Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 19 de agosto de 2016

Madurez II

Seguimos con estas memorias... Aquí salgo yo.

Lestat de Lioncourt 



—Cállate, Viktor, ¿adónde ha ido Rose? ¿Sabes lo peligrosas que pueden ser las calles por la noche? Aún es demasiado joven y tú también. Sal de este antro, compórtate y sigue las normas—dijo señalando la puerta—. Y usted, debería fijarse bien con quien trata primero si no quiere terminar en la calle muerto.

En aquel callejón, algo lejos de donde yo me encontraba, aquel desecho humano se acercó a ella con una navaja lista para que cualquiera, joven o no, le tuviese miedo al instante. Claro que ella no era cualquiera. Rose no necesitaba nada para sentirse superior a él. Así que nada más estar a su altura le fracturó el brazo con un movimiento rápido logrando que la navaja cayera al suelo.

—¡Maldita puta!—profirió aquel asaltante mientras se retorcía entre gritos de dolor. Tenía el brazo destrozado. Rose no quería escucharlo, y tampoco deseaba que otro más pudiese oír sus lamentos, así que lo tomó de la mandíbula apretándola lo suficientemente fuerte como para callarlo.


—Que grosero, ¿no te enseñaron cómo debes hablar frente a una señorita?— dijo mientras que él forzajeaba con la mano buena, intentando soltarse de su agarre sin éxito—. Eres despreciable, ¿cuantas pobres mujeres atacaste como lo ibas a hacer conmigo?.— mientras hablaba se dio cuenta de la vena pulzante del cuello debido al forcejeo y sintió un hambre voraz. Sin decir más fue directo a morderle comenzando a beber mientras Armand se aproximaba con su habitual elegancia y curiosidad. Siempre he pensado que si fuese el pelirrojo un animal sería un gato deseando caer sobre los indefensos ratones.


Rose le soltó y le dejó caer en el suelo aún con vida. Armand abrió y achicó sus ojos frunciendo suavemente el ceño mientras giraba ligeramente el rostro hacia el lado izquierdo. Supongo que él no podía comprender por qué despreciaba aquella sangre.

—Su cuello tiene un sabor horrendo...—murmuró—. Lo siento...

Para mi mala suerte Marius me acompañó a la puerta alejándome de aquel ambiente cargado, de mi presa y de toda la libertad ganada ese día. No me miraba y yo no me atrevía a hacerlo. Sentía que me aplastaría. Era peor que Seth y Fareed, pues al final yo siempre me salía con la mía. Con él no podía. Además era mi creador y ejercía muchas veces de padre, que en su caso viene a ser lo mismo que un dictador en pequeña escala. 

—Eres un inconsciente—dijo intentando aparentar estar sereno –Fareed y tu padre sabrán de todo esto—masculló agarrándome por la nuca con su mano derecha. Sentí aquello como si fuese un muñeco de esos de jaula que se eleva y termina atorado antes de caer por el estrecho agujero.

—Soy mayor de edad—respondí provocando que él suspirara me soltara.


—Eres un imbécil, como tu padre—gruñó—. Un mocoso malagradecido.

Armand acabó riéndose primero suave y luego a carcajadas como un maldito genio enloquecido. Aquel callejón se estaba convirtiendo en su show favorito, aunque supongo que estaba maldiciendo a Lestat por haberlo arrancado de su cómodo sofá el día que repetían uno de sus capítulos favoritos de Doctor Who.


Vestía como un adolescente común. Llevaba unas deportivas que contrastaban con el alquitrán y la suciedad del lugar, las cuales se movieron con cuidado, paso a paso, hasta el agonizante violador. Aquellos zapatos blancos de suela de goma, con diseño clásico y uno de sus cordones demasiado largos fue lo último que vio aquel idiota antes de desplomarse del todo. De inmediato levantó la derecha como si fuese a chutar un balón y golpeó con fuerza la cabeza. La puntera se manchó de sangre, pero él se divirtió.

—¿Entonces puedo divertirme con él?—preguntó como un niño que deseaba ir a jugar y le pedía a su madre permiso. 

—Adelante, es todo tuyo.


Rose se alejó mientras Armand tomaba al sujeto entre sus brazos, con cierto amor aunque le repugnaba el hedor a whisky y sudor que tenían sus prendas. Pasó su mano derecha por sus cabellos negros y revueltos, algo húmedos por el sudor y la sangre, para luego mirarle a los ojos. Había perdido la vista, pero parecían que seguían pudiendo ver la belleza de aquel querubín que le arrebataría el último aliento. Abrió su voluptuosa boca y clavó sus afilados dientes en el cuello bebiendo sólo un trago, para luego tapar ambas perforaciones con su sangre tras un lametazo.

Ella se quedó mirando hacia el lugar de donde había venido, como si fuese una aparición, y se preguntó si yo ya estaría esperándola en el teatro. Al terminar Armand dejó el cuerpo recostado contra la pared, como si tras una tremenda paliza se hubiese quedado allí recostado esperando que el dolor cesase. Después se giró observando a Rose sin decir nada. No sabía si reprenderla o no. Él comprendía todos los errores que podíamos cometer, pero por otro lado Lestat, nuestro padre, se jactaba de haber aprendido de sus errores. Arrugó la nariz, chasqueó la lengua y se acercó a ella tomándola de la mano para que lo siguiera. Iba a hablar con mi padre, al menos eso nos dijo más tarde, para que dejase algo de libertad antes que nos alejáramos sin decir nada.

