos y bosques sin que nadie pudiese molestarlos. Eran lugares bien ventilados, pero el sol no podía penetrar bajo esa gruesa capa de hormigón, cemento y otros materiales. Había estado en uno de ellos durante una pequeña excursión que se nos ofreció por parte de su organización. Pude conversar con los científicos y médicos allí reunidos, así como con los jóvenes que aceptaban ser sus conejillos de indias.

Había aparatos muy sofisticados pese a lo común, pero también otros parecían haber salido de la mente de un científico loco deseando destruir a la humanidad. Aunque no había humanos en el sentido estricto de la palabra. Allí se reunían vampiros intentando encontrar la solución a diversas enfermedades humanas y vampíricas, pero también últimamente se estaban interesando por otras criaturas como animales. Pues algunos animales contraían enfermedades raras que terminaban infectando a los humanos.

—Farred, amigo—dije.

—Oh, eres tú—respondió casi de inmediato.

—Sí, soy yo—contesté—. Necesito preguntarte si has empezado a investigar sobre...

—Ah, no. Aún no.

Me sentí furioso, pero intenté apaciguarme. Deseaba que investigara tanto la solución a mi gran problema...

—¿Por qué?—pregunté frunciendo el ceño.

—Estamos terminando un proyecto más importante—aseguró—. Deseamos determinar si al fin podríamos lograr que los vampiros pudiéramos estar bajo el sol sin problemas.

—¡Ah! ¡Eso es un problema mínimo!—grité aferrándome con fuerza a mi teléfono móvil.

—Bueno, quizá para ti—dijo—. Si bien, hay milenarios que desearían volver a ver la luz del sol.

La luz del sol era sólo una estupidez comparado con lo que yo pretendía. De hecho muchos milenarios, algo menos antiguos que Marius, habían logrado ver atardeceres y amaneceres. ¡Qué más querían! Además, había otros como Gregory que incluso se tostaba en una cámara especial.

—Yo quiero esas hormonas para crecer—respondí insistiendo en mi deseo.

—Benjamín, amigo, no puedo hacer eso—contestó llenándome de una rabia imposible de contener, pero preferí que siguiera hablando para saber sus malditos motivos—. No puedo investigar un caso aislado. Primero tendremos que buscar la solución a un problema que afecta a la mayoría.

—¡Al diablo el sol! ¡O comer! ¡Yo quiero crecer!—grité con furia. Por un momento parecía Marius cuando se molestaba.

—¿Por qué esa insistencia? ¿Acaso no has logrado que vampiros mucho más antiguos que tu propio creador te admiren?—decía aquello como si fuera una proeza, pero fue bastante sencillo. Sólo tuve que darles voz a todos, o al menos a casi todos, para que se pusieran de acuerdo.

—Sí, pero no he logrado aceptarme a mí mismo—dije tras un largo suspiro—- Sé que fue una decisión arriesgada y que yo tengo la culpa, al menos una gran parte, pero...

—Comprendo—dijo. Aunque yo sabía que no podía comprenderlo del todo. Él tenía el cuerpo de un hombre que rondaba los cuarenta años.

—¿Al menos me das tu palabra que terminarás investigando una posible solución?—pregunté conteniendo mi mal humor y preocupación al respecto.

—Sí, lo prometo.


Colgué con aquella promesa amarga. Sabía que lo haría, pero esperaba que no fuese en el próximo siglo.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt