Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 28 de octubre de 2016

Lo que hay en mí

Es normal, ¿verdad? A mí me parece mentira que fuese tan fuerte... Yo me hubiese vuelto loco.

Lestat de Lioncourt 


Todos desean estar a mi lado porque poseo ciertos poderes. Odio tenerlos. Ojalá jamás hubiesen aparecido. Son una molestia. Me pongo en contacto con recuerdos y emociones que me perturban. Desde que escapé de las garras de la muerte, en esa cubierta de barco, están ahí. Aún ni siquiera puedo incorporarme en la cama, pues todavía estoy convaleciente, pero ya varios periódicos hablan de mi milagro y de mis visiones.

Tía Vivian está preocupada, como es lógico, porque yo soy como su hijo. Creo que no tiene a nadie más en este mundo, pese a que sus amigas siempre quedan con ella y toman té con pastas. La única familia soy yo. Crecí sin el cariño de una madre y no puedo compararlo con el de mi tía, pero podría asegurar que esos ojillos me observan con la misma devoción y amor que posee una. Debí pensar en ella cuando conducía mi coche para suicidarme. No obstante no podía vivir con tantos malos recuerdos, y ahora estos terribles sueños y visiones me persiguen.

No puedo dejar de intentar recordar cuál es la misión que me encomendaron esos rostros. Aunque sé que tengo que volver a Nueva Orleans. No sé cómo ni porqué, pero es mi deber. Al menos es lo que siento. Quiero salir del hospital y que las enfermeras dejen de traerme sus décimos de lotería, bolsos, reliquias y demás objetos. Ni siquiera ellas me dejan descansar.

Hoy ha venido una chica. Por un momento creí que era otra enfermera, pero en realidad se trataba de una periodista. Era muy guapa, vestía muy bien y al acercarse comprobé que no llevaba bata. Poseía unos ojos preciosos que parecían los de un gato, por lo vivos y salvajes. Su sonrisa era encantadora. Me dijo que venía del New York Times. Por primera vez un periódico grande, realmente famoso, venía a buscarme. No era la televisión, radio o periódicos locales. Alguien con un fuerte peso en su editorial le había pedido que cubriese mi noticia.

Empezó a preguntarme por los motivos por los cuales estaba flotando en medio del mar. Tuve que hablar brevemente del aborto que realizó la que era mi novia, la cual me abandonó y me dejó sin mis grandes sueños de formar una familia. Expliqué que el resto de mis amantes no podían curar las cicatrices de mi infancia y juventud, pero tampoco mi empresa de construcciones lograba llenarme. Sólo lo hacía la literatura y la música clásica, aunque sólo a ratos. Estaba cansado de beber cerveza fría mientras pasaban “Lo que el viento se llevó” o releía alguna de las novelas de mi autor favorito. Cansado de una vida indigna. Era un hombre joven, pues sólo rondaba los cuarenta, y aún así mi vida, o al menos parte de ella, había sido un camino de desgracias. No obstante reí contando alguna anécdota del hospital, pese a que en su momento me molestó o perturbó. Cuando se fue me sumí en un silencio apabullante incluso para mí. Dormí varias horas, me incorporé y me marché al aseo, cuando regresé me quedé mirando la ventana. Al día siguiente publicarían ese artículo mucho más humano que el resto de noticias.


Cuando llegó a mí, con el desayuno, no pude parar de reír. Había tomado notas de todo y se había centrado en algunas de mis ocurrencias. Sonreí esperanzado y supe que ese día me darían el alta, como así sucedió. Una vez en la calle no pude dejar de pensar en mi rescatador. Me preguntaba todo sobre él o ella. Deseaba saber qué le motivó sacarme del mar como si fuese un gran pez.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt