Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Bella Durmiente

—Estaba ahí. Allí ante el dolor y la desesperación de un mundo en continuas guerras. No importaba la cadena donde emitieran noticias, pues todas hablaban de los distintos conflictos bélicos que se extendían, como una plaga, por la faz de la tierra. Los hombres empuñaban sus fusiles, se subían a sus poderosos buques de guerra o conducían tanques destruyendo todo a su paso. Los misiles, las bombas nucleares y las de racimo consumían las vidas de mujeres y niños. El mundo temblaba. Ante mí tenía el horror. No había visto cosa igual desde hacía miles de años. Su horror era mi horror. Miraba inmóvil aquel espectáculo y sufría. Puede que mi ambición de poder también sea peligrosa, pero es mayor la del hombre. He visto en ellos, en los hombres, la deshumanización absoluta—decía aquello subida en aquel trono. Las mujeres estaban arrojadas a sus pies, adorándola como si fuera una diosa, cubriendo sus pies de flores y sus senos desnudos con hermosos abalorios que colgaban de su perfecto cuello.

Yo permanecía en silencio. Mis ojos admiraban el horror de una mujer equivocada por completo. Ni siquiera sabía cómo empezar mi elocuente discurso. Ante otros no perdía jamás la fe en mis cualidades de orador, pero ante ella me sentía empequeñecido y frágil. Pensé en mi madre, que jamás aplastó ni odió a los hombres, y sin embargo luchó contra ellos cada día de su vida. Ella, que mostró lo que es realmente una mujer firme, fuerte y decidida. También pensé en Marius, tantos siglos dedicados a cuidar a una mujer que decidió enterrarlo en hielo, y por supuesto, claro que sí, en Louis. Pensé en mi adorado Louis. Sólo podía pensar en él. Quería hundirme en pecho y que me consolara. Mi alma sufría y mi cuerpo, que parecía ser venerado como el de un ángel, se sentía sucio de todas las caricias que había recibido por parte de las equivocadas mujeres.

Toda una isla destruida. No había ni un varón. Ni siquiera respetaron a sus hijos. Cientos de cadáveres ensangrentados cubrían las calles, plazas, casas y pequeños escondrijos. Las niñas lloraban descalzas sobre la sangre de sus familiares masculinos, y, sus madres, absolutamente enloquecidas, alababan a la diosa que provenía del cielo.

—Muchas mujeres han entrado a formar parte del cuerpo de élite de muchos ejércitos—intervine intentando que viese que tanto un género como otro, fuese cual fuese, siempre tenía equivocados—. ¿Qué hay de amazonas y tribus femeninas que aplastan a los hombres con violencia?


—¡Insolente!—gritó—. ¿Acaso quieres morir?—preguntó.


—No, mi hermosa Bella Durmiente...—susurré.  



Lestat de Lioncourt 

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Lestat de Lioncourt