Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 11 de octubre de 2016

Visitantes de la isla

Todo esto sucedió y yo no lo sabía...

Lestat de Lioncourt 

Me sorprendió que él apareciera en la isla con aquel rostro de cachorro desvalido. Sus ojos, tan cautivadores como emocionales, mostraban lágrimas que no se atrevía a derramar. Caminé los escasos metros hasta él y quedamos ambos bajo la elegante y gigantesca lámpara de araña que colgaba en el centro del hall. El hotel estaba prácticamente repleto de humanos y vampiros, ambas razas convivían sin problemas. Los vampiros no se delataban en absoluto y, los adinerados humanos sólo tenían pensamientos de máxima diversión en los casinos y distintos teatros de la zona.

Santino, a pocos metros de nosotros, leía un periódico. No obstante aprecié que estaba atento a cualquier comentario que pudiese salir de los hermosos labios de Louis, al igual que de los míos. Posiblemente quería saber si su pellejo, como el de todos nosotros, estaba nuevamente en peligro. Cualquiera que lo hubiese visto con ese traje Armani clásico, de color negro, y esa corbata en tono caramelo se habría postrado a sus pies, besado sus anillos de oro y quedado ensimismado en esos ojos oscuros cargados de pestañas y de cejas perfectas. Parecía un distinguido hombre de negocios, un rico deshaciéndose de parte de su fortuna o un alguien que se estaba dando un lujo innecesario.

—Louis, ¿qué estás haciendo aquí?—pregunté abordándolo. Mis manos fueron directamente a sus brazos, por encima del codo, y lo atraje hasta mí. Su mirada seguía perdida, confusa y dolida. Podía comprobar que estaba a punto de echarse a llorar aferrado a mí.

—Lestat ha cometido una locura otra vez—dijo—. Ha cambiado su cuerpo por uno humano y ahora lo ha perdido—esas palabras hicieron que yo abriese la boca de par en par y Santino se incorporara arrojando el periódico al suelo. Ambos nos quedamos impactados por la noticia. Creíamos que era imposible trasmutar las almas de cuerpo, pero él lo había logrado.

—Armand, ¿haremos algo?—preguntó acercándose a nosotros—. Lo siento, no he podido evitar escuchar la conversación—se disculpó de inmediato—. Pero, mi propuesta es sincera. Peligramos todos, no podemos permitir que alguien tenga el cuerpo de Lestat.

—Este no es sitio para hablar—comenté al notar que estábamos llamando la atención, sobre todo porque Louis estaba empezando a llorar. Nuestras lágrimas son sanguinolentas y es imposible de ocultar con éxito.

Sin pensarlo con lucidez tomé a ambos y nos encerramos en una de las habitaciones del hotel, la que solía ocupar con Daniel. Entrar allí me impactó. Por un instante lo vi de pie junto a la enorme cristalera, con aquellas camisas sucias abiertas, esos jeans desgastados y sus deportivas con los cordones mal atados. Estuve a punto de pronunciar su nombre, pero me contuve. Allí no había nadie. Había exigido que esa habitación quedase por siempre libre. No podía evitarlo. Entre esos muros había amontonado recuerdos y gran parte de mi corazón destruido.

—Armand...—esa voz viril, seductora y extremadamente hermosa rompió de nuevo el silencio entre los tres—. ¿Deseas que avise a alguno de los milenarios?—preguntó.

—Sí, avisa por favor a Pandora y que esta halle la forma de dar con Marius. Dile que tenemos que conversar sobre un peligro inminente...

—Marius lo sabe—respondió Louis—. A veces me visita para averiguar cómo se encuentra Lestat. Lo vigila de cerca, pero también pide mis impresiones—añadió tembloroso buscando apoyo en algún mueble de la habitación, y lo halló en un elegante sombrerero que había a la entrada—. Lestat quemó la casa donde vivía, Marius le advirtió entonces que quedaba expulsado de entre nosotros. Yo estaba cerca, pues mi corazón siempre ha sido ese idiota...—dijo con la voz quebrada mientras temblaba profusamente. Sus lágrimas ya empapaban su rostro, el cuello de su camisa y las mangas de esta al intentar secarse en vano.

—Santino, por favor, intenta reunir a Maharet. Pandora sabe cómo dar con ella... —dije.

Él de inmediato se movió saliendo de la habitación, corriendo por el pasillo y tomando el ascensor. Sabía dónde vivía Pandora y a las horas que podía hallarla. Ella vivía en Gran Bretaña, justamente en Londres, y él ocasionalmente la visitaba para averiguar cómo iba todo por allí. Santino solía vivir en Italia; a veces espiaba a Landen cuando iba a tomar sus cafés a las distintas cafeterías de las elegantes, bulliciosas e históricas plazas. Todos sabíamos donde estaba la mayoría, pero Maharet se ocultaba en las selvas junto con Khayman y su hermana. En ocasiones era imposible dar con ella.


Yo me quedé a solas con Louis, abrazándolo. Él amaba demasiado a ese imbécil, aunque reconozco que yo también lo quiero. Esa maldita locura, ese deseo insano de conquistar lo imposible, estaba destruyéndolo al mismo paso que nos arrastraba a los demás.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt