Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 2 de octubre de 2016

Una diosa como esa

Recuerdo los meses previos al concierto. Los hoteles de mala muerte, el olor a nicotina impregnado en mis camisas, el sabor del whisky en mis labios, el sudor recorriendo mi frente y el enorme horror que sentía cuando escuchaba pasos por mi habitación. Estaba agotado física y mentalmente. Mi alma no daba para más. No dejaba de dar vueltas y vueltas a todo lo que había pasado. En apenas un puñado de años mi vida había cambiado. Pensaba en cómo la suerte me había dado la espalda, cuando creía firmemente que aquella historia iba a ser mi salvación.

Me percaté que Oscar Wilde tenía razón cuando en “El retrato de Dorian Gray” afirmaba rotundamente que la juventud es un regalo, que sólo la poseemos una vez y cuando se va el hombre pierde toda esperanza. Mi juventud se estaba marchando. Conocí a Louis con apenas veintipocos años, acabado de salir de la Universidad con mi título de periodismo, y trabajando, desde hacía unos meses, como columnista ofreciendo pequeñas biografías de hombres y mujeres que me topaba por la ciudad de San Francisco. Mi misión era hacer una radiografía de la intrahistoria que se vivía bajo las luces de neón, entre sala y sala de fiestas, con sabor a alcohol en los labios y el cigarro entre los dedos. Pero, en esos días, ya rozaba casi la treintena.

Buscaba a Lestat cuando conocía a Armand. Creo que cuando lo vi sufrí una revelación. Ante mí tenía a un hermoso adolescente con las mejillas llenas, labios carnosos, ojos profundos y almendrados, cabello cobrizo ondulado cayendo sobre sus estrechos hombros, una cintura pequeña y una piel delicada. Para mí era un ángel, pero sabía que ese ángel podía llevarme a la tumba o a una institución mental de alta seguridad.

Dos meses antes del concierto él ya me había dado su sangre. Tenía sueños terribles. Veía a dos gemelas cruzando el desierto, llorando por su destino, y todo lo que ocurría a su alrededor era siniestro. Me sentaba frente a Armand, le contaba lo que soñaba y él le restaba importancia. Decía que eso eran simples sueños debido a las historias que Lestat había contado. Pero mi imaginación iba más allá. Sentía como mis músculos se tensaban, el sudor frío bañaba mi rostro y mi vista se nublaba incluso cuando usaba mis gafas.

Me sorprendí cuando escuché a un vampiro hablar de esos sueños en uno de los clubs para vampiros. Decía que llevaba semanas soñando con esas malditas gemelas, guerreros egipcios y una diosa terrible que nos aplastaría a todos. Temblé por completo asustado y empecé a buscar a Armand, pero no lo hallaba. Cuando lo encontré me convirtió. Al parecer le aterró saber que no estaba del todo confundido con mis sueños.

De inmediato quise hacer todos los trucos que realizaba Lestat, pero muchos me eran imposibles. Vi desde la habitación del hotel, junto con mi creador, su último videoclip. Acabé enloquecido cuando comprobé que había una diosa similar sentada en una silla, la cual se levantaba con movimientos mecánicos y lo atrapaba. Chillé lleno de ansiedad y me aferré a Armand con fuerza. Él simplemente frunció el ceño, apagó con el mando a distancia y me pidió que reprimiera esas imágenes si quería descansar en el amanecer previo al concierto.



No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt