Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 18 de septiembre de 2016

En la mitad del huracán

Rompamos barreras, ¿de acuerdo? Lo femenino y masculino son construcciones sociales basadas en religiones y costumbres arcaicas. Arion lo demuestra constantemente. Yo desearía conocerlo.


Lestat de Lioncourt 


—¿De qué hablaste con el caballerito?—preguntó mirándome fiero a los ojos. Siempre ha tenido una mirada salvaje que uno puede sentir terror o una excitación terrible. Por mi parte, por supuesto, siento un apetito que me embriaga, igual que si estuviese alcoholizado, y provoca por inercia que la toque, bese y abrace.

A veces desea que la trate como una mujer, pero en otras ocasiones habla de sí mismo como hombre. Siempre fue una hidra de dos cabezas, más que una medusa que congela a los hombres convirtiéndolos en piedra. Pues, Petronia, siempre se vio como un monstruo mitológico.

—Expliqué las normas que tenemos entre los nuestros y, las cuales, aplicamos—respondí tomando asiento en mi butacón favorito.

Me acomodé en mi asiento reclinándome, y, coloqué mis manos sobre los brazos del mueble, estiré mis piernas y sonreí. Llevaba una camisa blanca ligeramente remangada, abierta un poco en el pecho, y unos pantalones vaqueros tan simples como cómodos. Petronia, sin embargo, llevaba un traje ejecutivo bastante formal y un sombrero; el mismo que terminó quitándose para seguir observándome, mientras caminaba por la habitación, con las manos tras la espalda.

—¿Nada más?—dijo alzando las cejas, para de inmediato fruncirlas.

—También le rogué que cambiara su actitud contigo, pues en realidad tiene una imagen deformada de quien eres—asumí el riesgo de decir algo así. No quería ocultar nada, pues jamás lo he hecho y no iba a comenzar esa misma noche.

—Olvida eso, por favor—se detuvo frente a mí y apoyó sus manos, suaves y cálidas, sobre mi oscuro rostro. Éramos tan distintos, pero tan iguales. Parecíamos una obra de arte—. Ya no me afecta—aseguró mientras agarraba su cintura para que se subiera sobre mis piernas, dejando sus glúteos sobre mis muslos, dejando que su cabello trenzado rozara por un segundo mi torso al inclinarse.

—¿No te afecta?—dije mirando sus ojos, pues posee una mirada que no puedo dejar de observar.

—No como antes—respondió con una sonrisa a medias.

—¿Y cómo te afectaba antes?—pregunté porque quería saber cuál era la dichosa diferencia.

—Aún me duele que algunos se queden observándome porque siento que están juzgándome, apuntándome con sus ojos llenos de hipocresía y riéndose nada más me doy la vuelta. Pero he aprendido que el mundo sigue girando, que va cambiando la forma de ser y actuar—su nariz rozó la mía; después colocó sus manos sobre mis anchos hombros y besó mis labios.

—Tienes esperanza.

—Soy un ser intersexual, Arion—replicó—. Además, mi género jamás ha estado del todo definido. Siempre me sentiré inferior en muchos aspectos porque hay momentos, palabras y símbolos que pueden hacer mella en mi felicidad y paz.

—No eres inferior—dije de inmediato. Odiaba que se clasificara como inferior.

—Como vampiro no, como miembro de la sociedad aún lo soy. Las barreras no se han roto—confesó con algo de dolor en sus pupilas—. Hay imbéciles que se dedican a juzgar a otros, y, a decidir que está bien y qué está mal.


Todo provenía de la moral religiosa y no de verdades científicas o médicas. La mayoría se dejaba guiar por absurdos preceptos religiosos. Petronia podía ser hombre o mujer, según le interesara, y, también podía maquillarse emulando ser un hombre, pues el maquillaje no es símbolo de feminidad aunque así reza la costumbre en algunos países de mentalidad atrasada. Del mismo modo que podía ser una mujer vistiendo prendas puramente masculina, alejándose de todo lo que dictamina la moda y la cultura de la sociedad. Siempre le dije que rompiera las barreras aunque sintiera el peso de una ética desgastada, de unas mentiras podridas e injustas, de una sociedad esclava porque nosotros no éramos injustos, ni podridos y ni mucho menos esclavos.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt