Esta carta tiene muchos años, pero Michael me la ha entregado... ¡En fin!
Lestat de Lioncourt
Querido Michael:
Sé que me he marchado sin decir adónde
iba, ¿pero importaba? Realmente creo que ya no importa nada. Ya no
hay vínculo alguno hacia la familia, al menos no creo que lo haya.
He vivido una vida llena de desesperación, de sueños imposibles
despedazados antes siquiera de comenzar a imaginarlos y vacía de
amor. Sólo tú me has intentado comprender, pero intentar no es
lograrlo. La familia dicen que es lo más importante que poseemos,
aunque para mí lo más importante ahora mismo es salir al mundo y
conocerlo como nadie más lo ha hecho en nuestro reducido círculos
de cobardes. Sí, Michael, cobardes.
Muchos en la familia han huido sin
querer saber nada, o más bien sólo con algunos retazos, de la
historia que Julien intentó que todos conociéramos. La mayoría,
querido, sólo deseaba saber si seguirían accediendo a la ingente
fortuna que él les consiguió con su duro sacrificio, uno que no se
ha tenido en cuenta y que nadie, creo que ni siquiera Rowan, ha sido
capaz de comprender o imaginar. Yo sí. He imaginado su dolor, la
angustia que sufría cada día y lo tortuoso que era ponerse una
máscara que aparentara sosiego, prosperidad e incluso felicidad.
Pero él fue un desdichado. Creo que sólo fue feliz los años que
pasó junto a Richard, cuando Lasher no amedrentaba con matar a su
amante y con usarlo continuamente.
¿Por qué te escribo entonces? Como te
he dicho has sido el único de entre los vivos, no de entre los
fantasmas que rondan y rondarán por siempre esa dichosa mansión,
que me ha intentado comprender. Soy difícil, puede que sea la mujer
más difícil que hayas conocido. Rowan es inaccesible, pero no
difícil. Yo soy salvaje como Morrigan y ella acabó muerta,
¿recuerdas? ¡Cómo no recordarlo! ¿Cierto? Ella era nuestra hija.
Y sí, Michael, guardo cierto rencor hacia ti, pero sobre todo hacia
tu mujer. Permitisteis que se la llevara sin dejar una dirección,
dejando a su madre desvalida intentando asumir que quizá jamás
volvería a ser madre y que su única hija, el único pedazo de su
ser, estaba expuesto a un mundo que ambas desconocíamos. Pero con
rencor y todo, con esta rabia que contengo a duras penas, te escribo.
Me he marchado sin dirección que pueda
dejarte, al menos de momento, y no pienso regresar. Nueva Orleans me
asfixia. Aquí sólo hay malos recuerdos. Tarquin me acompaña. Él
ha decidido aceptar el reto de conocer mejor lo que somos y seremos
por siempre. Jóvenes eternos, niños perdidos en un mundo demasiado
desconocido, y eso me apasiona. Somos jóvenes para siempre. Podemos
ser salvajes si queremos o los seres más comedidos. Quiero saborear
la sangre a ritmo de los distintos corazones y confesarme ante mis
propios deseos.
Pase lo que pase, Michael, espero que
puedas ser feliz con una mujer que se lanza a los brazos de
cualquiera. Deseo que puedas ser el hombre dulce y abnegado de
siempre. No quiero saber que paseas por el jardín con la mirada
perdida, vidriosa y confundida. Detestaría saber que lloras. Cuida
de todo lo que amas, más allá de tu trabajo, Dickens, tus cervezas
y esa desgraciada que es tu mujer. Hazlo, cariño. Busca algo que te
distraiga y si tiene que ser entre los muslos de una descarada, como
lo fui yo, hazlo. Nadie debería señalarte por ello, pues tu mujer
es la peor arpía que ha conocido el mundo.
Siempre tuya, pero libre...
Mona
No hay comentarios:
Publicar un comentario