El hermoso querubín de Marius, el cual me estaba asesinando con la mirada en ese mismo instante, era su testigo. El testigo crucial para afirmar que ella había probado que podía alimentarse de hombres sin tener que depender de otros. Rose caminaba con una sonrisa amplia que se borró al no ver a Viktor por ningún lado en la entrada del teatro, faltaban menos de cinco minutos para que la ópera. Armand comprendió que algo iba mal así que comenzaron a buscarme por el bulevar. Bendita puntualidad la mía que los alertó que algo ocurría.

Mientras tanto Marius se topó con la desagradable sorpresa que alguien, también en contra de la estúpida sobreprotección de mi padre, apareciese para reprenderlo a él.

—Marius, deja de golpearlo con tus absurdas reglas–esa voz femenina era mi salvación.

—Gabrielle, no te involucres—respondió—Tengo la misión de cuidar de él.


Se echó a reír a carcajadas mientras aparecía frente a nosotros con ese cabello salvaje y esos ojos grises indomables. Llevaba la ropa que hubiese elegido cualquier viajero, de esos que recorren el mundo con la mochila cargada de sueños y un par de mudas, y un sombrero algo viejo sobre la cabeza. Algunos mechones de su cabello salían de su recogido y parecía más salvaje que nunca. 

—Es hijo de Lestat, mi hijo. Creo que sí puedo involucrarme—afirmó.


—También es hijo mío—repuso mirándola desafiante.

Allí saltaban chispas. Era como una vieja guerra secreta de dos seres intentando dominar a un rebelde aún peor que su progenitor. Un revolucionario que guardaba sus garras con perfectos modales, idílicas notas y sueños convencionales. Ante todos parecía el chico formal que todo padre quiere, el perfecto yerno, el amante modélico... pero era igual que mi padre. Cuando digo que soy igual que mi padre es cierto. Dicen que la cabra tira al monte, que de tal palo tal astilla, que no se puede negar la cruz de la parroquia a la cual se pertenece... ¿no es así?

Mientras se enzarzaban en una discusión meramente territorial y sentimental, porque se notaban los sentimientos a flor de piel, logré deshacerme de ellos para correr a toda velocidad sobre los perfectos adoquines de las calles aledañas. Crucé sin mirar una de las avenidas más transitadas, como si fuera una exhalación, pero alguien me atrapó empujándome hacia dentro de uno de los prestigiosos edificios donde había más abogados por metro cuadrado que supuestamente en el infierno.

—Papá...

—Viktor, ¿adónde ibas? ¿Dónde está Rose? Contesta—dijo agarrándome las solapas del traje—. ¡Niñato desagradecido! ¡Dime dónde está Rose!—la cólera le superaba.

—¿Hablas tú o el espíritu que te controla con sus ingeniosas ideas de ir a buscar ciudades perdidas?—aquello trajo peligrosas y dolorosas consecuencias. Su puño derecho fue directo a mi cara—. ¡Padre!

—Al fin reaccionas, pues sólo respondes a golpes como a mí me pasaba de joven—argumentó.

—Y de viejo—apostillé—. Todos recordamos como te abofeteó la abuela en París—comenté—. Que por cierto, ¿sabías que está en pelea dialéctica con Marius? Es increíble. Me hubiese quedado a verlo de no ser que iba en busca de mi prometida—noté entonces cierto sabor metálico en mi boca y gruñí—. Me he cortado la lengua por culpa tuya.

—Oh, vamos, no te vas a morir—dijo soltándome para acomodarme la ropa—. ¿Y Rose?

—No mides tu fuerza cuando estás preocupado por ella—murmuré intentando que mi traje no estuviese hecho un desastre—. Ella me dijo que debíamos cazar solos, sin mutua compañía, porque quería cazar a un hombre. Yo no acepté, pero ella es más terca que tu madre, Marius, Pandora y todo el santoral de inmortales juntos. ¿Lo sabías?—pregunté frunciendo ligeramente el ceño—. No me hace gracia que coqueteé con hombres aunque sea para...

—Cállate—dijo—. Hijo, te quiero, pero no hagas que me imagine esa escena—musitó antes de alarmarse porque su móvil sonaba. Era un mensaje entrante. Sin embargo, cuando lo tomó entre sus manos dudó en como contestar. No recordaba la clave para desbloquearlo.

—La fecha del cumpleaños de Louis—dije.

—Ah, sí—murmuró. 

Si había puesto esa fecha era porque al ser tan importante jamás la olvidaba. No era el cumpleaños real de Louis, sino el día en el cual al fin lo hizo nacer en la oscuridad junto a él. Supongo que cada quien tiene su momento dulce en la vida y ese fue el más dulce para mi padre. La clave la introdujo bien, pero el mensaje fue otro cantar. Tras algunos intentos fallidos, cierto nerviosismo, varias blasfemias y un largo suspiro supe que el mensaje era de Armand, que había dado con Rose y estaba intentando retenerla para que le diese alguna explicación.

—Está a dos calles—comentó.

—¿Está bien?—pregunté nervioso. Si le pasaba algo a Rose, por mínimo que fuese, me moriría. No querría seguir viviendo.

—Sí, está con Armand—respondió como si nada.


—¿Y se supone que eso es bueno o malo?—dije provocando que se echase a reír ante semejante ocurrencia. Pues todos sabíamos que ese maldito muchachito inmortal podía ser el peor de todos.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt