Fui a buscarlo. Recorrí cielo e
infierno buscándolo. Jamás pensé que haría algo así por alguien.
Incluso siempre he creído que los sentimentalismos de este tipo no
eran para mí, pero lo han sido. Buscaba quizá satisfacer mis dudas,
creer firmemente que él estaba muerto y en un lugar distinto a este
mundo lleno de horrores. Desconozco si sufría alguna de estas
enfermedades mentales que actualmente toda la población tiene bajo
control, o quizá cierto conocimiento sobre cómo actuar en caso de
pérdida de conciencia. No lo sé. Nicolas era tan distinto a mí,
tan convencido sobre el sufrimiento y la verdad que entraña este
mundo, que nunca creí que lo pudiese amar de esa forma.
Nos conocimos cuando éramos niños,
como muchos saben. No era una amistad profunda, aunque reconozco que
siempre me sentí cómodo junto a él. Para el resto yo era
prácticamente un salvaje que debían tratar bien si no querían
saber a qué sabía una paliza. Yo era el hijo pequeño de un gran
noble arruinado, aunque muchos en el pueblo ni siquiera se percataban
de la precaria situación por la cual pasábamos. Él era el único
hijo de un peletero con insuflas de noble. Su madre murió en el
parto, su padre se casó por segunda vez y la mujer que lo criaba lo
hacía a puro golpe.
Debido a su educación tenía la mente
demasiado cuadriculada al respecto de la bondad y la malicia. No le
culpo. Muchos en nuestra época creía firmemente en la línea
divisoria de dos caminos: la ascensión a los cielos, junto a Dios,
así como la caída en desgracia y posterior descenso a los
infiernos, al lado de Lucifer que emplearía sus peores trucos para
castigarte eternamente. A decir verdad, siempre pensé que si ese
arcángel caído te castigaba, como si fuese tu madre o padre,
implicaba cierto amor porque deseaba verte reformado para ascender a
un lugar mejor.
Por eso, cuando se me brindó la
oportunidad de poder recorrer el infierno y el cielo, lo busqué.
Busqué a mi viejo amigo y amante. Quería escuchar su violín
torturándome y calmándome una vez más. Una pasión descontrolada o
una melodía amarga que me despejase las dudas. Aún hoy pienso en
él. No lo hallé en ningún lugar. Ni siquiera ahora, que las almas
parecen rondarnos continuamente, ha aparecido.
Estuve por rogar a Memnoch que lo
encontrara por mí. Deseaba ver sus ojos castaños castigando mi
alma. Me merezco un pedazo de ese supuesto infierno sólo porque no
supe cuidarlo, ni siquiera comprendí todo el dolor que había dentro
de su alma. Incluso lo desprecié una vez transformado en mi
criatura, mi responsabilidad. Fui torpe y deshonesto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario