El odio sólo conduce a la desesperación... Claudia debió aprender eso.
Lestat de Lioncourt
¿Qué esperaban? ¿Qué? ¿Un saludo
bondadoso y un mensaje tierno? ¿Acaso no quedó claro lo que sentía?
¿Tal vez ni siquiera por escrito fueron capaces de comprender el
dolor que arrasaba mi alma? ¿Es posible que me ahogara en lágrimas
y nadie las escuchara? ¿Tan tercos e idiotas han sido siempre? ¿Por
qué? ¿Qué esperaban de un espíritu que murió en penosas
circunstancias y que jamás tuvo paz cuando vivía? Mi amargura era
eterna, densa como la brea y olía a campo santo. Jamás crecí,
jamás comprendí lo que era la vida, y sin embargo era la muerte
misma con zapatitos de charol y prendas llenas de lazos como los
canesú.
Recuerdo que me miraba al espejo y veía
a una niña con los ojos de una mujer adulta. Podía verlo. Sentía
una rabia inmensa por los hermosos tirabuzones que caían a ambos
lados de mis redondas mejillas. El hoyuelo de mi barbilla era
horrible para mí, igual que la piel sedosa y juvenil. Siempre sería
la niña extraordinaria que sabía tocar perfectamente el piano con
menos de seis años. La mocosa alegre que se sentaba sobre las
piernas de su padre mientras embaucaba a otra mujer. La niñita
llorosa en mitad de la calle por haberse perdido o la huérfana que
se lamenta cerca del cementerio. Eso era. Jamás fui la mujer que
quería ser, que era realmente.
Ellos nunca comprendieron nada. Sólo
esa bruja parecía comprender mi dolor. Una bruja de piel oscura y
ojos verdes. Ella estaba tan envenenada con el dolor como lo estaba
yo. Era absurdo no verlo. Ambas teníamos sentimientos pútridos como
la venganza, la ira, la rabia...
Louis era un idiota. Aún conservaba mi
hermosa fotografía, colocó flores que yo amaba y rogaba mi
atención. ¡Qué se supone que debía decir! ¿Te quiero? ¿Te
adoro? ¡Jamás! Di lo que él esperaba porque no podía existir
amor. No había perdón para sus pecados, del mismo modo que nunca
hubo para Lestat. El único problema es que Lestat aprendió de sus
errores, se retorció frente a mí y en parte supe que entendió mi
dolor. No obstante, quería quitarle lo más amado para él. Me
confundí cuando quise quitarle la vida, pues es mejor venganza una
vida larga sin el amor de tu vida.
Debió morir. Ambos debieron morir.
¡Incluso Talbot y su bruja! ¡Todos! Todos debieron sufrir, pues no
es justo que la única que llore de rabia eternamente sea yo.
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